Uzbekistan, en la hora del éxodo
Los rusos empiezan a huir de una república asiática de la URSS impregnada de islamismo
La hora amarga del éxodo ha llegado para los rusos del Asia central soviética. En Uzbekistán, la mayor república de la zona, la inseguridad se apodera de los europeos, mientras la idea de Rusia como imperio colonial explotador cala en una nueva conciencia nacional impregnada de islamismo. La chispa del miedo prendió en el valle de Ferganá en 1989. Grupos de uzbekos desenfrenados asaltaron a los turcos meshjetinos que vivían en la región y saldaron a sangre y fuego sus rivalidades domésticas. Desde entonces, los rusos de Uzbekistán viven en estado de shock, y sus palabras, sus acciones, sus silencios, presagian la tragedia.
"Nací en Ferganá, y junto con mi marido crié aquí a mis dos hijos, pero después de lo que pasó en junio, no queremos vivir más aquí. Hemos puesto ¡in candado triple, tememos abrir la puerta cuando llaman. ¿Cómo se puede vivir con la sensación de constante temor? La gente escapa de Ferganá ( ... ) Y hacen bien, pues nadie da garantías de que no se repita lo mismo". Las palabras de E. Laricheva son uno de los testimonios recogidos por el grupo Unión Internacional de Pueblos de Uzbekistán (Intersoiuz).Intersoiuz representa los intereses de los rusos de Uzbekistán. A diferencia del Báltico, en Uzbekistán se mantiene un diálogo entre los activistas nacionalistas, agrupados en torno a Birlik, y la comunidadad rusa. Es un diálogo muy precario, donde los estereotipos se rompen con dolor. Hoy, en Uzbekistán, los rusos y uzbekos reformistas moderados se esfuerzan por alejar de sí el miedo y el fanatismo islámico, respectivamente.
En la revista Zvezda Vostoka (La Estrella del Oriente) está la sede de Intersoiuz. La redactora Irina Aliabeva reconoce que Intersoiuz surgió como una reacción a Ferganá. La acción más importante del grupo fue, según esta periodista, conseguir que la ley sobre el idioma oficial (el uzbeko) aprobada el año pasado sea más aceptable para los ruso-hablantes que la versión inicial.
Irina Aliabeva no habla uzbeko. Llegó a Uzbekistán en 1980 junto con su marido, corresponsal de Krasnaia Zvesala, el periódico del Ejército. No ha logrado aclimatarse del todo y tiene la nostalgia de su Siberia natal. Cuando piensa en sus nietos, que viven en Tashkent, quiere creer "que no pasará nada". No está segura. "Quisiera creer que nunca se repetirá Ferganá, pero la situación es imprevisible. Hay un factor oriental que no podemos comprender hasta el final".
El Intersoiuz prepara con derrotismo las elecciones municipales y republicanas del 18 de febrero. Yuri Podporenko, vicedirector de Zvezda Vostoka y ruso nacido en Tashkent, es uno de los candidatos. Podporenko, sin embargo, no habla uzbeko, y esto le perjudica. La publicación del Corán en ruso en Zvezda Vostoka no ha incrementado el número de suscriptores en la república, pero sí fuera de ella. Mientras tanto, la revista se ha quedado sin dos mecanógrafas, que han huido de Uzbekistán como otros rusohablantes.
Contra los armenios
La asociación Birlik, que lucha por la soberanía uzbeka, ha sido la variante local de los Frentes Populares del Báltico. Hoy, un grupo escindido de Birlik formado por los sectores más pactistas y moderados está en vías de fundar el Frente Popular de Uzbekistán. Birlik ha tenido contactos con el Frente Popular de Azerbaiyán y se opuso a la llegada de fugitivos de Armenia, tras los sucesos de Bakú, según el compositor Zajid Jaknazarov, uno de los cuatro líderes de Birlik.
Jaknazarov considera la independencia de las Repúblicas asiáticas como meta. "Por mucho que Birlik quiera seguir la vía del Báltico, las situaciones sangrientas son inevitables, aunque las dimensiones y las formas son difíciles de predecir ahora. El abandono del régimen colonial es un deseo natural de todo el pueblo", señala Jaknazarov.
El sistema colonial ha dividido artificialmente Asia central, según Jaknazarov. El Turkestáni zarista se transformó en la República Soviética del Turkestán, que existió hasta 1924. Ésta fue sacrificada a una arbitraria división territorial (Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguisia y parte del Kazajstán) que, con algún cambio en su status jurídico, se mantiene hoy.
La resurrección de un Turkestán unido, sin nacionalidades y sin fronteras internas, es una de las ambiciones de Jaknazarov, partidario de "demostrar al pueblo tayiko que sus pretensiones territoriales deben ser eliminadas en nombre de unos fines más elevados que unan a todos los pueblos de Asia". Entre tayikos y uzbekos hay una constante tensión, tanto por la delimitación de fronteras entre Tayikistán y Uzbekistán, como por la asimilación forzada de tayikos, que fueron obligados a registrarse como uzbekos en las zonas de Samarcanda y Bujara.
En Birlik, la mayoría está a favor de la concepción del Turkestán, dice el dirigente nacionalista, que aboga por un Parlamento del Turkestán, según el modelo del Parlamento Europeo. A la pregunta sobre la lengua nacional en el futuro, Jaknazarov respondió que en el pasado "la intelectualidad en el territorio de Turkestán consideraba una vergüenza no hablar el árabe".
Políticamente, Uzbekistán está controlado con mano férrea por una estructura de poder que ha prohibido los mítines y manifestaciones, y hostiga con métodos represivos propios de la época de Breznev a los personajes incómodos. Desde el año pasado, un equipo de economistas dirigido por Islam Karimov, está al frente de la República, donde viven 20 millones de personas, la mitad de ellas en la pobreza. Un millón de parados es la resultante del monocultivo del algodón y una alta natalidad. La población local reacciona con irritación ante el paro de sus paisanos, tradicionalmente agricultores, mientras muchos inmigrantes rusos trabajan en las fábricas instaladas por los ministerios y las instituciones centrales, dice el economista Mujamad Amin Abdusaliamov. Hasta mediados de 1985, la inmigración arrojaba un saldo positivo. Ahora que la república trata de encontrar su propio camino en la autogestión económica y ejercer el control de sus recursos, el futuro de los cuadros rusos es problemático. Dependerá de cómo se comporten: si hacen causa común con las instituciones del centro o se integran en los intereses de la República, señala Abdusaliamov.
Mujamad Amin Abdusaliamov y Jaknazarov parecen personajes en una obra cuyo desenlace les supera. Abdusaliamov se pregunta hacia dónde salir al mundo. "Yo no puedo apoyar a Gaddafi", responde. Jaknazarov no quiere una islamización, sino un sistema pluripartidista donde pueda haber un partido islámico. La medida de su esperanza está en el visado de emigración que ha solicitado a Estados Unidos.
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