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El 40% de los usuarios de vídeos eróticos en EE UU son mujeres

La actividad durante 1985 de la Comisión Meese contra la pornografía en Estados Unidos no impidió que hoy más del 40% de los que alquilan habitualmente vídeos pornográficos sean mujeres, según la profesora de la universidad de Columbia Carole S. Vance. Sí consiguió endurecer la legislación hasta el punto de provocar la autocensura en autores, fotógrafos y cineastas. Esta antropóloga y feminista compara esta experiencia con la caza de brujas del senador McCarthy.

Mediante seis debates a lo largo de todo el Estado, con un público seleccionado previamente, la comisión, creada por la Administración de Reagan, elaboró dos tomos de recomendaciones a los poderes ejecutivos alertando sobre la relación directa de la pornograrla con la violencia, la homosexualidad y los delitos contra el sexo. Utilizaron el lenguaje propio de la reivindicación feminista sobre la utilización sexual de la mujer, pero no lograron disimular en la cuestión de fondo lo que la antropóloga define como "el pánico moral de los países anglosajones que aparece de forma organizada en torno al sexo a lo largo de toda su historia".

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A Carole le sorprendió la capacidad de la comisión para promover un clima emocional fuertemente contrario al sexo, "creando sentimientos de culpa", mediante la saturación de imágenes eróticas.

Recuerda haber notado "la fascinación de amar lo que se odia" en las caras de un público integrado por políticos, predicadores, policías y juristas y sometido durante dos meses a la ración pornográfica de toda una vida. La experiencia se tradujo en leyes como la que permite embargar el material de trabajo a los infractores de la moral imperante.

Carole S. Vance ha viajado a España para presentar el libro Placer y peligro, que recoge una selección de artículos de distintas autoras en torno a las políticas sobre sexualidad. Su propia teoría aboga por un tipo de normativa que reduzca al mínimo los peligros sexuales para la mujer al tiempo que aumente sus posibilidades de placer.

A su juicio, no es precisamente la pornografía, fuertemente combatida por degradante desde un sector del feminismo, la parcela reivindicativa más importante, sino más bien un blanco de cólera que debería cambiar de objetivo. "Es más fácil", dice, "manifestarse contra la pornografía que pedir cambios legales sobre la violación o el aborto, por ejemplo, o que atrevernos a hablar entre mujeres para solucionar los problemas del sexo".

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