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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alemania en la CE

LA OPINIÓN de que el ingreso de la República Democrática Alemana en la Comunidad Europea pertenece a otra dimensión que el de los restantes países del Este europeo quedó patente en el discurso pronunciado el miércoles en Washington por el presidente checoslovaco. Havel dijo, en efecto, que, para evitar desajustes y descoordinación en la integración europea, pretendía que su. país accediera a la CE simultáneamente con Hungría y Polonia. Expresaba así una tendencia bastante general sobre una eventual ampliación de la Comunidad Europea y, a la vez, evitaba deliberadamente citar el caso de la RDA, admitiendo así implícitamente que ésta tiene otra vía de incorporación.La realidad de lo que está ocurriendo en los últimos días avala su teoría. Por una parte, en los planes de unidad de las dos Alemanias prima el criterio de que el paso económico imicial debe consistir en la unificación de las monedas, o, dicho con mayor precisión, en la absorción del marco del Este por el marco del Oeste. Se consagra así el sometimiento completo de una economía. a la otra y, por extensión, se reafirma a la RFA como primera potencia económica de Europa. Tendrenlos, por consiguiente, una Alemania unida económica y monetariamente previa a la realización de la unidad monetaria en el conjunto de la CE. Es notable que la reconstrucción de la unidad alemana empiece pcir la unidad de las monedas, mientras que la construcción económica de Europa ha tenido que dar una serie de pasos previos para acabar precisamente con la unidad monetaria.

Cuando se dice que varios de los socios comunitarios se oponen a la instauración del Sistema Monetario Europeo (SME), se invoca generalmente el criterio de que nadie desea sustituir la disciplina del banco emisor alemán por la de un banco emisor europeo, porque vendría a ser lo mismo. La RDA, más realista y abocada a una situación límite de debilidad que le obliga a aceptar soluciones quizá precipitadas, acepta. Porque al unirse a la RFA pierde capacidad de actuar con autonomía, pero en cambio accede a un poder económico considerablemente superior.

Nos encontramos, pues, ante una perspectiva de cambios, en el plano económico, hacia la unidad alemana, que crean una situación imposible de ignorar y cuyas secuelas se manifiestan en el terreno político. La RDA está en plena batalla electoral; los diversos partidos de la RFA están tomando parte en ella con la esperanza de lograr así resultados que luego puedan ser utilizados en la parte occidental, sobre todo con vistas a las elecciones parlamentarias de diciembre de 1990, en las que se decidirá el futuro Gobierno alemán. Los socialdemócratas parecen obtener las mayores ventajas en esta etapa de transición.

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Pero, además, esta marcha de las dos Alemanias hacia la unidad influirá de modo decisivo en los destinos de la Comunidad. Los doce, reunidos esta semana en Dublín, han considerado positivamente la convocatoria de la reunión de dos más cuatro (las dos Alemanías más los cuatro grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial) para discutir las estructuras de seguridad de la futura Europa. Pero la Comunidad como tal tiene que tomar cartas en el asunto, porque la probable fusión de la RFA y de la RDA, dando lugar a una sola Alemania dentro de la CE, exige una discusión previa en el seno de ésta. Es lo que se ha decidido en Dublín cuando se convocó una cumbre comunitaria extraordinaria sobre este tema.

La unidad alemana está en marcha y ya no se trata de discutir el sí o el no de algo que está inscrito en la historia y que dimana del ejercicio de la democracia misma. Pero Europa sí tiene derecho a poner condiciones internacionales a esa unidad. Y, antes que nada, el respeto total a la frontera Oder-Neisse con Polonia. No se trata de un tema exclusivamente polaco, sino de algo que interesa a toda Europa, en la medida en que establecer una discusión sobre fronteras sería abrir una caja de Pandora de contenido, según enseña la historia europea reciente, poco recomendable.

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