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Seis hombres en busca de paz

Como sacerdote, jesuita y cristiano, es emocionante recordar en este momento a los seis sacerdotes asesinados en San Salvador, junto a la cocinera y su hija. Era una de las comunidades de jesuitas que trabajaban en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Su principal empeño era conseguir una paz en la justicia para ese sufrido y admirable pueblo al que ellos tanto amaban y cuya nacionalidad asumieron los cinco llegados de España.Formaban un excepcional equipo de trabajo. Ignacio Ellacuría, 59 años, rector de la universidad, profesor, concienzudo escritor; Joaquín López y López, salvadoreño de 71 años, fundador y director de Fe y Alegría -obra dirigida a formar la juventud de los barrios "adonde no llega el asfalto"-; Ignacio Martín-Baró, 47 años, vicerrector de la universidad, director del Instituto de Opinión Pública; Segundo Montes, 54 años, antiguo rector del externado San José, director del Instituto de Derechos Humanos; Amando López, 53 años, ex rector del Seminario Interdiocesano de San José de la Montaña, profesor de Filosofía y Teología; Juan Ramón Moreno, 53 años, antiguo maestro de novicios, bibliotecario y profesor de Teología.

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Vivieron desde un trabajo universitario el ideal de la Compañía de Jesús: una fe cristiana que exige la realización de la justicia. Peligrosa empresa en un país como El Salvador. Pocas personas conocían como ellos la realidad. Pocas personas hicieron tanto por formar salvadoreños honestos y profesionales capaces que lucharan por construir un Salvador mejor.

Todo su empeño estos últimos años fue conseguir una paz justa para El Salvador, empeño en que estaba embarcada toda la Iglesia de El Salvador. Fue un grupo de hombres, con Ignacio Ellacuría a la cabeza, a quienes "la verdad les hizo libres". Llevaban años sabiendo el peligro que corrían, pero ellos creían en su trabajo. Y quienes hayan vivido en El Salvador sabrán muy bien el increíble volumen de publicaciones científicas y divulgación comprometida que realizaron en aquel torturado país. Sin su revista ECA es imposible estudiar la historia reciente de El Salvador. Se equivocan quienes les identifiquen con el FMLN. Si con alguien se les puede identificar es con el padre Rutilio Grande y con monseñor Romero, cuyo testimonio evangélico continuaron todos estos años y cuya palabra de verdad tuvo en ellos eficaces servidores. Por eso también les tocó participar de su misma muerte.

Este grupo de hombres, admirable para quienes les conocimos, no sólo murieron por la justicia y la paz en El Salvador, sino que como monseñor Ro-,' mero y Rutilio Grande son una cuenta más en el largo rosario de aquellos para quienes Jesucristo, su causa y su reino fueron el centro de toda su vida. Y a quienes se les concedió la gracia de dar la sangre por ellos.

Este grupo de hombres no quiso vivir según sus intereses, sino según los intereses de las mayorías pobres de aquel sufrido país, porque hicieron de verdad y con todas las consecuencias, movidos por su fe y con su extraordinaria capacidad humana, la opción por los pobres intentando realizar un Salvador mejor, fueron asesinados un 16 de noviembre. ¡Qué casualidad! ese día celebra la Iglesia a otro grupo de mártires jesuitas: Roque González y compañeros, los mártires de las reducciones de Paraguay. Pioneros ellos también de la opción preferencial por los pobres.

es sacerdote jesuita.

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