El clamoreo
Lo de Camarón fue lo de siempre: el tumulto, el griterío, el zambullirse en la fiesta a tumba abierta. Sale el cantaor y el clamoreo es ensordecedor. Se sienta, se templa por alegrías, y el clamor de nuevo. Toda su actuación fue así, intermitentemente corcada por el público entregado de antemano.Hubiera sido igual que el nionstruo estuviera bien o mal, pero lo cierto es que cantó bien, dejando constancia una vez más de su excepcionalidad. Durante una hora cantó con fuerza, con ganas, pero también con esa sabiduría increíble que hace de él una figura aparte en el contexto del flamenco actual. Porque al margen del clima sociológico que genera cada una de sus actuaciones, la verdad es que Camarón es virtuoso del mejor cante, que conoce de maravilla, que interpreta con jondura y desgarro, que transmite como nadie.
Camarón con Tomatito
La Susi. Carmen VargasPalacio de los Deportes. Madrid, 4 de mayo.
La noche del viernes estuvo particularmente brillante, rompiendo la voz casi en cada tercio, creciéndose constantemente. Y así el clamor se convirtió en clamoreo, un constante fervor expresado a grito pelado por la audiencia rendida, del que participó en varias oportunidades el buen hacer de un Inspirado Tomatito.
Camarón hizo alarde de esa forma tan personal de comunicar su arte cuando está en vena. De pronto pacifica el cante, parece que no va a pasar nada, y a seguido un jipio estremecedor pone la carne de gallina. Todo lo que cantó -por levante, por soleá, por bulerías- tuvo la marca de lo verdaderamente grande, pero hizo unos tangos que me parecieron memorables. Lo de más fue accesorio, incluida la estimable actuación de Susi. Carmen Vargas lució su palmito en un par de bailes.
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