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Campeonato de tiro a la armilar

El autor de este artículo desdeña las críticas lanzadas contra la construcción en Madrid de una esfera armilar y espera de los responsables de la conmemoración del V Centenario "que su audacia esté a la medida de la de los hombres de hace 500 años" y apoyen decididamente la construcción de la esfera.

En el transcurso de las últimas semanas se ha ido levantando en contra de la esfera armilar que se construirá en Valdebernardo (Madrid) toda una serie de voces que, no muy bien orquestadas, han compuesto un coro de plañideras cada vez más desafinado.Símbolo ridículo y aberrante, monstruosidad, despropósito, desastre, licencia infinita, manifestación de incultura, mamotreto y hasta malformación cancerosa son algunos de los calificativos y opiniones que el monumento propuesto ha merecido en diversos comentarios publicados sobre el tema. Comentarios que sobre todo exhiben un absoluto desconocimiento de la idea desarrollada por el escultor Rafael Trénor y el ingeniero de caminos José Antonio Fernández Ordóñez, con la colaboración del también ingeniero de caminos Julio Martínez Calzón, la de Juan Enrique Almeida, la de dos arquitectos -el valenciano Ignacio Pascual y el californiano Regan Bice- y la del pintor colombiano Alberto Gutiérrez. Probablemente es este desconocimiento del proyecto -nada hay más atrevido que la ignorancia- lo que ha llevado a algunos a firmar ciertos disparatados ataques a la armilar.

Entre las críticas más recientes al proyecto está (EL PAÍS del 5 marzo 1990) el artículo de un arquitecto que, entre otras opiniones, expresa su convicción de que sería mucho más apasionante construir una rueda de bicicleta de 92 metros de diámetro. Asimismo, con un moderno y curioso sentido radial de la sociedad urbana, concluye que la esfera, si acaso, debería construirse en el centro geométrico de Madrid, con lo que no se favorecería a los habitantes de Valdebernardo más que a los de otras zonas.

Obra de arte

Por si fuera poco, en ese mismo artículo se afirma que la esfera propuesta "carece, desde el planteamiento inicial, de los sustentos esenciales de todo monumento o, lo que es lo mismo, obra de arte". Aparte de que obra de arte puede serlo un cuadro o una composición musical, por poner algún ejemplo, y, por tanto, no son identificables siempre ambos conceptos, tengo entendido que la palabra monumento procede del latín monumentum, derivada de monere, avisar, y en su acepción principal se aplica a cualquier construcción arquitectónica o escultórica erigida para conmemorar algo; es decir, para recordarlo. Un monumento es una imagen tridimensional simbólica y, en la medida de lo posible, permanente, que pretende señalar algún hecho histórico y evitar su olvido inscribiéndolo con fuerza en la memoria humana. Debe, además, recordarnos la época de su realización y ser suficientemente atemporal como para mantener la fascinación de las gentes a lo largo de las épocas. El monumento simbólico del V Centenario debe, pues, además de recordar la gesta festejada, ser actual -contemporáneo- y a la vez atemporal, requisitos todos que, a mi modo de ver, cumple sobradamente la esfera propuesta.

No ha faltado entre las huestes lanzadas contra la armilar el inevitable demagogo que, escandalizado, nos explica cuántas cosas podrían hacerse con el dinero que costaría el monumento. Aparte de la inmediata, aunque también demagógica, respuesta consistente en sugerirle que hay bastantes cosas que nos cuestan mucho más dinero y son mucho menos hermosas que este monumento, basta con aclararle que el dinero invertido en la construcción de la esfera armilar se recuperará en un plazo razonable con su explotación.

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Dejando, en fin, para otros las conclusiones en relación con las verdaderas motivaciones de tan descabelladas críticas, que pueden deducirse analizando las fobias y filias corporativas de sus autores, quiero limitarme en las próximas líneas a unos breves comentarios sobre algunos aspectos de este proyecto.

Con respecto al criticado tamaño de la esfera, independientemente del carácter simbólico de las cifras, se proyectó intencionadamente con unas dimensiones que, manteniendo el imprescindible carácter de espectacularidad, huyen de una excesiva grandilocuencia.

Simetría y armonía

Por lo que se refiere a los planteamientos estéticos, si la perfección y la conveniencia de una obra quedan definidas por su recreación de unas relaciones de simetría y armonía que estén acordes con las leyes matemáticas que rigen la armonía y el orden del universo, parece claro que con esta esfera, que reproduce el sistema solar a escala espacio-temporal, se ha acertado plenamente.

En cuanto a la adecuación de este símbolo para Madrid, no me cabe en la cabeza que precisamente una esfera armilar pueda ser considerada andaluza, gallega o de cualquier otro lugar concreto, como ha insinuado alguno de los que atacan el proyecto, tal vez pensando que sería más adecuado para la zona un oso y un madroño de las mismas proporciones. Debe tenerse presente también que ni las pirámides se concibieron para simbolizar a Egipto ni la torre Eiffel a París, ni el Atomium a Bruselas, sino que por su propia fuerza expresiva -por cierto, claramente relacionada con su tamaño- devinieron símbolos de esos lugares, lo que ocurrirá también con esta bella esfera armilar y el lugar y país que acojan su construcción.

De los responsables de la conmemoración del V Centenario me cabe esperar que su audacia esté a la medida de la de los hombres de hace 500 años, a quienes se pretende recordar con el monumento; que no pierdan la oportunidad histórica de construir en España esta esfera, que se asociará indisolublemente para siempre con la gesta conmemorada. Y a los autores del denostado proyecto, que están soportando los absurdos ataques de muchos, me gustaría recordarles que "es más el número de los simples que el de los prudentes, y que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios". Espero, en fin, que los autores de este mundo que es la armilar no tengan que decir un día: "Mi mundo no es de este reino".

es redactor jefe de la revista O.P.

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