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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La incomparable Berganza

Actuación de Teresa Berganza el sábado en el teatro de la Zarzuela ha tenido verdade ro carácter de homenaje. A los interminables aplausos, a los bravos, gritos y piropos, se unieron hasta nueve propinas que prolongaron notablemente el programa. Hubo calor y entusiasmo por parte de un público parcialmente distinto al habitual del abono operístico. Y hubo esa extraordinaria comunicación que Teresa establece con el público, hecha de arte exigente y de simpatía.La verdad es que la Teresa Berganza operística es muy poco conocida en Madrid. Recordaba el programa que ya hace más de un cuarto de siglo que Teresa cantó la Cenerentola en la Zarzuela; después, una versión de concierto de La clemencia de Tito, hace 13 años. El resto han sido diversos recitales capaces de mantener el fuego sagrado en torno a la cantante madrileña, pero no de compensar el desconocimiento, en su tierra, de su Alcina sus diversos Mozart, su Dido y Eneas, su Italiana en Argel, sus Monteverdi, su Carmen o su Dulcinea de Massenet, que le ha, valido grandes triunfos.

Recital de Teresa Berganza

Teresa Berganza (mezzosoprano), J. A. Álvarez Parejo (piano). Obras de Guridi, Granados, Rodrigo y Rossini. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 24 de febrero.

Una de las razones que explican la ausencia operística de Teresa en Madrid la resume Álvaro Marías en muy pocas palabras: su afán de perfección. De otras motivaciones vaya usted a saber dónde se encuentran y los porqués. Esta vez Berganza nos dio algunas de sus creaciones, pues así hay que calificar la versión que, desde jovencísima, hace Berganza de las Castellanas de Guridi, las Tonadillas de Granados y los Madrigales de Rodrigo. Dar con el tono justo de casticismo y elegancia, de majeza y universalidad, de cosa natural y alta escuela, constituye un gran triunfo de Teresa.

La segunda parte tuvimos a Rossini en la cantata Giovanna d'Arco, escrita para voz y piano en 1832, y el tríptico La regata veneciana (1857), que pertenece a los denominados por su autor "péchés de vieillese". En fin, una tercera parte de solicitadas propinas: Cenerentola, Tancredo, Carmen, La perrichola, Respighi, Giménez, Falla y Chueca. Un verdadero alboroto que sumó muchos minutos de aplausos, llenó la escena de flores y revalidó el enamoramiento que nuestro público -como el de fuera- siente por esta artista absolutamente singular, a la que puede aplicarse con toda exactitud el término de incomparable. El pianista Alvarez Parejo colaboró, como es habitual en él, excelentemente.

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