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Temor en El Salvador a otra ofensiva guerrillera

Antonio Caño

El mismo día que el presidente Alfredo Cristiani creía haber solucionado el caso del asesinato de los jesuitas con la publicación de los nombres de los militares culpables, un nuevo crimen, el perpetrado al destacado dirigente socialdemócrata Héctor Oquelí, conmociona a El Salvador y multiplica las posibilidades de una ofensiva militar guerrillera. Después de una fuerte pugna en el interior del régimen, en la que el presidente tuvo que llegar a amenazar con su dimisión para imponer su criterio, Cristiani consiguió un respaldo precario para anunciar los nombres de los nueve presuntos implicados en el asesinato de Ignacio Ellacuría, otros cuatro jesuitas españoles, un salvadoreño y dos mujeres de servicio.

A la cabeza de los responsables del múltiple homicidio figura el coronel Guillermo Benavides, quien, al parecer, mandaba las tropas encargadas de la vigilancia de la Universidad Centroamericana (UCA) en el momento en que se cometía el crimen en su interior, en la madrugada del pasado 16 de noviembre, en plena ofensiva guerrillera y con el toque de queda en la capital. Según el diario norteamericano The New York Times, otro coronel del Ejército y un oficial de Estados Unidos están también siendo interrogados en relación con el caso por presunto encubrimiento.[El portavoz del Pentágono, Rick Oborn, dijo ayer que el oficial norteamericano había oído rumores sobre la implicación de militares salvadoreños en el asesinato de los jesuitas, pero no informó a sus superiores porque pensó que las autoridades ya tenían conocimiento de tal rumor. El militar, cuya identidad no fue revelada, ha facilitado un informe escrito al Gobierno salvadoreño, informa Reuter.]

La versión oficial facilitada hasta el momento no precisa si los militares salvadoreños detenidos fueron los autores materiales de los asesinatos, pero, en todo caso, su arresto no satisface plenamente a los sectores de la opinión salvadoreña, incluidos los propios jesuitas, que exigían sanciones tanto contra los autores materiales como contra los responsables intelectuales del crimen. Sin embargo, Cristiani, que ha abierto una seria crisis en la cúpula militar por este asunto, parece ya agotado en su capacidad de hacer justicia.

Por si tuviera poco, la información sobre las detenciones de militares las hizo el presidente -al que acompañaba el coronel René Emilio Ponce, jefe del Estado Mayor, al anunciar la identidad de los asesinos- mientras todavía estaban calientes los cuerpos de Héctor Oquelí y de Gilda Flores, la mujer que le acompañaba cuando ambos fueron secuestrados por hombres armados en Guatemala. El asesinato de este dirigente moderado, activo participante en la Internacional Socialista y muy conocido por el Gobierno español y otros Gobiernos europeos, con los que mantenía contacto permanente, lleva la marca de los escuadrones de la muerte. No importa que sean pistoleros guatemaltecos, salvadoreños o de ambos países. Son, en todo caso, asesinos ultraderechistas decididos a acabar con todo símbolo de civilización política en El Salvador.

El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ha hecho público un comunicado en el que anuncia que será replanteada la oferta de diálogo presentada la pasada semana al Gobierno en el marco de la mediación que lleva a cabo la ONU. La guerrilla considera que el asesinato de Oquelí -un hombre tranquilo culto y afectuoso- está relacionado con la investigación de la muerte de los sacerdotes, y asegura que el atentado contra Oquelí "evidencia que el anuncio de Cristiani de ir hasta el fondo en el caso de los jesuitas es sólo una mascarada para obtener la aprobación de la ayuda norteamericana y proseguir con la matanza de opositores". El FMLN dice que no se va a prestar, participando en un diálogo sin condiciones, a "ayudar al régimen fascista a lavarse la cara para obtener la ayuda militar".

Crisis

El asesinato de Oquelí enturbia, ciertamente, la decisión del presidente de acabar con la impunidad de los crímenes cometidos por los militares. Cristiani queda de nuevo sumido en una profunda crisis, presionado por su propio Ejército, irritado por las cabezas entregadas, y por la opinión pública internacional, ante la que el Gobierno salvadoreño sigue apareciendo en manos de los fanáticos ultraderechistas de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena).

Precisamente uno de los compañeros políticos de Oquelí durante tantos años, el socialdemócrata Rubén Zamora, declaró que tenía noticias de que el líder de Arena, el comandante Roberto d'Aubuisson, había elaborado planes de eliminación de los dirigentes izquierdistas que habían tenido que volver al exilio después de la ofensiva rebelde de noviembre.

Oquelí era un hombre con múltiples contactos en organismos internacionales, que ahora presionarán sobre Cristiani en busca del esclarecimiento de su muerte.

Quizá quien más haya perdido con la muerte de Oquelí sea su amigo y jefe en el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el viejo profesor Guillermo Ungo. Oquelí era la sombra del que fuera fracasado candidato de la izquierda en las elecciones de marzo pasado. Pierden también todos los que en El Salvador habían decidido, con tanto valor como moral, buscar una tercera vía entre la violencia guerrillera y la violencia institucional.

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