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UNA NUEVA EUROPA

El Consejo de Europa, tejado de la 'casa común'

La nueva arquitectura europea es el tema central de la primera reunión ministerial del Consejo de Europa, ampliada a los seis países del Este europeo (Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Yugoslavia y la URSS) que ya solicitaron la adhesión, con la RDA en calidad de observadora. La reunión se celebra en Lisboa.

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La idea de celebrar esta reunión ampliada fue lanzada por el titular de Exteriores portugués, Joao de Dues Pinheiro, que ocupa, hasta mayo, la presidencia rotativa del comité ministerial, y fue acogida con entusiasmo por los demás países miembros del Club de los 23, pero también por los invitados.Si la unificación alemana promete dominar las discusiones en Lisboa, hay amplio consenso sobre la necesidad de crear instrumentos para lograr el objetivo común: la construcción de la gran Europa, pacífica, segura y democrática.

No parece casual que Moscú, a través de un despacho de la agencia Novosti, comentara que la Asamblea del Consejo de Europa -eventualmente transformada en un Parlamento paneuropeo- y un comité permanente de su Consejo de Ministros podrían ser los futuros órganos de la casa común europea. Una idea que, según los dirigentes soviéticos, iría al encuentro de la propuesta del presidente francés, François Mitterrand, de crear una confederación europea.

Según Joao de Deus Pinheiro, los acontecimientos en la Europa del Este han revitalizado el papel del Consejo de Europa, que fue durante décadas un organismo relegado por el protagonismo de la Comunidad Europea y sus instituciones: la Comisión Europea y el Parlamento de Estrasburgo.

Credenciales democráticas

El Consejo de Europa, que reúne a la mayor parte de los países europeos, es visto por las naciones del Este como el único organismo con autoridad y prestigio internacional suficiente para "emitir credenciales de democracia a favor de los nuevos regímenes". Para los países del Este, la admisión en la organización sería, pues, un objetivo en sí mismo, un certificado de garantía de que dejaron de tener regímenes totalitarios o de democracia limitada, para tener acceso, en pie de igualdad con los otros países del mundo libre, a toda clase de instituciones y organismos hasta ahora vedados al bloque comunista.

El derrumbe del muro de Berlín, que simbolizó la división de Europa pero también un equilibrio de seguridad basado en la bipolarización de las alianzas militares, creó un vacío que asusta a muchos Gobiernos del Este y del Oeste, con el resurgimiento de los nacionalismos y de los conflictos étnicos religiosos en un espacio cuyas fronteras, alteradas después de la II Guerra Mundial, no se encuentran todavía consagradas por un tratado de paz.

Los países del Este plantean también la necesidad de una ayuda económica y financiera para superar los problemas sociales de la transición, que pueden comprometer el cambio Político. Para muchos, lo ideal sería la rápida integración en la CE, pero ésta ya determinó que no serán siquiera admitidas nuevas peticiones de adhesión antes de la consolidación de la integración política y económica de los doce y del establecimiento de un tipo de asociación más estable con los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) y otros actuales asociados de la CE.

El presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, acude también hoy a Lisboa, donde se reunirá el domingo la cumbre de las organizaciones de los doce y los veintitrés (CE y Consejo de Europa). Participarán, del lado de la CE, Delors y el ministro irlandés Gerard Colins, presidente en ejercicio del Consejo Ministerial, y, en representación del Consejo de Europa, el presidente del Comité Ministerial, Joao de Deus Pinheiro, y la secretaria general, Catherine Lalumière.

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