El lector tranquilo
Nadie ha calculado todavía cuántos jurados literarios se reúnen cada día en España. Pero sí se puede asegurar que al menos uno de ellos se lee los libros que le encomiendan. Es Ricardo Gullón, un astorgano cántabro, ascético y riguroso que compagina la educacación con la exactitud, el ejercicio del respeto al prójimo con la obligación de la verdad y la independencia con la generosidad bien plantada.No es cosa baladí destacar ese aspecto de lector de originales de Ricardo Gullón, y tampoco debe sonar a tópico decir que los jurados de este país no se muestran muy dispuestos a dejarse sorprender por los libros que se le proponen. ¿Y por qué los lee Gullón? Ricardo Gullón observa, desde que era un niño, un respeto sin fronteras por lo que la literatura tiene de posibilidad de descubrimiento. En ese curso minucioso de lectura no ha dejado nunca que una línea ajena a su mirada.
Ese respeto por el libro, y por su autor, es lo que le ha hecho un lector incansable que asume su tarea con la actitud del hombre tranquilo, que es el más propenso a disfrutar de la sorpresa.
Ricarcio Gullón es, por todo ello, un lector ideal. Esa es la característica que le ha hecho un buen crítico. Un dato más adorna esa personalidad insólita en el país de los mandobles: no necesita amedrentar para ser respetado, y no se tiene evidencia de que para que se oiga su voz de cántabro pausado haya tenido que levantarla por encima de lo que es normal: para decir lo que piensa sobre los demás y no para expresar qué tiene contra ellos. A esta gente no sólo hay que conservarla en la Academía: es que hay que guardarla como oro en paño.
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