Cuatro propuestas en siete años
En 1983, por primera vez, los narcotraficantes colombianos trataron de llegar a un acuerdo con el Gobierno. Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y varios otros hombres de la droga estuvieron en la oficina del entonces procurador Carlos Jiménez. Entre café y café plantearon sus propósitos. Todo terminó con la promesa de los jefes de la droga de alejarse de la actividad política.Pero fue en Panamá, en 1984, tras el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara, donde los narcotraficantes entregaron al Gobierno un informe con los puntos concretos para una negociación. Los narcotraficantes prometían al Gobierno del entonces presidente Belisario Betancur algo similar a lo que ofrecen hoy: desmonte del neocio, retiro definitivo del mercado, colaboración con el Gobierno para erradicar el consumo de droga; pedían también que la extradición se aplicara sólo para los delitos cometidos después de la entrada en vigor del tratado. Ofrecían repatriar sus capitales y ayudar a pagar la deuda externa del país.
El Gobierno no dio respuesta a ese plan. Muchos creen que éste fue un gran error que llevó a Colombia a largos años de sangre y de dolor.
Nuevos coqueteos se dieron en 1989 a través del secretario general de la Presidencia y de un enviado de los jefes de la droga. En medio de un gran escándalo se conoció el borrador de propuestas de los narcotraficantes.
En aquella ocasión, los narcos ofrecían retirarse por el momento del negocio, solicitaban garantías constitucionales para la eliminación de la extradición y el cese de la represión. En esta oportunidad no hablaban ni de la repatriación de sus capitales ni de ayudar a erradicar el consumo interno de la droga.
La propuesta de ahora parece más generosa. Según afirma Ernesto Santer, precandidato liberal a la presidencia, el documento es un acto de rendición que abre posibilidades al Gobierno para terminar la guerra.
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