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Los ancianos guípuzcoanos pueden obtener 65.000 pesetas mensuales para vivir con una familia

J. L. BARBERIA, Como alternativa al internamiento en las residencias de la tercera edad, la Diputación de Guipúzcoa ha implantado un programa dirigido a integrar a las personas mayoresen familias de su mismo entorno social. Los ancianos que carezcan de medios económicos sufcientes para una vida autónoma pueden ya disponer de hasta 65.000 pesetas al mes para procurarse un segundo hogar, al amparo de una familia normal. Se trata de una medida que devuelve al anciano buena parte de su independencia y que le permite sustraerse a la masificación y al trato impersonal de las residencias.

El programa de acogida familiar a los ancianos aporta, además, como ventajas cuantificables el ahorro de inversión en la creación de plazas para la tercera edad y la mejora de las economías domésticas de los hogares de acogida, generalmente modestos. La inexistencia en nuestro país de una normativa legal que regule la acogida familiar a los ancianos ha obstaculizado la promulgación del programa en la medida en que la relación entre el anciano y la familia de acogida no se corresponde con las figuras más próximas del hospedado o del empleado doméstico. Finalmente, la Diputación de Guipúzcoa ha optado por entregar el dinero de la subvención al propio anciano y regular las relaciones a través un decreto foral en el que se indica que las familias de acogida están obligadas a atender "las peculiares necesidades derivadas de la avanzada edad" de la persona acogida y a proporcionarle al mismo tiempo "un ambiente y un trato agradables".Posibilidad de cambio

El anciano titular del dinero de la subvención, a la que contribuye con el 50% de su pensión, puede rescindir el contrato y abandonar el lugar de acogida siempre que quiera. Dispone para ese supuesto de una plaza garantizada en las residencias públicas. Javier Garayalde, diputado foral del Departamento de Bienestar Social, cree que el principal obstáculo para la extensión del programa, limitado por ahora a unas decenas de casos, reside en la falta de precedentes, de referencias inmediatas. "A la gente le cuesta todavía entrar, pero estoy convencido", dice, "de que también aquí el sistema de acogida familiar va a ser un instrumento de especial importancia en un futuro próximo".

La Diputación asume la responsabilidad de autorizar y supervisar el cumplimiento del contrato. Los cabezas de familias de los hogares de acogida deben estar formados por personas de edades comprendidas entre los 25 y los 60 años, deben gozar de buena alud, tener predisposición al trato de personas mayores y no padecer limitaciones físicas que les impidan atender las tareas domésticas normales. El perfil ideal parece ser el de la familia con hijos, en la que el anciano acogido puede ocupar el vacío dejado por los abuelos, pero a tenor de las experiencias cosechadas hasta ahora, ésta no es una fórmula excluyente.Tener más de 60 años, haber nacido o estar empadronado desde dos años antes en la provincia y no tener parentesco con la familia de acogida son las únicas condiciones que la Diputación guipuzcoana exige a los beneficiarios de su programa de acogida.

Tal y como se ha demostrado en algunas de las experiencias piloto, la decisión entraña evidentemente, el riesgo del conflicto y de la inadaptación a un ambiente y a unas personas extrañas que en la mayoría de los caso aceptan la presencia del anciano por motivos exclusivamente económicos. Carmen, una mujer de 72 años acogida al programa, parece compartir esa opinión: "Estar sola es muy triste. Todos necesitamos a una persona al lado, aunque sea para reñir. Sí, en las residencias dicen que están bien, pero hay mucha gente y siempre hay rencillas y problemas personales". No todos los casos ofrecen un resultado tan alentador, pero los responsables insisten en que las relaciones afectivas familiares son la base de la estabilidad psicológica.

Sistema automático de alarma

J. B., Más de 200 ancianos, impedidos o enfermos de alto riesgo disponen en Guipúzcoa del sistema de telealarma, un dispositivo telefónico portátil instalado en los domicilios, que permite conectar con el servicio de urgencias con sólo pulsar un botón. El sistema, aplicado también en Vizcaya y Álava, aunque en menor grado, garantiza la asistencia a personas que, de otro modo se encontrarían hospitalizadas. La llamada, la simple pulsación en un aparato portátil, es atendida e identificada automáticamente en una central de urgencias, que establece contacto inmediato con el usuario sin necesidad de que éste se acerque al teléfono y a continuación envía el médico o ambulancia que requiera.

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