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UNA NUEVA EUROPA

Violencia en las calles de Londres contra la política de Thatcher

Escenas de violencia nunca vistas en Londres en tiempos de paz -130 heridos y cientos de detenidos, edificios y coches incendiados, saqueos y asaltos en todo el centro de la ciudad- convirtieron en un penoso desastre la manifestación de decenas de miles de personas en la capital británica contra el poll-tax, el nuevo impuesto municipal decidido por el Gobierno de Margaret Thatcher, que hoy entra en vigor en toda Gran Bretaña.

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Esta tasa ha arrojado al Partido Conservador a simas de impopularidad que han llevado a los tories a especular con la sustitución de la primera ministra. Thatcher salió ayer al paso de estas especulaciones y dijo que no piensa retirarse.El centro de Londres -de Trafalgar Square al Soho y zonas aledañas, incluidas las comerciales Regent Street y Oxford Street- estaban anoche salteados de coches volcados e incendiados, escaparates rotos, basuras, edificios atacados por el fuego, ulular de sirenas, policías, bomberos, aterrorizados transeúntes, y restaurantes y pubs cerrados con urgencia. Todo ello, en confusa mezcla después de una tremenda batalla campal iniciada en Whitehall -la avenida que une Trafalgar con el Parlamento y una de cuyas bocacalles es Downing Street, residencia de la primera ministra- entre manifestantes y fuerzas de seguridad, que produjo imágenes de violencia propias de dictaduras.

Informaciones contradictorias atribuían la chispa de la explosión a una violenta actuación policial contra manifestantes pacíficos o a la intervención de grupos de extremistas y gamberros, que optaron por la violencia y comenzaron a atacar a los policías con piedras, botes y ladrillos.

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Batalla campal en la protesta contra Thatcher

Los policías que actuaron en Londres tuvieron que retirarse en un primer momento y volvieron a la carga con caballos y fuerzas antidisturbios, recibidos con una lluvia de piedras, botellas, papeleras, palos y todo lo que caía en manos de los más violentos manifestantes, que huían de los agentes por las calles aledañas para volver sobre sus espaldas atacando a su paso coches y escaparates.Informaciones de Scotland Yard hablaban anoche de 58 policías heridos, mientras fuentes de diversos hospitales indicaban que no menos de otras 70 personas estaban recibiendo atención médica, una de ellas con heridas de extrema gravedad.

George Galloway, un parlamentario laborista escocés que intervino en la concentración de Trafalgar Square, declaró que "la responsabilidad de estas ruinosas escenas de violencia al final de la manifestación contra el poll-tax recae sobre una minoría de extremistas -anarquistas del Grupo Guerra de Clases y otros grupos de ultraizquierda, en particular el Partido Socialista de los Trabajadores (SWP)- y no sobre la policía y los organizadores de esta gigantesca manifestación". El SWP negó tener ninguna responsabilidad en lo ocurrido, pero dijo comprender el estallido de ira.

Manifestación de violencia

Margaret Thatcher siguió los acontecimientos vespertinos desde su residencia de fin de semana en Chequers, donde dijo lamentar la deplorable manifestación de violencia sufrida por la ciudad. Horas antes había tenido ocasión de sentirla más cerca, cuando un par de centenares de manifestantes pretendió acercarse hasta el edificio de Cheltenham en que ella se estaba dirigiendo al congreso anual de alcaldes conservadores. Dos policías resultaron heridos y medio centenar de personas fueron detenidas, tras un enfrentamiento entre ambos grupos.

Thatcher había acudido a Cheltenham tras una nuevo estallido de especulaciones sobre su futuro político, desencadenadas por la decisión del ex ministro y ex presidente del partido, Norman Tebbit, de ofrecerse como candidato al liderazgo tory en el caso de que la primera ministra decidiera dejar la escena. La inesperada irrupción de Tebbit, en momentos tan difíciles para Thatcher, debe considerarse como el estallido de la paciencia de los guardianes de la ortodoxia thatcheriana, nerviosos con el continuo vaivén de Michael Heseltine, implícito aspirante al liderazgo y también ex ministro conservador, pero menos radical que Thatcher.

Heseltine es partidario de un discreto intervencionismo estatal y defensor de Europa, dos ideas que repugnan al thatcherismo puro y duro. Tebbit ha venido a decir a Heseltine que no va a pasearse en su carrera hacia el liderazgo tory y que, si llega a plantear y ganar la batalla, herederá un partido tan dividido que no tendrá opción a ocupar el 10 de Downing Street.

El presidente del Partido Conservador, Kenneth Baker, ha pedido que cese ya esta "cháchara ociosa" de candidatos y candidaturas, pues "el hablar de elecciones al liderazgo sólo ayuda a nuestros oponentes". Thatcher tambien salió al paso de estos indeseados movimientos internos y en la idealmente conservadora Chaltenham dejó bien claro que el puesto "no está vacante". Fue en los primeros momentos de su alocución, en clara muestra de hasta qué punto las especulaciones corroen al partido, cuando la primera ministra manifestó tajantemente: "Para evitar cualquier malentendido... no he venido a Cheltenham a retirarme".

Cheltenham y Londres fueron ayer las caras opuestas de la misma moneda del thatcherismo: entrega total y visceral aborrecimiento.

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