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Retornos

El proyecto de Rafael Moneo para el palacio de Villahermosa propone varios retornos: un retorno al edificio original, un viaje retrospectivo por la historia del arte, un regreso en los ecos a su primer y su mayor museo.Al edificio original de Silvestre Pérez y Antonio López Aguado se vuelve por la entrada propuesta, que se abrirá de nuevo en la fachada norte, valorando el jardín de la calle Zorrilla; se modifica así el énfasis de la reforma de Moreno Barberá -transformando el palacio en banco- dio a la fachada sur sobre la Carrera de San Jerónimo. Se vuelve también por la transformación de la gran sala de operaciones del banco -creada igualmente por el vaciado del edificio a principios de los setenta- en una galería de dimensiones más acordes con las proporciones generales de los espacios interiores. Se vuelve por último en la nueva pendiente de las cubiertas, más fieles a las primitivas que las actuales.

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La instalación de las casi 800 piezas de la colección Thyssen-Bornemisza, por su parte, propone también un viaje hacia el pasado. El visitante, que ingresará al museo por un zaguán que se abre sobre la galería central, ocupada por las grandes obras de este siglo, asciende en el edificio a medida que regresa en el tiempo: de los maestros europeos y norteamericanos del siglo XX a los primitivos alemanes de los siglos XIII y XIV, y a las esculturas medievales. Un regreso a los orígenes que tiene algo más que exploración genealógíca en la historia de las formas; pero de unas raíces que no se entierran en la profundidad de los sótanos, sino que se elevan como ramas floridas hacia las cubiertas luminosas.

Ecos de Mérida

Finalmente, la reforma de Moneo manifiesta, como no era fácil de esperar en un proyecto inicialmente tan acotado, una voluntad de continuidad con la reflexión arquitectónica que cristalizó en su obra más importante, el museo de Arte Romano de Mérida. El ritmo de los muros paralelos, la sobriedad funcional de los itinerarios, la parca elegancia de la luz cenital, la combinación de complejidad espacial y simplicidad geométrica, y aún el recurso matizado a la retórica de la hermosa galería central, son todos ellos ecos de Mérida en Madrid: el retorno a los orígenes es aquí biográfico.Queda por saber si elementos del proyecto tan significativos como la discreta elevación de la crujía trasera para ocultar las medianeras de los edificios colindantes, o la definición final de los acabados interiores lograrán sortear los obstáculos administrativos y los laberintos en la toma de decisiones que han acompañado a esta polémica operación, tan compleja en el terreno cultural como erizada de riesgos en el político. Mientras tanto, no cabe sino desear suerte al arquitecto en su triple retorno.

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