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La revancha de los cómplices

El dictador Nicolae Ceaucescu y su mujer, Elena, murieron bajo los disparos de todo un batallón de soldados antes, incluso, de que fuesen designados los componentes del pelotón de fusilamiento. Ninguno esperó la orden de fuego. El odio apretó los gatillos de las decenas de: Kalashinikov. En Rumanía continuaba entonces aún la lucha entre las fuerzas revolucionarias y los defensores del antiguo régimen. El juicio fue sumario y sin garantías. Más que un juicio pareció una acción de guerra.La revolución en el Este ha tenido sus perdedores. Son los máximos dirigentes de los regímenes socialistas, sus familias y colaboradores. Todor Yivkov en Bulgaria; Erich Honecker en la RDA; Nicu, Valentín y Zoia Ceaucescu en Rumania; Gustav Husak,Vasil Bilak y Milos Jakes en Checoslovaquia son algunos. Otros son los miles dedesconocidos empleados en el aparato comunista que con mayor, menor o ninguna culpa están expuestos hoy al desprecio y las represalias de la población.

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Los supervivientes de las cumbres del Pacto de Varsovia en la época brezneviana podrían hoy formar una organización de presidiarios. Pero el alivio por la caída de dictadores que han reprimido a sus pueblos y hundido sus economías, no puede hacer olvidar la obligatoriedad de juicios justos a los acusados. Con rápidez y osadía los antiguos cómplices se han convertido en los verdugos.

Los partidos comunistas, amenazados por la desaparición y los aparatos estatales comprometidos en el régimen fenecido se distancian de sus antiguos líderes con acusaciones y ataques Las poblaciones resentidas y agraviadas durante décadas piden venganza con una saña que en el caso de la RDA resulta ya motivo de espanto. Las mayorías silenciosas intentan compensar ante sí mismos su sumisión con la agresividad hacia los caídos. Centenares d e miembros de la Iglesia evangélica se han dado de baja al saber que ésta ha dado asilo a Erich Honecker. La mayoría de los rumanos; lamentó la ejecución de los Ceaucescu porque "debían haber sufrido mucho más". Los comunistas checoslovacos, en su frenesí por sobrevivir a las elecciones, han expulsado ignominiosamente a líderes a quienes fueron veirgorizosamente serviles.

Los hijos de Ceaucescu no podrían dar seis pasos en libertad por Bucarest sin ser linchados por los transeúntes. Vasil Bilak, colaborador en la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 o Milos Jíakes, ex jefe del partido en Praga, tampoco podrían dejarsie ver en las calles de Praga sin grave riesgo.

Para que los procesos a los responsables de los regímenes caídos no se conviertan en una nueva versión de los juicios-farsa del estalinismo y los nuevos Estados en el este de Europa no nazcan con el pecado original de condena políticas, habrán de concretarse al máximo los puntos de la acusación, y demostrarse éstos. Al margen de delitos tan claros como el estupro continuado de Nicu Ceaucescu o la evasión de divisas y robo por parte de la familia Yivkov, la mayoría de las acusaciones son de tipo político, y por tanto insostenibles en un proceso penal. Alguna acusación, como la de alta traición contra Honecker es sencillamente ridícula.

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Esclarecer los crímenes de los regímenes totalitarios es condición para el nacimiento de Estados democráticos y libres. La búsqueda de víctimas propiciatorías en ancianos enfermos para lavar de culpa a cómplices, colaboradores y culpables de pasividad no puede cimentar un nuevo orden Justo, advierten, en lo que podría parecer una paradoja, los demócratas activos en la resistencia a la dictadura y perseguidos cuando los hoy presos eran poderosos e intocables.

Como dice el ex disidente checoslovaco,Petr Uhl, incansable defensor de los derechos humanos y detenido infinidad de veces por la policía comunista, que eshoy director de la agencia CTK, "la demagogia que incita a la guerra santa contra los comunistas es pérfidamente peligrosa". Beneficia a estos con una reacción solidaria por la adversión al revanchismo generalizante de muchos ciudadanos. Esto explica que son los cómplices quienes agitan a la venganza y a utilizar contra los dirigentes caídos métodos incompatibles con una sociedad democratica sana.

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