Más de 30 aspirantes al Oscar de Hollywood participan en el Festival de Berlín
La industria cinematográfica norteamericana elige la vieja capital alemana como escaparate
ENVIADO ESPECIALLa Berlinale se ha convertido, en vísperas del Oscar de Hollywood, en una sucursal de éste. No menos de 30 aspirantes a un oscar están seleccionados para participar en las dos secciones oficiales: Competición y Panorama. Es ésta una grave amenaza para la credibilidad de un Festival que, mientras proclama su independencia, ofrece una programación subordinada a los intereses de la industria hollywoodense.
El comienzo del abrumador predominio del cine norteamericano en Berlín tiene como fecha aproximada un día de enero de 1987, es decir, el momento en que los responsables del Festival de Cannes decidieron dar un viraje de 180 grados a su política de selección de películas y optaron por dar primacía la producción independiente, lo que ellos llamaron "cine puro y duro", desmarcándose así de los poderosos mecanismos de distribución de los grandes estudios de Hollywood, que estaban convirtiendo a Cannes en una simple vitrina de sus intereses.Desde entonces, perdida en parte la plataforma de Cannes, el grueso de la gran producción hollywoodense eligió a Berlín como escaparate. Valga esta muestra: en la sección competitiva de esta edición de la Berlinale, ni más ni menos que nueve de las 29 películas elegidas son norteamericanas.
Esto supone que la tercera parte de la oferta oficial berlinesa procede de California o sus alrededores, mientras que las 20 películas restantes, es decir, las otras dos terceras partes, se distribuyen entre 15 países, con dos filmes los que más: República Federal de Alemania, República Democrática de Alemania, Reino Unido y Unión Soviética. El resto se queda con una sola. La palabra "colonización" suena cada día más fuerte en los rincones del pequeño Mercado del Filme y, sobre todo, en el último reducto de la proverbial independencia de este Festival, que es el Foro del Nuevo Cine, que aunque está enclavado en la Berlinale no depende orgánicamente de ella.
Películas caseras
Y, mientras tanto, seguimos asistiendo a una procesión casi ininterrumpida de cine menor, cuando no simplemente mediocre, pues en una semana de Festival hemos visto tan sólo cuatro filmes con algunas calidades parciales y únicamente dos dignos de una competición cinematográfica de altura: el ruso La patrulla y el alemán oriental. Rastros de piedra.Esta última es una película exhibida ayer fuera de concurso. No podía ser de otra manera, pues fue realizada en el año 1966, en medio del estalinismo más duro, y prohibida a cal y canto por el régimen dictatorial del entonces jefe comunista alemán Walter Ulbricht.
Dirigió la película Frank Beyer, y hoy, casi 24 años después de realizada, sigue estando completamente viva, llena de humor y de dolor, de libertad y desgarro, además de una insólita energía crítica para el tiempo y el lugar en que se hizo. Es un bello filme dormido, al que despertó el estruendo de la caída del muro de Berlín. El resto de la programación está lleno de vacíos. La película italiana El secreto es una obra rematadamente mala, escrita y dirigida por el italiano Francesco Macelli, y sólo la presencia de la actriz alemana Nastassja Kinski hace soportable.
Por su parte, Las bodas de papel es una bonita película dirigida por el canadiense Michel Brault, pero sólo es eso, bonita: un agradable caramelo muy digestivo y con algunos rasgos elegantes, en el que la actriz Genevieve Bujold consigue un buen trabajo en la composición de su personaje.
La niña terrible está escrita y realizada por el cineasta alemán occidental Michael Verhoeven. Fue muy bien acogida y puede llevarse, si los jurados son blandos, algún premio. Para la Prensa alemana ya es la favorita. No hay duda de que este filme va a obtener un éxito seguro en Alemania, pero fuera de ella nos tememos que es un galimatías que perderá casi por completo el mucho sentido que tiene en ese país.
En efecto, es una especie de farsa, cuyos subentendidos son muy caseros, están repletos de complicidades, lo que le hace muy propicio para el consumo interior, pero que fuera de Alemania peca de un localismo tan excesivo que neutraliza sus significados y les hace difícilmente inteligibles.
Finalmente, queda para hoy la película china Sangre negra, de la que más vale no hablar, pues saldrían venablos envenenados en vez de palabras. ¿Qué se puede decir de una película rosa disfrazada de negra después de la sangre derramada en la plaza de Tiananmen?
Babelia
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