Un suceso teatral extraordinario
Dos actores de raza negra, ambos súrafricanos, interpretan una diversidad de personajes callejeros característicos de su país. Uno y otro reflejan, con humor, el martirologio de cada día en la sociedad del apartheid. La ficción de fondo es un rumor: se ha dicho que Jesús -llamado "Morena", en su lenguaje sincrético- ha llegado a el país sudafricano. Sobre este bastidor tan leve se tejen las supersticiones de lo que puede pasarle, y al mismo tiempo se refleja la vida cotidiana de la raza oprimida. Este fondo político contiene toda la solidaridad y toda la decisión de sumarse a su protesta.Aparte de ello, como hecho teatral, nos encontramos ante un espectáculo extraordinario. El texto, en cuyo trío de autores figura Mbongeni Ngema, que tuvo aquí un éxito grande con su obra Serafina!, más dura, más violenta, más primaria que ésta, es de una calidad literaria fruto a su vez de una hibridación: se expresa en un francés coloquial, tiene resonancias indígenas directas, y hasta algun rasgo de construcción inglesa, que es el idioma externo de estos negros (opuestos al afrikaner, aunque también se les cuelan algunos vocablos enemigos).Pero este texto se traduce fácilmente por un juego humor-ternura, a veces tan desgarrador como el de la escena en que los dos parados se encuentran en la carretera, ofreciéndose a todo y a todos, mostrando su autorización oficial para trabajar. Las frases son breves, la pronunciación sacudida, como si estuviera compuesta únicamente de monosílabos; con una sonoridad musical autóctona.
Woza, AIbert!
Autores: Percy Mtwa, Mbongeni Ngema y Barney Simon. Versión francesa de Jean-Claude Carriére. Intérpretes: Mamadou Dioume y Bakary Sangaré. Dirección escénica de Peter Brook. Producción: Centre International de Créations Théâtrales (Francia). Décimo Festival Intemacional de Teatro de Madrid. Teatro de la Comedia, día 9 de marzo.
Dirección total
El lenguaje teatral es tan somero como eficaz y bello. No sé hasta qué punto trabaja la dirección de Peter Brook, de qué es responsable el mismo texto y las aportaciones originales de la Market Theater Company, de la que procede. La dirección no constituye un elemento aislado, como pasa tantas veces en un espectáculo teatral convencional: por el contrario está en todo, en los cubos sucios, en las tablas mal clavadas, en las blanquísimas dentaduras de los actores y en sus músculos, en la lucha contra el vacío, en la transformación de dos actores en una docena o más de personajes.Y el arte está, claro, en estos mismos actores, en esta pareja increíble de intérpretes negros, cuyo velocísimo trabajo, la belleza de sus voces, la adecuación de sus gestos a las situaciones en que se encuentran y que, aun teniendo un denominador común, tienen cada una de ellas su propia personalidad.
Entre todos los que intervienen en este espectáculo consiguen que un tema de cuya trascendencia está el mundo entero advertido pueda tratarse en una tonalidad local, y con personajes característicos en situaciones características, de forma que su impacto directo y la posibilidad de entendimiento llegue a las personas de vida más alejada y de información más difusa sobre el mundo aquí representado. Como muestra de teatro político es excelente. Porque es, primordialmente, un excelente teatro.
El público aceptó el espectáculo con entusiasmo. Muchos profesionales del teatro español estaban entre ese público volcado hacia lo que estaba viendo: podrían aprender muchas lecciones de ello. Las ovaciones se prolongaron al final y, lógicamente, fueron sobre todo destinadas a los dos actores únicos, a este fiaque que dan caras, voces y cuerpos a las ideas en el escenario.
Babelia
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