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Dos ejercitos hostiles, en la hora de la reconciliación nicaraguense

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIAL,En medio de un país ocupado por dos ejércitos hostiles y casi totalmente paralizado por las huelgas, Daniel Ortega y Violeta Chamorro protagonizarán el próximo miércoles la primera entrega pacífica y democrática del poder en toda la historia de Nicaragua. El aforo del Estadio Nacional, donde se celebrará la ceremonia, ha sido repartido al 50% entre los seguidores de los presidentes entrante y saliente con el fin de que ambos reciban el mismo volumen de aplausos, guardando así el nuevo clima de entendimiento y reconciliación nacional.

Las dificultades a las que se enfrentarán los nuevos gobernantes son enormes, pero contarán a su favor con la voluntad explícita de entendimiento entre las dos principales formaciones políticas, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y la Unión Nacional Opositora (UNO). En opinión de Edmundo Jarquín, todavía embajador sandinista en Madrid , "aquí ha habido un gran acuerdo en el que el FSLN le da al nuevo Gobierno estabilidad, y el nuevo Gobierno le da a los sandinistas seguridad".Con esos criterios, ambas fuerzas firmaron el mes pasado el Protocolo para la Transición, un documento que es, específica que en Nicaragua se vive una sucesión dentro del orden constitucional vigente, lo cual garantiza, entre otros aspectos, la entrega plena del poder, la subordinación de las fuerzas armadas a las nuevas autoridades, pero, al mismo tiempo, el respeto a la integridad de la institución militar.

Todo suena demasiado bello para un país que sólo ha conocido en, su historia dictaduras, invasiones, guerras, injusticia y miseria. Todo suena ajeno a un país que sale de 10 años de un Gobierno revolucionario sometido a la más agobiante presión de EE UU y de una guerra civil con miles de muertos.

Ambiciones

Los odios y las ambiciones no han sido desterrados todavía. Unos días después de la firma de los acuerdos de transición, el próximo jefe efectivo del Gobierno de Violeta Chamorro, su yerno Antonio Lacayo, tuvo que parar un intento de golpe interno dirigido contra él por buena parte del consejo político de la UNO, formado por los dirigentes de los 14 partidos políticos que integran la coalición. Los sublevados se quejaban por la marginación a la que habían estado sometidos durante todo el proceso de negociación con el FSLN.Unos días más tarde, el propio Lacayo fue recogido de su casa por su cuñado Carlos Fernando Chamorro, director del diario sandinista Barricada, para que interviniese directamente en la incertidumbre creada por la presidenta electa al afirmar que expulsaría de sus cargos a los sandinistas. Lacayo se encargó de precisar que Chamorro no llamaría a dirigentes del FSLN para integrar su Gabinete, pero que todos los mandos militares sandinistas se mantendrían en sus puestos, con lo cual tranquilizó a los actuales gobernantes que se conforman con el poder fáctico tras las armas, pero abrió un serio conflicto con el segundo ejército del país, la Resistencia Nicaragüense (RN).Lacayo afirmaba , un día después de la firma del acuerdo que obliga a la contra a desmovilizar se antes del 10 de junio próximo que "si se negaran a desarmarse entrarían en un estado de ilegalidad, y el nuevo Gobierno haría todo lo que esté de su parte par inducirlos a cumplir el acuerdo"La historia parece dirigirse hacia la situación paradójica de que el próximo miércoles, Antonio Lacayo y su equipo de gobierno ocupen el lugar de la barrica da que dejan libres los sandinistas, mientras que los hermanos Ortega y el Ejército sandinista se convierten en garantes de la paz y la estabilidad de este país.

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