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Entrevista:

Craxi: "Italia precisa una Gran Reforma"

El líder socialista cree que existen las condiciones necesarias para superar la división de la izquierda

Roma. El amplio despacho en la cuarta planta de la Via del Corso se llama sala Garibaldi, está lleno de cuadros, pequeños bronces, estatuas del Héroe de los Dos Mundos. Bettino Craxi entra con su altanera forma de andar, con grandes pasos, como si le hubiera transportado el viento. Da la sensación de que le gustaría llevar un poncho blanco y una camisa roja como su héroe. Quizá también le gustaría que le llamasen general más que onorevole. "La clase política cada vez goza de menor estima", comienza diciendo el secretario nacional del Partido Socialista Italiano (PSI), "y éste es el dato más evidente de la reciente campaña electoral".Pregunta. ¿Merecida?

Respuesta. Bueno, sí, me temo que sí. La sociedad italiana se ha robustecido por sus propios méritos y es más fuerte, más libre, más rica y competente. La clase política, por el contrario, se ha encerrado cada vez más en sí misma, y se ha convertido en una corporación, administra el Estado con los mismos métodos y valores que hace 30 años.

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P. ¿Cómo ha sucedido esto? Usted es uno de esos políticos, debería saber el porqué de este deterioro.

R. Faltan las vocaciones. La estima de las profesiones ha crecido y la política ya no atrae. Lo mismo sucede en la Iglesia, en el sindicato. Son estructuras que se ofrecen en un modo estático, los partidos sobre todo, y por tanto no seducen la fantasía y la creatividad de los jóvenes. Ya no hay más ideales, se administran intereses.

P. Sin embargo, ustedes no han hecho nada para impedir que esto sucediese. Han reemplazado los valores con ese modo de actuar que se llama pragmatismo. Ahora es un poco tarde para lamentarse.

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R. La política es pragmatismo. Nosotros hemos combatido las ideologías, no los ideales. Son dos cosas diferentes. ¿Errores? Cierto que hemos cometido errores. Cuando accedí a la dirección del partido, hace 15 años, estábamos a punto de desaparecer; nuestra posición sólo podía ser de dependencia: dependencia de la Democracia Cristiana (DC) o del Partido Comunista Italiano (PCI). En esa situación no nos podíamos permitir el lujo de preocuparnos por sutilezas: o desaparecer o renacer. Renacimos.

P. ¿Cuál fue el resultado más importante de sus años de Gobierno [1983-87]?

R. El control de la inflación y, sobre todo, el comienzo de un ciclo económico en expansión que aún continúa. Italia nunca había tenido una expansión tan intensa y, duradera. Se podrían utilizar para grandes cosas, grandes proyectos, sobre todo para modernizar el Estado y la Administración pública.

P. ¿Todo mérito de su Gobierno?

R. No, no, claro que no. Ya he dicho antes que la sociedad ha crecido gracias a su propia fuerza. Nosotros la seguimos, no la frenamos, no cultivamos los prejuicios de una cultura política sospechosa y llorona. Alargamos las riendas de un caballo que podía y quería correr.

P. Permítame observar que si los frutos de la expansión se debían haber utilizado para modernizar el Estado, el fracaso ha sido total.

R. Nuestro sistema institucional es inadecuado para gobernar una sociedad compleja y moderna. Se precisa una Gran Reforma, y ésta se compone de muchos elementos. Por esta razón siempre la he escrito con mayúsculas, para que la gente comprenda que se trata de cambiar el sistema en su totalidad.

Elección del jefe del Estado

P. Sin embargo, usted ha concentrado este cambio en un solo punto, la elección directa del jefe del Estado. Como receta, como terapia para problemas tan profundos y difusos, parece un poco simple.R. De hecho no es esto lo que pienso, y si se ha interpretado así, quiere decir que hemos dado una impresión equivocada. El problema es aumentar la capacidad decisoria del Gobierno, del poder ejecutivo, su autoridad. Y, por tanto, la capacidad de liberarse de la presión de los intereses particulares, de los diversos lobbies que con su presión oprimen los ministerios y el Parlamento. Cambios de este género conllevan una reorganización del Parlamento, una reducción del bicameralismo, un aumento de los poderes de control y una mayor y plena autonomía de las regiones.

P. Los tiempos ¿son ahora más idóneos?

R. Para una Gran Reforma pienso que sí, pero todavía hay un problema: la Democracia Cristiana no está de acuerdo.

P. ¿Por qué?

R. El porqué es evidente. Siempre ha gobernado en el centro, intentando mantener un papel hegemónico, aliándose a veces con grupos de la oposición para más tarde digerirlos.

P. ¿Con el partido socialista la digestión no fue posible?

R. Estuvo a punto; en ciertos momentos del centro-izquierda la DC casi lo consiguió. Pero después sucedió algo...

P. Es decir, apareció usted.

R. Yo no aparecí por casualidad. Fue el partido, que reaccionó y me eligió como instrumento para reaccionar. Al PSI no lo digirieron.

P. Tampoco al partido comunista, y sin embargo probaron también con él.

R. En este caso el problema era diferente. El partido comunista era la oposición del sistema y por muchos años le fue útil al esquema hegemónico de la DC.

P. ¿Ha cambiado la situación?

R. Creo que sí. Creo que ahora existen las condiciones necesarias para superar las divisiones en la izquierda italiana. Por otra parte, la situación de la izquierda es anacrónica, y lo es desde hace mucho tiempo. Hace algunos años Pietro Nenni me dijo a propósito de los comunistas: "Al final el río siempre desemboca en la fuente". Y eso que eran los años más duros de nuestra relación. Y bien, creo que el momento ha llegado y que el río puede comenzar a desembocar en su más originaria y antigua fuente.

P. Se refiere usted a la unidad socialista.

R. Me refiero a la unidad socialista, pero sé que corro el riesgo de que se malinterprete. Alguien pensó que yo cultivaba la hipótesis de una reunificación de la izquierda dentro del partido socialista. Y no es en este sentido. La fuente del río son los valores de un socialismo liberal, una gran fuerza política moderna, amplia, compleja, articulada y capaz de influir y orientar a las grandes opciones de la sociedad italiana.

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