Un avión de la Fuerza Aérea repatría a 84 españoles
EL PAÍS Juantxu Rodríguez, el fotógrafo español muerto a tiros en Panamá el pasado día 21 por las tropas invasoras norteamericanas, cuando efectuaba la cobertura gráfica de los acontecimientos para EL PAÍS, será enterrado hoy en Portugalete (Vizcaya). Su cadáver llegó ayer en un Boeing 727 de la Fuerza Aérea Española procedente de San José (Costa Rica), donde permanece todavía el Hércules 130 que se encarga de realizar un puente aéreo con la capital panameña. Un total de 84 españoles y un ciudadano suizo fueron repatriados en el mismo vuelo de ayer. A ellos se espera que hoy se añada el regreso a Madrid de otros 90 españoles residentes en aquel país centroamericano.
Entre los 85 repatriados de ayer se hallaba la periodista de EL PAÍS Maruja Torres, que logró salir indemne del tiroteo frente al hotel Marriot en el que perdió la vida Juantxu Rodríguez. "Para mí la muerte de Juantxu simboliza las miles de vidas que ha costado a Panamá la invasión norteamericana", dijo la periodista al bajar de la escalerilla, a cuyos pies abrazó a uno de los hermanos del fallecido fotógrafo, al que esperaban también algunos amigos. Junto a ellos se hallaban también el secretario de Estado para la Cooperación, Luis Yáñez; el director general para Iberoamérica, Yago Pico de Coaña; el subsecretario del Ministerio del Portavoz del Gobierno, Miguel Gil, y el director y la directora adjunta de EL PAIS, Joaquín Estefanía y Soledad GallegoDíaz, respectivamente.Maruja Torres volvió a reiterar su "absoluta certeza" de que las balas que mataron a Juantxu Rodríguez procedían de soldados norteamericanos que dispararon contra ellos indiscriminadamente, pese a identificarse como periodistas y sin que hubiese en las proximidades del suceso ningún elemento de las fuerzas del general Noriega.
Ocho profesionales de la Prensa gráfica, de los muchos que acudieron al aeropuerto, transportaron a hombros el féretro de Juantxu hacia el coche que llevó los restos al tanatorio municipal. Desde allí estaba previsto que el cadáver fuera trasladado esta mañana por avión a Bilbao, para ser enterrado seguidamente en Portugalete, donde reside la familia del fallecido.
La mayor parte de los repatriados españoles -entre ellos unos 25 niños- descendieron del avión vestidos con ropa veraniega, por lo que tuvieron que recurrir a las mantas del avión para protegerse del frío de la tarde. "Era tal la confusión...", explicó una de las primeras españolas que descendió del avión, al referirse a las reducidas dimensiones de su equipaje.
Saqueadores
Laura y Ana Oliveia, de 18 y 15 años, respectivamente, hijas de españoles, relataron cómo los saqueadores destruyeron los locales y oficinas de la joyería propiedad de su padre. "Primero echaron abajo los escaparates a pedradas. Cuando por fin entraron, corno apenas no encontraron nada porque las joyas estaban a salvo en la caja fuerte, lo arrasaron todo", relata Laura, con acento pariarneño.
"Lo peor no ha sido, como han dicho, los bombardeos norteamericanos, sino el pillaje de la plebe", añadió Laura. "Afortunadamente nuestra casa está en las proximidades de las embajadas española y cubana, donde se temía que se refugiara Noriega, y gracias a ello estábamos rodeados por tropas estadounidenses que nos han protegido".
"Panamá está agradecido por la intervención de EE UU", explicó otro joven, Luis Fernando Díaz, hijo también de españoles propietarios de un restaurante. "Ya sé que no es ético, que deberíamos haberlo hecho nosotros, pero la invasión era la única forma de librarnos de Noriega".
"Qué feliz me siento de estar aquí", no cesaba de repetir Teresa, otra repatriada a la que le asomaban las lágrimas en cuanto recordaba lo sucedido. "Yo soy colombiana, pero me casé con un español profesor de Derecho, con el que vivo en Panamá desde hace 23 años. Durante meses esperamos que los norteamericanos hicieran algo para eliminar a Noriega. Pero no debían haberlo hecho así, con tantas muertes. Han hundido el país", relata.
Y añade: "Los aviones y los helicópteros no cesaban de volar muy bajo sobre nuestra casa. Era una tortura psicológica insoportable. Durante cuatro noches no pudimos pegar ojo. Yo no podía soportarlo más. Mi marido es más valiente y testarudo. Quiere a esa tierra y ha decidio que sólo saldrá de allí muerto".
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