El escritor 'descentrado'
Los narradores periféricos ya no se sienten tan desolados fuera de los centros del poder literario
Sufren y disfrutan extrarradio literario desde ciudades como Vigo (Víctor F. Freixanes), Pamplona (Miguel Sánchez Ostiz), Gerona (Maria Mercè Roca), Valencia (Ferran Torrent y Eduardo Alonso), Aix-en-Provence (Manuel de Lope), el pueblo de Nerja en la provincia de Málaga (Gregorio Morales) o Astasúa, en Guipúzcoa (Bernardo Atxaga).Que la peculiaridad de su andurriada sea precisamente lo que les haya llevado en esta ocasión a las páginas de la Prensa les ha hecho gracia. Hay que decir que casi todos estaban en sus casas trabajando en un nuevo proyecto y que el más difícil de localizar fue Bernardo Atxaga. Las líneas telefónicas configuraron un imaginario gráfico que semejaba el encefalograma de una empresa en caótica expansión: Madrid-Pamplona-Bilbao-Andoain-Astasúa y otra vez Andoain-Astastia.
"Cuentan que un escritor consiguió entusiasmar a varios editores con su nueva obra, que transmitió curiosidad y expectativa ante su manuscrito. Manuscrito que algunos querían publicarle. Una noche, aquel escritor regresó a su casa alborozado y fue allí donde se enfrentó con la realidad: todavía tenía que empezar a escribir el libro. El autor se había quemado como un fósforo en la gestión". De este modo Víctor F. Freixanes (1951) explica lo que para él y de un modo extremo significa vivir inmerso en el ojo del huracán. "Ese lugar de vorágine que hace. que mediante determinados mecanismos de publicidad, de comunicación, uno exista o no. A partir de ahí ya se sabe: proliferación en conferencias, encuentros y congresos, e inmediatamente te ves obligado a sacar otro título".
"Lo que es evidente", prosigue el autor gallego, "es que un escritor tiene más dificultades para darse a conocer si no está cerca de los principales medios de comunicación, y éstos se encuentran en Madrid o Barcelona, aunque el tiempo todo lo tamiza", añade Freixanes, "y a cada cual lo pone en su sitio, pero", confiesa, "lo bien cierto es que si no consigues asomar la cabeza te sumerges en el túnel del anonimato".
"Triángulo"
Al autor de El triángulo inscrito en una circunferencia y El ajuar de la novia (la última en Seix Barral), escritas en gallego y traducidas posteriormente al castellano, no le gusta determinado boato literario. "El escritor se está convirtiendo en una vedette permanente. Se ha entrado en una dinámica de mercado en donde se necesita. asombrar y seducir de un modo constante. Da la impresión", prosigue, "de que todas las semanas, en los suplementos de libros, se tenga que producir el milagro literario. Más que escritores", añade Freixanes con sorna, "parecemos folclóricas. Desearía críticos y lectores más críticos, capaces de distanciarse de todo lo que supone la pompa publicitaria"."He de decir que en el caso de los escritores en lenguas diferentes al castellano tenemos un problema añadido. Da la impresión de que éstas no forman parte del patrimonio común de la cultura del Estado. Los medios de comunicación nos tratan como elementos exóticos. Y luego", recalca, "aunque no es mi caso, existen las graves dificultades para conseguir que esos autores se traduzcan al castellano".
De la falta de curiosidad por lo que se cuece en otras lenguas del Estado distintas al castellano también participa el escritor en catalán Ferran Torrent (Valencia, 1951); éste habla incluso de rechazo. "Creo que el lector español, es más, diría que hasta el escritor español, no ve con buenos ojos que un autor del Estado escriba en otra cosa que no sea el castellano. No entienden que decidas expresarte de otra manera distinta a la suya. Incluso cuando se traduce tu trabajo siguen ignorándolo".
Convencido del principio de que si no se está en aquellos ambientes culturales en donde se fabrica la noticia un autor lo tiene más crudo, pero también que el estorbo es menor y que, al fin y al cabo, la literatura se hace en la mesa de trabajó, este autor se ha planteado por vez primera la idea de emigrar a Barcelona: "En estos momentos siento una gran desconfianza en los medios de comunicación autóctonos", dice Torrent. "El hecho de esa interferencia de frecuencias que se ha dado de la TVV y la TV-3 no la entiendo. Yo estoy indefectiblemente ligado a la cultura catalana, y la suerte de esa cultura la veo más que dudosa".
Torrent, que recientemente ha finalizado su quinta novela, titulada Cavall i rei (Quaderns Crema), "aunque no es ni monárquica ni tiene la peste equina", constata los problemas de infraestructura que significa publicar en una ciudad distinta a la que se vive. "Atender a todas las cuestiones promocionales es muchísimo más complicado, porque las presentaciones se suelen hacer en Barcelona y esto significa desplazamientos y una pérdida de tiempo que te distrae de lo que es escribir propiamente dicho".
Veinte años hace que vive fuera de España, instalado en Aixen-Provence, y poseedor de una memoria antigua de su país, del que dice no encontrarse para nada desarraigado, Manuel de Lope (Burgos, 1949) parece bastante harto de tener que dar explicaciones sobre su lugar de residencia.
"Si yo fuera un escritor inglés nadie. me preguntaría dónde vivo", destaca De Lope. "Por aquello de las colonias, muchos de los escritores ingleses son escritores expatriados. No hay que perder nunca de vista que un escritor es exclusivamente su libro".'Octubre'Después del exitoso y alabado Octubre en el menú (Alfaguara), este autor que dice haber presentado una única vez un libro, Albertina en el país de los garamantes, piensa publicar al año que viene un libro de relatos con el título Los amigos de Toti Tang.
"No creo que presente el libro. No", reitera. "Las presentaciones se tenían que reducir a una única vez: la primera. Es como la entrada en sociedad de un escritor. Luego es más efectivo citar a seis o siete críticos y hablar con ellos de lo que has escrito".
Pero hablar y mostrarse en los medios de comunicación no es algo que le guste demasiado al autor de Jardines de África: "Un escritor, en todo caso, debería pasar un examen escrito, pero ponerse a hablar delante de la gente es absurdo. Y hablo por mí, que desde luego soy mejor conversador en mi relación privada que en la pública. Las expectativas que creas en los oyentes cuando vas a una mesa redonda, esperando a ver qué dices, son un poco absurdas. En estos casos soy un auténtico telegrama".
Si Manuel de Lope dice.ser telegrama, Miguel Sánchez Ostiz (Pamplona, 1950), que ha ganado recientemente el premio Herralde con La gran ilusión), autor de Tánger bar y El pasaje de la Luna, entre otras, y que también ha publicado en Anagrama el ensayo titulado Literatura, amigo Thompson y trabaja en una novela titulada Las pirañas, habla de auténtico bloqueo cuando se enfrenta al público. "He acudido algunas veces a televisión y lo que sucede es queño pasa absolutamente nada. No hablo; sencillamente, no hablo. Y soy tan tímido que cuando me encuentro a algún lector de mis libros tan tímido como yo escapamos a toda velocidad en direcciones contra rías". Pausa. "Prefiero vivir en Pamplona: las posibilidades de tener que ver gente o salir en los medios de comunicación son mucho menores. Aunque he de admitir que un escritor tiene más problemas para sacar su. trabajo adelante si no consigue aparecer en los mass media. Además", y ahora coge carrerila y suelta, "por otro lado hay gente que no vive en Madrid, que terne cuando llega a esa ciudad con el manuscrito bajo el brazo que le esperen los grupos de autodefensa forma dos por escritores dispuestos a defender su potaje de alubias y a vigilar que nadie cometa la osadía de tomar ración de ese puchero". Y lo dice todo seguidillo. Ahora silencio, unas cuantas risas y de nuevo vuelve a sumergirse en toda la seriedad del mundo: "La verdad es que hay escritores alejados de ciudades como Madrid y Barcelona que tienen serias dificultades para poder publicar sus trabajos".
"La ventaja para mí de vivír en Gerona es que puedes decir no. En una ciudad como Barcelona, las posibilidades de compromisos, invitaciones, etcétera, para ir a una presentación, una conferencia, son más grandes que en una ciudad pequeña, y como esto te puede apetecer algunas veces, pues te quita tiempo para escribir". Asi se pronuncia Maria Mercè Roca (1958), autora de Elpresent que m'acull, premio Josep Pla 1986. "La gran ventaja para aquellos que escribimos en catalán de no vivir en Barcelona es que no te quemas. De acuerdo en que aparecer en los medios de comunicación funciona y hace que el escritor sea más conocido, pero", prosigue Roca, "sucede que en demasiadas ocasíones se malinterpreta el verbo conocer. Conocer a un es critor signi íca para muchos ver tu imagen en la televisión o leer tus declaraciones. No hay conocirniento literarío, que es el que realmente importa. Aunque admito que ese conocimiento visual pueda llevara curiosear en lo que uno escribe".
"Locura"
Gregorio Morales (1952), que ha publicado cuatro libros, tres de los cuales son considerados por el propio autor como de tanteo y es La cuarta locura (Grijalbo) lo que él llama su primera novela, reconoce que vivir en Madrid durante unos años le proporcionó algo que a él le resulta envidiable: "Amistades literarias que sí influyeron en mi formación personal como escritor". Por lo demás tiene muy claro que viviendo inmerso en el mundanal ruido "no puedes obviar llamadas del exterior que te hacen salir. Hay cosas que no interesan, pero otras sí, y eso crea un estado de tensión que repercute en tu trabajo, porque sencillamente no trabajas. En cuanto, a las presentaciones de Iibros", añade, "tienen el único sentido de una fiesta: has pasado por la etapa de escritura dura, una etapa de renuncias y de soledad, y de pronto, con el libro acabado, sales a la luz, te encuentras con los amigos, y la verdad es que está muy bien tener la posibilidad de emborracharte".
Eduardo Alonso (1944), un asturiano afincado en Valencía, autor de El insomnio de una noche de invierno y Losjardines de Aranjuez, entre otras, hace hincapié en un rasgo de la cludad donde vive desde hace casi 20 años: "Valencia es una ciudad con mirada estrábica. Tiene un ojo puesto en Madrid y otro en Barcelona. Sus dos lenguas, sus dos focos culturales la hacen ser así. Pero me siento a gusto. Como re clamo publicitario", añade, "pue de que funcione mejor vivir en Madrid o Barcelona. Pero esta ciudad, que es poco nostálgica para un asturiano [la nostalgia para el asturiano que es Alonso reside en la bruma y en las sombras], y que tiene uina mirada poco dilatada hacia el pasado, me ha enriquecido, porque con trapone a mí mismo la instantaneidad. Valencia es iina ciudad instalada eminentemente en lo instantáneo, y lo digo Sin el más mínimo tono peyorativo, pero es de este modo, por lo menos yo la percibo así. Además", recalca, "qué más da dónde vivas, ahora no hay libros, sino novedades. El trabajo del escritor es bastante efimero y necesita revalidarse".
Joseba Irazia (1951), que tomó el nombre Bernardo Atxaga cuando empezó a escribir, se considera afórtunado porque ha tenido lo que él llama "caja de resonancia". La repercusión para un escritor que vive en Madrid o Barcelona Igara Atxaga es como "aprender a escribir a máquina con dos dedos. Al principio se va muy aprisa, pero luego te alcanzan aquellos que de un modo más pausado y con todos los dedos no tuvieron ese acelerón en los comienzos".
Babelia
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