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Tribuna:LA ARBOLEDA PERDIDA
Tribuna
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"Ya llegaron las cigüeñas..."

"Ya llegaron las cigüeñas a Estrasburgo", comienza un poema del gran poeta mexicano Amado Nervo, escrito poco antes del año que yo nací.En cuanto lo conocí, le pregunté a André, nuestro atento enteradísimo chófer, que si era Ve rdad lo que decía el poema. Sí, es verdad-, me respondió. "Las cigüeñas siguen llegando a Estrasburgo. pero ahora no se posan sobre las torres del a veces ruidoso cielo de la ciudad, sino que lo hacen en las afueras, en campanarios y torres más lejanos".

Yo había llegado invitado al Parlamento Europeo por el grupo de Izquierda Unitaria Europea, que me tenía preparados varios actos. en compañía de la escritora valenciana María Asunción Mateo y Marcos Ana. Quien salió a recibirnos, junto a Manuel Fernández, y acompañó constantemente fue Antoni Gutiérrez, el Guti, mi viejo y querido amigo, líder del PSUC, quien me condujo en todo momento, llevándome a todos los actos en que intervine y acompañándome a todas las visitas de las autoridades que me recibieron.

El edificio del Parlamento era complicado, laberíntico. Las celdas o despachos de los miles que componen esta populosa organización nunca coinciden con los ascensores, así que al llegar a un piso hay que coger otro ascensor, y luego, a veces, uno o dos más para llegar al puesto deseado. Uno de los laterales del edificio coincide con un inmenso canal lleno de hermosísimos cisnes, que a veces alzan vuelo para cambiar de lugar. Es la parte más bella de todo el Parlamento, y a ella corresponde la celda de Antoni Gutiérrez.

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Estrasburgo es una hermosísima ciudad del Rin, en el corazón de Europa, con una inmensa catedral, verdadera Y escueta llamarada de piedra enrojecida, sorprendente aparición luminosa que se clava en el cielo. Nuestro chófer, enamorado de ella, nos recomienda que cerremos los Ojos y, no los abramos hasta que él nos diga. Verdaderamente, cuando los abrimos, la vista se nos arrebató hacia lo alto, quedándosenos prendida en las dos inmensas agujas del cielo.

Los canales se multiplicaban. Estrasburgo, ciudad abierta siempre, es un desafío constante hacia el porvenir.

Un apretado programa había organizado el grupo de Izquierda Unida, que me invitaba en unión de la escritora María Asunción Mateo y Marcos Ana.

Después de un extraordinario paseo por la ciudad fuimos a saludar a Roberto Barzanti, presidente de la Comisión de Cultura, y a otros miembros de la misma. Al día siguiente, con el presidente del Parlamento Europeo, Enrique Barón; con hispanistas, estudiantes y círculos culturales, y en cooperación con el director del Consejo de Europa. José Vidal-Beneyto, se organizo un recital de mis poesías, con el que obtuve (modestia aparte) un inmenso éxito. In citado por algunos oyentes, que los conocían, llegué a recitar algunos de mis sonetos romanos, incluyendo el de las meadas, terminando con el Guirigay de la Pájara Pinta. Me alegré mucho de mi éxito, de su gran resonancia.

El eco que dejó en el auditorio me llevó a otro recital y firma de libros en la librería Kleber. Agoté todos los que había. Tuve que dibujar mi pequeña paloma en todas las dedicatorias. Algo me cansé, pues los niños que había fueron insaciables.

Al día siguiente, siempre con nuestro culto e incansable chófer, partirnos para la ciudad de Colmar, visitando innumerables pueblos y ciudades de los Vosgos. Queríamos ver el alucinante retablo del tremendista pintor Grünewald, que alguna influencia tuvo en ciertas visiones de mis poemas de Sobre los ángeles. Pero nuestra rabia y sorpresa fueron grandes: el museo-iglesia de Unterlinden estaba cerrado. Hubo que hacer una gestión con la dirección del turismo para que nos abriesen. 1 Y vimos, sí, casi en una gran oscuridad, el terrible retablo de Grünewald, superior a lo que yo podía recordar de aquel momento de mis visiones angélicas. Volví triste y desesperado, pensando en que ya no encontraría otro momento mejor que aquél para contemplar el terrible retablo.

Se iba acercando el día de nuestra partida.

Volvimos a Estrasburgo, Veloz, por una autopista. Nuestro extraño hotel, que surge de improviso en una encrucijada. el hotel Sofitel, nos espera para que preparemos nuestro equipaje, pues mañana debemos partir para España, después de despedirnos de la señora alcaldesa, que nos dijeron era muy, bella... Se llama Catherine Trautrrían.

Pero la despedida más solemne y cordial fue para el presidente del Parlamento Europeo y, su señora. Yo le llevaba el dibujo de una paloma en azul, suspendida de su pico esta estrofa: "La Paz, que es lucha encendida, / vuelo para una paloma, / cielo y tierra sin herida".

Mientras volaba en espera del avión del Parlamento Europeo que nos transportaba a España volví a recordar los versos del poeta mexicano:-Yallegaron las cigüeñas a Estrasburgo, / en los ariscos torreones buscan nido, / abatiéndose en bandadas...".

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