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Tribuna:
Tribuna
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La difícil transición

En la segunda parte de su artículo, el autor analiza los principales factores de riesgo ante el traspaso de poderes en Nicargua: la heterogeneidad de la coalición que dio la victoria a Violeta Chamorro, la actitud de los gobernantes sandinistas derrotados, la imposibilidad legal de efectuar un cambio constitucional (por falta de la mayoría necesaria) y la actitud del gran vecino estadounidense.

Nunca la posibilidad de la paz y a la vez el estallido social, incluso la guerra civil y la intervención norteamericana, han estado más presentes en Nicaragua. El proceso electoral fue dificil, pero la transición será mucho más, confirmaba uno de los principales observadores de la ONU. ¿Por qué?- Los dilemas de la UNO. Uno no es UNO. El conglomerado de los 14 partidos sorpresivamente se mantuvo unido a pesar de las fuertes tensiones. El sector más pragmático de doña Violeta y Antonio Lacayo enfrentan actualmente a un sector revanchista y al sector históricamente más somocista. Los que pretenden que el 25 de febrero se convierta en un 19 de julio de 1979 a la inversa buscan la erradicación total del sandinismo, sobre todo con el desmantelamiento del ejército-seguridad, la privatización del sector estatal y el control de las organizaciones populares, base social del sandinismo. Conflian contar con el apoyo de Estados Unidos en esta tarea. Doña Violeta, por su parte, ha demostrado un pragmatismo y sentido nacional notable, matizando su discurso electoral y el tono agresivo de su propio periódico, La Prensa. ¿Será capaz de imponerse sobre los viejos políticos, la contra y las presiones de Washington, que pretenden cooptarla para destruir al sandinismo?

- Los dilemas del sandinismo. El FSLN ha reaccionado con una enorme capacidad moral y política a la derrota electoral. "No parece que estamos evaluando una derrota, sino celebrando un triunfó", fue el comentario el martes 27 de febrero en la Asamblea Sandinista. "Éste es el Viernes Santo del sandinismo, pero resucitaremos como Cristo", fue la síntesis de Daniel Ortega, evaluando las elecciones ante grupos cristianos. Esta vitalidad del sandinismo más su peso específico como partido mayoritario frente a una coalición dividida y sin consistencia ideológica refleja la tensión de los dos meses de transición. El entusiasmo y las masas en las calles no eran de los vencedores, sino de los vencidos. La preocupación y la incertidumbre sobre el futuro era de ambos. ¿Será posible la reconciliación nacional y la reconstrucción del país en esta tensa situación? Claramente la gobernabilidad política del país depende del sandinismo, pero la reconstrucción económica, de la UNO y de Washington. ¿Podrán los equipos negociadores encontrar los mínimos comunes para una relación de trabajo entre el nuevo Gobierno y la nueva oposición?

-Los dilemas constitucionales. La UNO no tiene en la Asamblea más que 52 escaños. No alcanzan el 60% requerido para afectar la Constitución. Tortanto, el margen legal constitucional es el arma jurídica de los sandinistas que invocan el Estado de derecho que la UNO proclamaba en las elecciones. El nuevo Gobierno puede negociar modificaciones institucionales, pero no sustantivas sobre las fuerzas armadas, la banca y comercio exterior nacionalizados y las conquistas sociales incorporados en la Constitución. Por otro lado, el control del Gobierno, del presupuesto, de las relaciones internacionales y financieras de un amplio sector económico del país y grupos afines, como el COSEP y, sobre todo, el apoyo de Washington, dan un poder de negociación al Gobierno de doña Violeta que el sandinismo no había enfrentado en estos 10 años.

Caos político

¿Será la confrontación o la concertación la dinámica dominante? ¿Será el marco jurídico o la lucha de clases lo que determinará la transición? Posiblemente resultará una combinación de ambos factores, que requerirá una gran capacidad de liderazgo y de pragmatismo audaz por parte de Violeta y Daniel para que el país no estalle en un caos político y social.

Las iglesias y los observadores internacionales, como Richardson, Carter y Baena Soares jugarán un papel importante como testigos que permitan que la negociación se imponga como instrumento de racionalidad ante los coletazos de una guerra que aún resuena en el horizonte y que la contra quiere reactivar. La desmovilización de la contra, por tanto, es la condición previa para crear la atmósfera requerida. La próxima reunión de los presidentes centroamericanos a finales de marzo en Managua servirá también de prueba para comprobar si el marco de Esquipulas tiene sentido para el futuro. El liderazgo de Óscar Arias está en cuestión, como estuvo el de Daniel Ortega en las elecciones. El espacio centroamericano sin interferencia extranjera y con verificación internacional para resolver la crisis regional está, por tanto, también en juego.

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La encrucijada en la capital norteamericana sobre Centroamérica es acuciante. Las elecciones en Nicaragua abren la posibilidad de que la línea más pragmática de Baker aproveche las elecciones con el apoyo de Richardson y Carter. La nueva credibilidad mundial de Daniel Ortega puede contribuir para iniciar una política más realista hacia Nicaragua.

Sin embargo, hay vientos huracanados en torno al istmo de Darién. La experiencia de Panamá, la huelga del presidente Endará por falta de financiamiento ,mínimo, el atentado contra lastropas norteamericanas, las excusas de Washington para financiar al nuevo Gobierno democrático en Nicaragua, las dificultades en el Congreso para el financiamiento en El Salvador, indican que Centroamérica seguirá como una molestia permanente en la agenda exterior norteamericana, cada vez con menos apoyo de los aliados y de América Latina. Japón, por otro lado, está abriendo nuevas iniciativas en la región. Hay cansancio en Washington sobre Centroamérica. Un acomodo elegante es posible para Washington sin soliviantar la derecha.

Por otro lado, Centroamérica puede convertirse en el hueso que se lanza a la jauría para que se entretengan mientras se negocia en otras partes del mundo. La avalancha desintegradora del neoliberalismo económico se impone en la región con total apoyo del Banco Mundial, Fondo Monetario y AID. La taiwanización de Centroamérica para el mercado norteamericano, que se inició con la Iniciativa para la Cuenca del Caribe, toma nueva fuerza en la región. El intento de desintegrar el Ejército en Nicaragua, como sucedió en Panamá, buscando un modelo costarricense para la región y Estados Unidos como el policía regional, se presenta para la derecha norteamericana como el sueño de la paz americana. Panamá fue el inicio de este proyecto de convertir a Estados Unidos en el policia del Tercer Mundo, comenzando por el patio trasero. El presupuesto de Defensa norteamericano podría reducirse en Europa y en armamento nuclear, pero habría que aumentarlo para armas convencionales y operaciones de despliegue rápido. La derrota electoral del sandinismo para este sector es una prueba del éxito de la agresión múltiple y devastadora de la guerra de baja intensidad. La caída del muro de Berlín demostró para la ultraderecha la victoria histórica del capitalismo que, por tanto, justifica la presión sobre las zonas recalcitrantes del Tercer Mundo. El fin de la guerra fría no llega al Sur, y menos al trópico centroamericano, que se mantiene como zona caliente, símbolo y lección para el resto de los países subdesarrollados.

El gran vecino

Dependiendo de cuál de estas posiciones domine en Washington, la actitud del gran vecino sobre la transición en Nicaragua será determinante. Los negociadores Antonio Lacayo y Humberto Ortega gozarán de espacio nacional para resolver las difíciles tensiones de la transición con habilidad, pragmatismo y sentido patriótico o, por el contrario, los intentos de cooptación provenientes de Washington sobre el Gobierno de doña Violeta podrían provocar la ruptura de los diques de contención social que el sandinismo ha construido en estos años. Washington será el tercer actor en la transición. Los observadores internacionales y la comunidad internacional tendrán que demostrar ahora su capacidad de preservar el espacio nacional logrado con la honradez y la transparencia de las elecciones. El éxito electoral en medio de todas las limitaciones de la crisis económica y la polarización de la guerra ha demostrado que los nicaragüenses pueden resolver los problemas a lo nica, si no se interfiere y polariza desde el exterior, garantizando un espacio propio de negociación.

Aliciente regional

Centroamérica se presenta como un test y ejemplo de colaboración constructiva de las superpotencias y de la comunidad internacional para resolver los problemas de la paz, democracia y desarrollo de la región. Gorbachov y Shevardnadze ya hicieron la oferta. También Europa y Japón. El dilema de Washington es aceptar este espíritu de détente global o pretender transformar a Centroamérica en plataforma de lanzamiento de un proyecto de contención ejemplar contra la autodeterminación y la democracia que necesitan los pueblos del Tercer Mundo para lograr la paz. La ejemplaridad de las elecciones en Nicaragua y el reconocimiento por parte del FSLN del nuevo Gobierno podría servir de aliciente-regional. La verificación internacional de la ONU podría permitir una pronta negociación entre el Gobierno de Cristiani y el FMLN. Unas elecciones verificadas en Guatemala en octubre ayudarán a superar la cultura del terror que domina ese país, que se ha convertido en la Suráfrica de América Latina por el apartheid contra la mayoría indígena.

El gran peligro de la coyuntura actual para Centroamérica consiste en el olvido y posposición de la solución de las causas estructurales que provocaron la crisis en la década de los setenta. Negociar para evitar el estallido social en los países de la región entre los sectores en pugna, impedir la intervención norteamericana en los asuntos internos respetando el derecho internacional y los acuerdos de paz regionales es una condición sine qua non, pero no es suficiente para garantizar la permanencia de la paz. La resolución de las causas estructurales de la crisis está pendientes todavía. Nicaragua dio pasos importantes en este sentido que si fuesen revertidos por el Gobierno de doña Violeta alejarían la paz de Nicaragua y Centroamérica.

Esta grave y posible amenaza del caos en el país y la región es un grito de alerta a la conciencia, al sentido común y a la necesidad de encontrar fórmulas de negociación para resolver lo urgente, pero sin marginar la resolución de las causas estructurales de las crisis nacionales y regionales. Desarrollo con justicia, democracia con participación y autodeterminación nacional con integración regional dentro del marco de los acuerdos de Esquipulas y el derecho internacional siguen siendo los imperativos de la paz centroamericana.

Xabier Gorostiaga es jesuita y economista.

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