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El primer fin de semana de Imagfic

El Festival de Cine de Madrid (Imagfic), como todo acontecimiento cultural que se respete, sabe cuáles son sus días cálidos, aquellos en los que se concentra el mayor número de aficionados y el apasionamiento cinéfilo más sólido. Ese conjunto del primer viernes, sábado y domingo configura una unidad absoluta para la programación, y no es raro, por tanto, que los esfuerzos más sublimes de la oferta conjunta se hayan acumulado en estas jornadas.

En un catálogo tan amplio como el de 1990 hay mucho donde elegir y probablemente las experiencias de un espectador determinado se alejarán mucho de las de otro; esto no es malo porque el cine es, cada vez más, un fenómeno plural y variado, según la clase de historias con que nos topemos, los países donde se rueden las películas y el talento de los profesionales que las produzcan.Hay, desde luego, dos formas distintas y contrapuestas de acercarse a esta celebración cinematográfica: una, que respeta las sugerencias canónicas de los papeles oficiales y una segunda forma, que consiste en fiarse del azar y de la inspiración de cada momento.

Un apretado resumen de lo más valioso y sugerente que se ha podido ver estos días nos remite a todos los ciclos, puesto que en todos había algo valioso y digno de ser visto. En el concurso oficial es preciso mencionar Asuntos sucios, de la que se ha hablado ya en este periódico, una película de Mike Figgis, director británico de quien ya conocíamos en España algún trabajo anterior, Lunes tormentoso, y que se supera en esta primera producción americana, algo convencional, por supuesto, protagonizada por la tópica pareja de policías, con dos interpretaciones excelentes de los protagonistas, Richard Gere y Andy García, sobre todo este último.

Combustión espontánea, de Tobe Hooper, en cambio, no me ha emocionado demasiado y confirma mi opinión de que estamos ante un director enormemente irregular, capaz de lo peor y de lo mejor, en función de la inspiración coyuntural. Una grata sorpresa es, sin duda, El visitante del museo, inquietante parábola política y religiosa, rodada en la Unión Soviética por Konstantin Lopushanki, que se presta a las más dispares interpretaciones, especialmente ahora, en un mundo tan cambiante como el que ha sucedido a la caída del Gran Muro.

Santa sangre, de Alejandro Jodorowski, uno de los cineastas más imaginativos del mundo -autor de dos filmes antológicos, que llevan varios años fuera de circulación, El topo y La montaña sagrada-, nos ofrece ahora una mixtura cultural increíblemente rica y variada con una obra sangrienta, desde luego, como es este relato, penetrado por el terror, la violencia y la denuncia religiosa en su versión racial mexicana, sin que falte el culto al bolero y al amor sentimental sin frenos.

Capaz de todo

Jodorowski es capaz de todo y lo demuestra con creces en esta historia absolutamente desmelenada, que parece extraída de una de sus habituales páginas de comic, y que hará las delicias de muchos y provocará la ira de otros tantos.Entre las proyecciones oficiales del festival aparece War requiem, de Derek Jarman, una visualización cinematográfica sobre el oratorio de Benjamín Britten, que fue estrenado en la catedral de Coventry, para celebrar su reconstrucción, después del tremendo bombardeo que sufrió el templo en la Il Guerra Mundial.

Jarman, siempre amante de lo insólito -en el terreno de la música y en el de las imágenes-, ha elaborado una continuidad sin diálogo, inspirada en la vida del compositor británico, para evocar el sentido de la guerra en nuestro siglo. Otra de las películas más interesantes del programa es Monsieur Hire, una intensa y emotiva adaptación de la novela de Simenón del mismo título, dirigida por Patrice Laconte, con una historia llena de violencia contenida y erotismo sugerente.

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