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Teoría sobre un accidente en Vandellòs

El Plan de Emergencia Nuclear de Tarragona no puede hacer frente a un siniestro de grandes dimensiones

Un viento flojo recorría la costa de Tarragona la noche del pasado jueves 19 de octubre, mientras los bomberos luchaban por controlar el incendio del turbogrupo principal número 2 de la central nuclear Vandellòs 1. A lo largo de la noche y en la madrugada del viernes, la situación no varió sensiblemente, según los datos de que dispone el Instituto Nacional de Meteorología. A las ocho de la manana, en Reus -distante unos 30 kilómetros de Vandellòs- el viento soplaba a una velocidad de 10 kilómetros por hora y era de componente oeste-noroeste, en dirección de tierra a mar. En la hipótesis de que el accidente hubiera derivado en una fuga radiactiva, las condiciones meteorológicas no podían ser más favorables para evitar la plaga de la contaminación, ya que el viento habría orientado inicialmente la polución hacia el mar, lejos de la población.

La primera noticia del accidente había sido recibida en el Gobierno Civil de Tarragona a las 21.44 a través de un comunicante anónimo. Tres minutos después pudo confirmarse el hecho utilizando el teléfono directo que conecta con la central y a las 23.05 se sabía que había problemas para refrigerar el reactor, uno de las encrucijadas más graves a las que puede enfrentarse una central nuclear.Durante este espacio de tiempo, el gobernador civil de Tarragona, Ramón Sánchez, activó la fase 0 del Plan de Emergencia Nuclear de Tarragona (Penta). Se reunió al estado mayor del Centro de Coordinación Operativa (Cecop), se avisó a los ayuntamientos afectados y se estableció contacto con la Sala de Emergencia (Salem) del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Por precaución, se instalaron dos controles de la Guardia Civil en la carretera N-340 y en la autopista A-7.

Las características propias del reactor de Vandellòs 1 (grafito-gas) hacen que una eventual fuga radiactiva no se produzca hasta varias horas después de haber fallado todos los sistemas de seguridad, por lo que la capacidad de reacción del dispositivo de emergencia hubiera sido aquí mayor que en otros casos. Con todo, el Penta no prevé situaciones límite y su capacidad de actuación se fundamenta en una conducta dócil de la población, hipótesis dificil de mantener si los rumores son catastrofistas.

El discutido Penta prevé dos fases de preemergencia (0 y 1) y tres de emergencia (2, 3 y 4), que se aplicarían consecutivamente en función de la evolución de los acontecimientos. En su fase máxima -para una radiación previsible superior a 10 REM por individuo-, el Penta prevé evacuar a toda la población residente en un radio de tres kilómetros -unas 5.000 personas en invierno e indeterminadas en los meses turísticos-, evacuar a los grupos de población críticos (niños, enfermos, mujeres embarazadas ... ) en un radio de cinco kilómetros, y confinar en su domicilio a todos los residentes en una tercera corona de 10 kilómetros. En un radio de 30 kilómetros, se controlarían el agua y los alimentos.

Descontaminación

La población que resultara irradiada por una fuga en Vandellòs debería pasar por una de las tres Estaciones de Clasificación y Descontaminación (ECD) situadas en Falset, Montbrió del Camp y Amposta. Allí se les ducharía con agua y jabón y se les proporcionaría ropa nueva. En caso de que la radiación recibida fuera interna, serían trasladados a centros hospitalarios especializados en Tortosa, Madrid y París. El conjunto de los evacuados sería alojado en las Áreas Base de Recepción Social (ABRS): Reus y Tortosa. Para su traslado se utilizarían automóviles particulares, vehículos militares y autobuses previamente requisados. Todos los accesos por carretera estarían controlados y se iinpediría la entrada en las zonas afectadas.

Los críticos del Penta cuestionan de partida su limitado ámbito de actuación. El Servicio Mundial de Información sobre la Energía (WISE) -organización internacional de orientación ecologista- considera que tras la experiencia de Chernobil el área de evacuación total debería extenderse "conio inímino" hasta 30 kilómetros. El portavoz del WISE en Tarragona, Jaume Morrón, afirma: "El Penta se basa en la legislación norteamericana previa al accidente de Harrisburg [ocurrido el 28 de marzo de 1979 en la unidad 2 de la central nuclear de Three Mile Island], tras el cual se extendió el radio de evacuación a 16 kilómetros

Las áreas de actuación previstas en el Penta son insuficientes para enfrentar un accidente de la gravedad del de Chernobil. En un caso así, se ignoran las medidas a adoptar y la autoridad gubernativa que se pondría al frente de la operación, según reconoce el gobernador civil, quien apunta al Ministerio del Interior como responsable. Algunos técnicos admiten que la limitación del operativo al ámbito provincial "no tiene sentido", mientras que Sánchez recuerda que el Penta sólo prevé "el caso más probable de accidente grave".

Éste es el quid de la cuestión. Hasta ahora, los planes de emergencia se han elaborado según el método del "peor caso" o del "máximo accidente previsible", basándose en los posibles accidentes previstos en las bases de diseño de cada tipo de reactor. Este planteamiento busca la mayor protección posible dentro de lo "razonable", pero no agota la realidad. El jefe del Área de Análisis Radiológicos y Accidentes del CSN, Eugenio Gil, explica que tras el accidente de Chernobil se han iniciado líneas de investigación en todo el mundo para "prever todos los escenarios posibles en cada central nuclear". Este proceso deberá culminar con la adecuación de los planes de emergencia existentes.

Carencias no resueltas

Mientras tanto, el Penta es el único instrumento para enfrentarse a un accidente en las centrales de Vandellòs o Ascó. Un instrumento, sin embargo, con carencias no resueltas. Así lo entienden los alcaldes de la zona, los ecologistas del WISE y algunos expertos en materia de seguridad nuclear. El profesor de la universidad Politécnica de Cataluña (UPC) Antoni Senyè es radical en este aspecto. "Si hoy hubiera una fuga radiactiva, el plan no funcionaría", asegura, a la vez que dice haber detectado ya el primer fallo la noche de autos: "La central Vandellòs 1 se encontraba en la situación 3 de su plan de emergencia interior, lo que corresponde a la fase 1 del Penta y no a la 0, que fue la activada". En consecuencia, y de acuerdo con el propio Penta, deberían haberse controlado todos los accesos y no únicamente dos.

El gobernador civil se muestra seguro de la operatividad del plan a pesar de los problemas aún irresueltos, si bien admite que "cabe mejorar la situación". Respecto a los accesos en la zona de Vandellòs, Sánchez cree que la red viarla principal (N-340 y A-7) "es satisfactoria". Sin embargo, algo falta todavía cuando Protección Civil se ha comprometido a mejorar los caminos rurales y está a punto de firmarse un convenio para mejorar la red de carreteras de Vandellòs y Ascó, con una inversión de 7.000 millones de pesetas. En cuanto al sistema de alerta, el Gobierno Civil dispone de una emisora de radio conectada con los ayuntamientos del cinturón nuclear (Vandellòs, Tivissa, Mont-roig, Pratdip y l'Ametlla). El sistema no es operativo, a la espera de que entre en funcionamiento un repetidor, y la comunicación se establece por teléfono.

El problema más grave es la pérdida de confianza de la población en el Penta. Si no se resuelve, de nada servirá dotarlo de todos los medios necesarios. Cualquier plan de evacuación se vería desbordado por la huida incontrolada de los ciudadanos, lo cual reproduciría la situación ya vivida en Harrisburg, donde las carreteras fueron bloqueadas.

De cuatro semanas a dos días para morir

La exposición aguda a las radiaciones (recepción de un mínimo de 100 REM por día) presenta diversos síntomas según el grado de exposición. A partir de la citada cantidad se produce una disminución de las células de la sangre, que origina hemorragias internas, anemia y fatiga, y un aumento de las posibilidades de padecer infecciones bacterianas. Este cuadro, conocido como síndrome hematopoyético, se agrava conforme se aproxima a dosis de 500 REM. Sin tratamiento médico, la muerte puede producirse en dos o cuatro semanas. En todos los casos, se supone que la radiación ha sido absorbida por todo el cuerpo.

Entre 500 y 2.000 REM se producen inmediatamente vómitos y diarreas -síndrome del tracto gastrointestinal-, agravados eventualmente por una intensa hemorragia interna. Entre cinco y diez días después de haber recibido la radiación se produce la muerte, causada fundamentalmente por deshidratación y el desequilibrio electrolítico de los tejidos.

En el caso de exposiciones superiores a 5.000 REM, se observa el síndrome del sistema nervioso, caracterizado por falta de coordinación y confusión mental, coma intermitente y pérdida de conocimiento, y convulsiones. La muerte es inevitable al cabo de dos días por fallo respiratorio o cardiaco.

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