Perfil español de Ava-Carmen
La cultura norteamericana moderna ha dado grandes figuras ligadas sentimentalmente y profesionalmente a España. Después de Hemingway y Orson WeIles (enterrado en nuestro país), habría que citar a la magnética Ava Gardner, la estatua derribada por el alcohol y la pansexualidad, como reencarnación de la Lulu de Frank Wedekind. La aventura española de Ava empezó en el rodaje en Tossa de Mar de Pandora (1951), un film de Albert Lewin que los surrealistas adoraron y que mezcló barrocamente el maléfico mito grieto de la leyenda del Holandés errante, después de que la bella vampiresa destrozara moral y físicamente a tres hombres. Uno de ellos era un joven torero catalán, Mario Cabré, poeta a ratos, que se enamoró perdidamente de la bella y le dedicó encendidos versos. No fue Ava tan cruel con él como en la ficción y en la España autárquica del franquismo Cabré lució con la cabeza muy alta el mito de Don Juan, personaje que interpretó, por cierto, en la pieza de Dalí.El segundo encuentro de Ava con España fue el más glorioso, al interpretar en La condesa descalza a la bailarina María Vargas, que el día de su entierro en un cementerio italiano es evocada con recuerdos entrecruzados por tres hombres que la amaron (Humphrey Bogart, Edmond O'Brien y Rossano Brazzi). Ava no era buena bailarina flamenca, pero Mankiewicz un excelente director y La condesa descalza se convirtió en la contrafigura femenina de Ciudadano Kane, pero en registro pasional, en el gran escenario de la guerra de los sexos. Luego Ava fue a Italia para rodar una extravagante coproducción, The naked maja (1958) de Henry Koster, en la que fue la desnuda modelo de Goya (Anthony Franciosa), exótica españolada prohibida por la censura franquista y que sigue sin ser emitida por la TVE democrática. Luego fue todavía una prostituta en la Guerra Civil española, que tienta a un cura en crisis (Dirk Bogarde) en The angel wore red (1960), filme profranquista de Nunally Johnson que los censores de la época tampoco autorizaron. Y su despedida a España la efectuó como la pálida baronesa Natalie Ivanoff en la superproducción 55 días en Pekín, rodada por Nicholas Ray para la factoría española de Bronston.
A Ava Gardner le gustaba mucho España, sus toreros, su vino y hasta, dicen las mal s lenguas, los botons del Palace. Fue una mujer devastadora, una especie de Carmen en la cultura del whisky, pero fue también devastada por la vorágine de su vida.
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