Las tribulaciones del Corán, en 'comic'
Teólogos de todo el mundo islámico consideran blasfema la ilustración de su texto sagrado
Yusef Seddik creía haber tomado todas las precauciones para evitar la cólera de sus correligionarios. Ex profesor de filosofía, buen conocedor de la teología islámica y musulmán practicante, Seddik, un tunecino afincado en Francia, abordó con sumo cuidado la escritura del guión de la primera versión en comic del Corán. Pero no fue suficiente. El escándalo le estalló entre las manos, y si ninguna autoridad religiosa le ha condenado aún a muerte, su obra Si me contasen el Corán ha recibido ya el anatema implacable de las del islam.
El problema de fondo es que el islam es contrario a toda representación figurativa. El mensaje del islam es un monoteísmo radical y militante, expresado en la fórmula "no hay más dios que Dios". Para combatir toda forma de idolatría, cualquier culto a las imágenes que pudiera desembocar en politeísmo, Mahoma se opuso tajantemente a representar a Dios en forma de dibujo, pintura o escultura. El Dios del Corán era demasiado grande para que una humilde cabeza humana pudiera imaginárselo gráficamente. La misma proscripción se aplicó a la figura del profeta y a todos los enviados de Dios que le habían precedido -Abraham, Moisés y Jesús-, y, por extensión, a cualquier ser viviente, persona o animal.A partir de esta rigurosa limitación, que cuadraba muy bien con el espíritu de los beduinos árabes, más dados a la palabra que a la pintura o la escultura, nació el arte islámico. Los dibujos geométricos y vegetales y los versículos del Corán cubrieron los muros de las mezquitas y los palacios, desarrollando un peculiar estilo decorativo del que sigue siendo muestra ejemplar la Alhambra de Granada. El entrelazamiento de los arabescos y su apertura hacia el infinito se convirtieron en símbolos de la eternidad y abstracción de Dios.
Los tiempos han cambiado y hoy los líderes políticos del mundo árabe y musulmán no dudan en empapelar hasta la pesadilla sus países con sus respectivos retratos oficiales. Pero el tabú sobre la representación figurativa de lo religioso sigue vigente.
Yusef Seddik era consciente de ello. El ex filósofo, reconvertido profesionalmente en Francia al periodismo y la edición de álbumes ilustrados, trabajó durante cinco años en la versión en comic del Corán. Para evitarse líos posteriores, Seddik consultó en repetidas ocasiones a teólogos musulmanes. A petición del Consejo Superior Islámico de Argelia mantuvo intactos todos los versículos del Corán, retiró dibujos que pudieran ser considerados humorísticos y se abstuvo de representar gráficamente a Dios, Mahoma y al resto de los profetas, sustituidos, donde era imprescindible su presencia, por relámpagos luminosos.
Mayor difusión
"Mi intención", afirma Seddik, era hacer accesible el Corán a los más jóvenes, contribuir a su mayor difusión". La gran paradoja del texto sagrado del islam, dice el tunecino, es que "mientras que decenas de millones de niños se lo aprenden todos los días de memoria en las escuelas coránicas, la gran mayoría ignora por completo su significado. Los estudiantes se contentan con repetir vocablos cuyo alcance le resulta opaco, vocablos grabados en un espacio irreal como indescifrables encantamientos".A Seddik sólo le quedaba superar un problema: "el de recurrir a la imagen para ayudar a los lectores a comprender los textos coránicos". En este punto, el tunecino encontró un hadith, o relato de la vida de Mahoma, en el que, en su opinión, el profeta alaba las virtudes pedagógicas de la imagen. En ese hadith, Aicha, la esposa de Mahoma, cuenta que una vez el profeta se rió de buena gana al descubrir unas marionetas que ella tenía escondidas.
El primer proyecto de la serie Si me contasen el Corán fue presentado en 1986 en el Salón de la Historieta de Angulema. Seddik lo envió de inmediato a la papelera, para incorporar las mencionadas sugerencias de los teólogos argelinos. En la actualidad, la editorial francesa Alef tiene ya publicados tres álbumes (Pueblos malditos, Los hombres del elefante y Abraham) de la serie de siete que constituirá la ilustración del Corán. Esos tres álbumes están a la venta, en versión francesa y árabe, en todas las librerías de París, excepto en la del Instituto del Mundo Árabe. El pasado 17 de enero, esa institución pública anunció que retiraba de sus anaqueles los tres primeros álbumes de Si me contasen el Corán, tras las primeras protestas de las autoridades religiosas de Kuwait y Túnez.
Dos organizaciones musulmanas de gran prestigio -la Organización de la Conferencia Islámica, que agrupa a 46 países y tiene su sede en Yedda (Arabia Saudí), y la Liga del Mundo Musulmán, desde la mismísima Meca- acaban de juzgar como "una herejía" y "un atentado contra la palabra divina" la versión en comic del Corán.
Más lejos fueron las primeras voces que se alzaron hace un par de semanas contra el trabajo de Seddik. El presidente de la Comisión de Jurisprudencia Religiosa de la universidad de Kuwait pidió a las embajadas en París de los países árabes y musulmanes que exigieran de las autoridades francesas el fin del "acto sedicioso" que supone la publicación y venta del Corán ilustrado. Al poco, el Consejo Islámico de Túnez proclamó la proscripción del "impío" trabajo de Seddik. El propio Seddik fue detenido en Túnez cuando intentaba explicar en una conferencia de prensa el sentido de su obra.
Yusef Seddik ha sido acusado en algunos periódicos de los países árabes del Golfo de ser un "nuevo Salman Rushdie reclutado por los enemigos del islam". Lo significativo de su caso es que han sido las autoridades religiosas del mayoritario islam suriní u ortodoxo las primeras en levantar la liebre, y no los ayatolás shiíes, como ocurrió con los Versículos satánicos.
La aparición del Corán en comic se ha producido en un momento en el que el islam se siente muy susceptible en relación a Occidente. El caso de los Versiculos satánicos levantó una gran polémica respecto a cuáles son los límites entre la libertad de expresión y el derecho de una comunidad a que sean respetadas sus creencias. Occidente entusiasmado por la victoria de sus tesis liberales frente a las marxistas, convencido más que nunca de que su cultura es la universal, optó por la defensa del derecho de la persona a escribir lo que buenamente quiera.
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