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CINE

Una mujer atormentada

La pasión solitaria de Judith Hearne es un filme que se aparta, voluntariamente, de los sistemas comerciales al uso, pero que no se lanza por completo en pos de nuevas formas cinematográficas, sino que rescata preferentemente, unas vías de descripción intimistas, con un tempo narrativo solemne y ajeno a la acción trepidante. Resulta reconfortante, además, recuperar a Jack Clayton, un veterano cineasta británico prácticamente retirado del oficio, después del fracaso de El gran Gastby, una producción que mereció mejor suerte de la que tuvo.En el fondo, esta nueva obra es más radical que las anteriores, pero no se aparta demasiado de sus trabajos más típicos, en los que había numerosos retratos femeninos. El personaje central de esta película no está muy lejos, por ejemplo, de la institutriz atormentada de Los inocentes o de la madre angustiada de The pumpkin eater. La pasión solitaria... ha sido adaptada de una novela de Brian Moore, lo que demuestra el in terés de Clayton por la literatura y su deseo constante de hermanar ambos sistemas narrativos.

La pasión solitaria de Judith Hearne (The lonly passion of Judith Hearne)

Guión: Peter Neisson, según la novela de Brian Moore. Imágenes: Peter Hannah. Música: George Delerue. Dirección: Jack Clayton. Intérpretes: Maggie Smíth, Bob Hoskins, Wendy Hiller. Estreno: cine Rosales. Versión original.

La historia que nos propone el director bucea en las contradicciones de una existencia anodina y sin horizontes claros y muestra la fuerza de las presiones sociales, culturales y religiosas que condicionan la conducta de las personas grises y sin relieve, tan abundantes en la vida como escasas en la cinematografía mundial.

Es posible que muchos espectadores queden fuera del universo dramático reconstruido por esta película, no ya por su dificultad, que se puede superar con un mínimo, conocimiento del lenguaje específico del cine, sino por la aridez de su aspecto externo, por su negativa a reducir la complejidad de un retrato femenino apasionante, que no se contamina con la tentación de la belleza ni la de la simpatía. Los que sean capaces de ir más allá de estos obstáculos superficiales es posible que aprecien la terquedad del director -que ha contado con unos magníficos intérpretes- y su deseo de usar la cámara para desvelar las claves secretas de un ambiente desesperado que obedece al horror y la piedad a partes iguales.

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