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Tribuna:EL CASO CUBANO / 1
Tribuna
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La autocracia castrista

El distanciamiento entre Cuba y la Unión Soviética empezó en 1985, coincidiendo con la llegada de Gorbachov al poder en la URSS. En 1986 Fidel Castro lanza lo que se denomina el "proceso de rectificación", que consiste en volver a la centralización y a las formas autoritarias en el manejo de la economía y en la propia política interna cubana. Las llamadas a la reforma de Gorbachov, la perestroika y la glasnost no se toman en serio tampoco en La Habana. En 1987 se publica en la revista soviética Novi Mir la primera crítica del uso que Cuba hace de la ayuda soviética, acusando al sistema económico cubano de poco eficiente y, lo que es más grave, de exagerar el peligro de intervención militar norteamericana, dedicando una parte demasiado importante de los recursos económicos al mantenimiento de un esfuerzo militar no justificado. Mientras. Fidel Castro se reafirma en su papel de marxista-leninista puro, esperando que un golpe de estado acabe con Gorbachov. La visita de éste a La Habana en 1989 termina sin que la URSS condone a Cuba su deuda, el objetivo que Fidel Castro se había marcado. Un síntoma de hasta dónde se ha llegado es la prohibición (¡!).Control absoluto

Políticamente, Fidel Castro sigue ejerciendo el control absoluto del país; el único partido es el comunista; no hay oposición interna organizada; solamente un grupo de presos, encarcelados unos y excarcelados otros, se han seguido enfrentando al régimen. Recientemente ha visto la luz una organización de defensa de los derechos humanos en Cuba, a los que no se ha triturado porque sigue en el alero la posibilidad de que las Naciones Unidas condenen a Cuba por violaciones graves de los derechos humanos. Al contrario que en muchos países, latinoamericanos y socialistas, el Vaticano, después de las persecuciones iniciales, ha jugado un papel acomodaticio. Sólo los Testigos de Jehová, grupos aislados de católicos y algunas sectas protestantes, se han atrevido a mantener sus ideas frente al castrismo.

Como es lógico, la institución más depurada en estos 31 años de castrismo ha sido el partido comunista; cada vez que ha habido un cambio de política se ha aprovechado para hacer una depuración de los marxistas ortodoxos más próximos a Moscú. Ha habido procesos en los años sesenta (el de la microfacción y el de la dolce vita), en los setenta (después del fracaso de la zafra de los 10 millones y antes de emprender un proceso de normalización de la economía) y en los ochenta (una primera purga, hacia 1985, afectó a un grupo de castristas de primera hora que, por sus puestos, se encontraban demasiado próximos a Moscú, como Ramiro Valdés y el ministro de la Junta Central de Planificación, Humberto Pérez. Otra purga más drástica tuvo lugar en 1989, para doblegar no sólo al partido, representado en Diocles Torralba, sino al Ejército, que volvía todopoderoso de África, representado en el general Ochoa).

La actual situación económica es particularmente dura; durante casi 15 años, desde 1972 hasta 1985, se intentó racionalizar el funcionamiento económico, frente a la anarquía maoísta de los años sesenta. Pero en 1985-1986 Fidel Castro "rectificó": se acabaron los mercados paralelos campesinos, se condenaron nuevamente los incentivos económicos y se dejó de pagar en función de la productividad. A partir de ese momento, se desempolvó al Che Guevara y se emprendió una particular revolución cultural a la cubana. Este proceso de rectificación ha terminado en una recesión a la que no se ve fin, con descensos absolutos de la renta desde 1987.

La ayuda económica soviética se había concretado a principios de la década de los setenta en torno a un principio: debería ser suficiente para garantizar el funcionamiento de una cartilla de racionamiento, un sistema educativo y sanitario que llegara a todos, energía eléctrica, combustibles y empleo para la población en edad de trabajar.

Precios artificiales

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En función del cumplimiento de esas necesidades se planificaba el comercio exterior; en primer lugar, se cuantificaron las importaciones necesarias de todos los productos, desde cereales hasta petróleo o textiles; en segundo lugar, se examinaron las posibilidades de exportar de Cuba y se fijaron cantidades de azúcar, níquel, agrios o pescado. El paso siguiente fue tratar de igualar los valores de las exportaciones e importaciones de Cuba mediante la aplicación de precios artificiales que asegurasen el equilibrio de la balanza comercial. El resultado más llamativo es que Cuba vende su azúcar a la URSS a precios dos, cuatro, seis u ocho veces superiores a los del mercado internacional y compra petróleo a precios de saldo.

Por distintas fuentes se ha valorado esa ayuda, a través del mecanismo de precios subvencionados, en torno a los 3.000 millones de dólares anuales a comienzos de los años setenta, hasta alcanzar los 5.000 millones de dólares anuales en la actualidad. En 20 años la cifra total ronda los 60.000 millones de dólares. A esta ayuda hay que sumar los créditos a largo plazo concedidos para la compra de plantas industriales y bienes de equipo, que alcanzan una cifra superior a los 15.000 millones de dólares.

En conjunto estamos hablando de una ayuda de casi 80.000 millones de dólares en 30 años. No tenemos en cuenta el apoyo de otras economías socialistas como la RDA y Checoslovaquia que, siguiendo las indicaciones de Moscú, ayudaron a Cuba con los mismos mecanismos y cantidades importantes.

Para finalizar el recuento de la ayuda habría que hacer referencia a los 6.500 millones de dólares de deuda exterior de Cuba en moneda libremente convertible, impagados desde que comenzó el proceso de rectificación.

¿Qué se ha conseguido con esta enorme ayuda? El resultado puede parecer parco a algunos, pero el éxito ha sido enorme: se ha alimentado, educado, vestido y cuidado sanitariamente a una población de 10 millones de cubanos, que han estado viviendo muy por encima de sus posibilidades desde hace muchos años, pues la URSS transfiere alrededor del 25% de la renta anual de cada cubano.

La necesidad y, sobre todo, la posibilidad de acudir a la URS S ha desinhibido a Castro a la hora de hacer experimentos económicos. La revolución cubana se planteaba, antes de triunfar, una reforma agraria que acabara con loa grandes latifundios y repartiera la tierra entre los campesinos, disminuyera la dependencia del azúcar y diversificara las exportaciones.

Una vez tomado el poder, Castro se olvida de los programas y se dedica a la experimentación. En el caso del azúcar se pasa de limitar el cultivo a querer producir 10 millones de toneladas para, después del fracaso, volver a intentarlo a los cinco años y terminar por ser monoproductor y monoexportador, igual que en 1958. Cuando decidió promocionar el café a mediados de los sesenta, se arrasaron todos los cultivos cercanos a La Habana para que los habitantes de la capital plantaran, en jornadas de trabajo voluntario, cafetales; no han quedado vestigios aquel esfuerzo destructor-plantador. Otro gran experimento se ha centrado en la ganadería; después de 25 años de cruces no se ha conseguido la nueva raza caribeña que dé al mismo tiempo leche y carne. El caso del turismo ha sido diferente; aquí se trataba de decir que se hacía sin hacer por miedo a la contaminación del exterior. El número de camas y los ingresos por turismo en 1988 (150 millones de dólares) son casi los mismos que en 1958 (mientras España multiplicó sus ingresos por 120).

Dependencia exterior

A cada traspiés, la URSS respondió con generosidad, ahondando la dependencia cubana y permitiendo a Castro repetir machaconamente los logros del experimento cubano: alimentación, educación, sanidad, pero sin explicar que lo estaban pagando los ciudadanos soviéticos.

Con el nivel de subsistencia asegurado por la URSS, el desarrollo económico cubano ha dependido de las posibilidades de generar divisas exportando al resto del mundo. Sus ciclos económicos han dependido, por tanto, de los precios del azúcar y de la obtención de préstamos de los países occidentales. Aunque parezca imposible, Cuba exporta prácticamente lo mismo que en 1958. Paradójicamente, el mayor éxito del sector cubano ha sido la reexportación de petróleo importado de URSS (con permiso soviético que llega a representar más del 30% del total de las exportaciones cubanas en los años 1983-1987. En cualquier caso, estamos hablando de unas exportaciones totales en moneda convertible de alrededor de 1.000 millones de dólares, y de sólo 650 millones sin tener en cuenta el petróleo.

En mi opinión, es baldío analizar una economía como la cubana, tan dependiente de la ayuda exterior y de los cambios de opinión de Fidel Castro. Sería más lógico examinar qué tendría que ocurrir para que la ayuda soviética se mantuviera, o cuál es la posición de la RDA, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Bulgaria respecto al comercio con Cuba, y qué precios de intercambio se van a fijar para el futuro; habría que preguntar también a esos mismos países si van a seguir importando azúcar cubano manteniendo una decisión política de los regímenes anteriores de cada uno de esos países, o si en su lugar van a incrementar, simplemente, su producción nacional de remolacha azucarera, como parece probable.

Alberto Recarte es técnico comercial del Estado.

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