Una noche sin favoritos, un día sin historia
No hay un filme favorito indiscutible antes de la entrega de premios de la 40ª edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, que tendrá lugar esta noche en el Zoo Palast berlinés. No se ha extendido ninguna filtración fiable de por dónde se orientan las discusiones del jurado internacional, salvo una frase burlona del actor italiano Roberto Benigni contra Nacido el 4 de julio, a la que al parecer rebautizó con un Jodido el 4 de julio, que indirectamente pone de manifiesto que la mencionada película norteamericana de Oliver Stone, que también aspira a los oscars, da en el clavo.
Todo lo demás son especulaciones. Se habla con insistencia del filme alemán occidental La niña rebelde, una interesante, pero excesivamente cómplice película, que sólo será entendida en esta Alemania.El premio al mejor actor se lo merece Tom Cruise, y el de la mejor actriz puede decantarse lo mismo hacia Jessica Lange, Jessica Tandy o Kathleen Turner.
La mediocridad de la selección es tal, que sólo tres o, con indulgencia, cuatro de las 25 películas en competición, dan la talla: la rusa La patrulla, la norteamericana Nacido el 4 de julio, la alemana Bienvenidos y la checa Las alondras.
'¡Atarne!'
Pero todas ellas son películas muy polémicas y el jurado puede inclinarse por tal causa hacia otras. Esta circunstancia permite indirectamente y a última hora que se hable de un posible lugar en la lista de premios para la española ¡Átame!, aunque es muy poco probable. La solución, dentro de unas horas.
La última jornada de concurso no ayudó a elevar el bajísimo nivel de esta 403 edición de la Berlinale. El filme soviético El síndrome asténico comienza muy bien y tiene un desarrollo original, pero por desgracia se estanca y sólo en escenas aisladas vuelve a recuperar su energía inicial.
Sin embargo, esta difícil y pesada película resulta ligera comparada con el plomo finlandés titulado La batalla del invierno presentada en el certamen berlinés: una reconstrucción con todo lujo de detalles de la invasión del ejército soviético a Finlandia durante la segunda guerra mundial, de casi cuatro horas de duración.
Cuando esta película comenzó la sala del Zoo estaba ocupada por más de 1.000 personas. Cuando finalizó había exactamente 76.
Junto a la puerta de salida se contabilizaron, en los casilleros donde se depositan los auriculares de traducción simultánea, únicamente 14 tarjetas de acreditación -que hay que entregar allí a cambio de dichos auriculares- por lo que existen fundadas razones para deducir que para esos 76 supervivientes de la proyección La batalla del invierno 62 eran finlandeses, lo que da idea del interés internacional que genera esta mastodóntica película.
Apasionante, por el contrario es el documental estadounidense, presentado fuera de concurso en el Forum, Roger y yo, que sin haberse estrenado más que en circuitos restringidos de Estados Unidos, ya es mundialmente famoso, a causa de su explosiva gracia y su capacidad subversiva.
El autor de este filme es un reportero llamado Michael Moore que, con la cámara en la mano, llegó a una pequeña ciudad norteamericana donde la gigantesca empresa norteamericana General Motors acaba de cerrar una de sus factorías, dejando sin trabajo a gran parte de la población. Lo que sigue es pura dinamita cinematográfica y la más rotunda demostración que se ha hecho nunca de que Franz Kaffka era un realista, pues sus pesadillas se quedan cortas junto a lo que descubre la prodigiosa cámara de Michael Moore.
Una gloria casi extinguida del cine, el puro documento, adquiere con esta obra nueva carta de naturaleza. La genial Soah de Claude Lanzmann comienza a fructificar.
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