España, entre dos deseos
F.M. Enrique Barón acude a Madrid con la idea de reforzar el apoyo español a las tesis de una reforma institucional que refuerce el poder de control del Parlamento Europeo. La postura del Gobierno español, aunque favorable al principio en que se sustenta la propuesta, es matizada en el tiempo. Fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores han insistido en "el peligro" de que la reforma institucional sirva de pretexto para enturbiar los trabajos de la conferencia intergubernamental, que a partir de diciembre debe concretar la reforma de los tratados de la CE para la unión económica y monetaria.
No sólo es el retraso lo que preocupa, sino el fracaso en el acuerdo, que impediría culminar el compromiso asumido por los doce en la cumbre del pasado mes de julio en Madrid. El gran escollo es la posición de partida británica, radicalmente contraria a la transferencia de soberanía que implica la creación de una moneda única en la Comunidad. Si a ello se une mermar el tradicional ambito legislativo de su Parlamento nacional, acaso ni la amenaza de quedarse totalmente aislada pueda vencer la oposición de Margaret Thatcher. Otros países, especialmente la RFA, volcada en la unificación, podrían inclinarse a frenar el ritmo acelerado de la integración.
La lógica del mercado único impone una moneda común. El desmoronamiento del Este ha convertido a la Comunidad en lo único estable en Europa, y con la unión política se trata de reafirmar ese polo de referencia.
El objetivo también es impedir, en frase de un alto responsable comunitario, que una Alemania convertida en la principal potencia europea sustituya el lema de Adenauer de que "lo que es bueno para Europa es bueno para la RFA" por otro del estilo de "lo que es bueno para Alemania es bueno para Europa".
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