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Tribuna:LA ÚLTIMA DÉCADA
Tribuna
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Tendencias

Los sucesos, las transformaciones, las sorpresas y hasta las catástrofes han acribillado la década que ahora termina hasta convertirla en una apretada relación de novedades. La consecuencia en no pocos casos ha sido la conformación de un panorama por el que discurren unas tendencias que sin duda cruzarán la frontera de 1989. Un recuento más o menos sumarial de las corrientes que en diversos aspectos socioculturales han surgido a lo largo de los últimos años incluiría, entre otras, las siguientes:- El miedo, la incertidumbre. El decenio termina con un nervioso optimismo ante el porvenir que mantiene en el fondo un pánico inocultable. La velocidad o el modo súbito de los cambios políticos, culturales o tecnológicos ha asimilado los procesos a detonaciones. En casi todos los órdenes, desde la ciencia hasta la sociología, desde la naturaleza hasta la supervivencia personal se hallan cruzadas por la indeterminación y el signo de lo impredecible.

- El éxito, el dinero. La consagración fulgurante de un escritor o un artista, la difusión nacional o internacional casi ex novo del nombre influyente o famoso abunda en la idea de afrontar fenómenos prodigiosos en los que las causas empiezan a entenderse mucho después que las consecuencias.

- Los 'multimedia', el 'paquete'. La novedad cultural de consumo de masas ha dejado de ser un producto específico. El cine, la televisión, la novela, el vídeo, la música se articulan como un paquete de promoción conjunta en el que el personaje, el argumento o el estilo se difunden desde el papel a la pantalla, desde el ordenador al altavoz, desde los surcos del vinilo hasta los pliegues de la ropa. Los grandes grupos multinacionales con inversiones en comunicación deciden el proyecto de una aldea cultural para públicos cada vez más lieterogéneos.

- El capital cultural, los 'nuevos cultos'. Sólo en España existen actualmente tres millones de licenciados universitarios. El número de visitantes del Centro de Arte Reina Sofía alcanzará el millón en 1989; el número de festivales de música, danza y teatro actualmente vivos en Europa es de 2.000, cuando hace cinco años no llegaba a la centena. Una nueva demanda de cultura relativamente selectiva da pie al auge de los canales de televisión por cable, y al desarrollo, entre otros, de un nuevo cine y literatura (incluso éxitos de venta) de calidad, telefilmes de autor, abastecimiento de equipos musicales y solicitud de viajes de turismo cultural entre una nueva estirpe de consumidores de belleza.

- La estética, el diseño. Relacionado con el mismo requerimiento estético, desde Australia hasta Canadá, desde Japón hasta Bruselas, pasando por España, el boom del diseño textil e industrial se ha hecho una condición inseparable de la cotidianidad y ha decidido un ejercicio general del gusto. Lo mismo podía aplicarse al interés por la arquitectura interior y exterior, capaz de convertir a sus profesionales en figuras mediáticas, solicitadas y admiradas en los mass media.

- La calle, las ciudades. Frente a la opción de las zonas residenciales de nueva planta, la década ha marcado la reivindicación del centro urbano. Restauraciones, rehabilitaciones. Al gusto por lo nuevo se ha sumado en todos los órdenes el aprecio por lo antiguo. ¿Época nostálgica? ¿Tiempo confuso que ha buscado su identidad? El efecto ha sido la emergencia del valor del pasado, del patrimonio histórico y el afán por su preservación. Objetos, muebles, edificios, plazas con tradición han despertado la atención de administradores y administrados, de anticuarios y clientes, de renovados urbanistas y ciudadanos fácilmente interesados por las señales de la historia. Complementario a ello es el auge en la edición de estudios y novelas de tema histórico.

- El ejercicio, la comida, la salud. El miedo y la estética, el éxito y la medicina preventiva se reúnen con la preceptiva social de atender al cuerpo. Mantenerse joven y sano se ha convertido en un valor dentro de la economía política del signo, pero simultáneamente en el marco de la responsabilidad moral. No comer productos que aumentan los riesgos del colesterol, o aumentan el peso, o promueven el cáncer de colon. Pero también una vida sana y natural asociable, de una parte, a los estilos de la abstemia (del alcohol, del tabaco, de la droga, del sexo), y de otra, a una paralela militancia ecologista.

- La naturaleza, el ozono. La progresión de los verdes y las organizaciones de defensa de la naturaleza (humana y vegetal) se han comunicado con ídolos internacionales del mundo musical. Los festivales en reivindicación de la salud del planeta han promocionado una nueva forma de romanticismo por el medio ambiente, y una estética, desde las plantas sin pesticidas hasta las palmípedas en extinción, que en un paso más comunica con una nueva sensibilidad hacia los pueblos primitivos y el abrazo a formas culturales también amenazadas de extinción. Los ritmos de moda en el Norte se han ido nutriendo del hambriento folclor emplazado en el hemisferio sur.

- La tecnología. Buena parte del arte ha hecho sus paces con los artefactos tecnológicos. La holografía, el escáner, las técnicas del vídeo, los espectáculos teatrales donde se reúnen aportaciones electrónicas y telemáticas, las películas coloreadas o con imposturas de actores revelan la eficacia comunicativa de técnicas a las que se regateaba poder estético y hoy ocupan un papel renovador en el juego de las artes.

- La desconfianza, la piratería. Piratería en las emisoras de radio; piratería en la reproducción de programas informáticos, en vídeos, en casetes, en fotocopiadoras, en pequeños empesarios de mercadillo. El decenio ha sido la era de la pluralidad, de la falsificación y de lo falso. Frente a la fácil aceptación de determinadas marcas y productos originales, una extensa organización marginal ha doblado y burlado el valor de lo verdadero. Frente a la confusión de lo que era en verdad valioso, el falsificador ha introducidó la ley de lo inauténtico. Y todo el conjunto ha compuesto un sistema en el que las distinciones sólo se han encontrado en poder de los expertos y en la impotente persecución de los promotores.

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