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Opinión
Columna
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Obrador: el mensaje en la botella

El expresidente dejó una especie de manual para tratar al mandatario naranja, una brújula que resiste el paso del tiempo

Donald Trump
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, el 31 de enero de 2025.Carlos Barria (REUTERS)
Vanessa Romero Rocha

En marzo del año pasado, a seis meses de dejar la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, concedió una entrevista inusual a un medio extranjero: 60 minutes, el famoso programa del canal de televisión estadounidense CBS. Un gesto fuera del librero para un presidente que casi no daba entrevistas. Un acto insólito para quien siempre creyó que la mejor política exterior era la interna.

Aquello era un mensaje en una botella. Un anuncio para un futuro que López Obrador no pronosticaba contingente, sino fatal: el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

El diálogo fue editado a placer por el medio norteamericano. En su derecho estaba. Con lo que no contaban, era que Andrés Manuel —un descreído crónico de los medios, que él llamaba, de manipulación— haría lo propio. Horas después de la transmisión original, el expresidente liberó los fragmentos que a sus propios propósitos servían. Andrés Manuel en estado puro.

La entrevista original convocó a 800.000 espectadores del canal estadounidense. En YouTube, la versión Macuspana superó el millón. La geografía del mensaje era clara: No Washington, no la Casa Blanca. México. Y en el centro de todo, la verdadera destinataria: Claudia Sheinbaum, entonces candidata presidencial.

En la botella, Andrés Manuel metió una especie de manual para tratar al presidente naranja, una brújula que resiste el paso del tiempo.

En el minuto treinta y siete de la entrevista, el tabasqueño dejó caer la consigna. Sin venir a cuento con la pregunta de la periodista nos dijo entonces —a Sheinbaum y a todos— que, aunque tuviéramos el corazón caliente, mantuviéramos la cabeza fría. La cita es textual.

—Serenidad y paciencia —repitió Sheinbaum hace una semana, tras el regreso de Trump a la presidencia. La presidenta encontró la botella. Y ahí, el manual.

Después, durante la entrevista, ante la referencia a una provocación de Mike Johnson —entonces presidente de la Cámara de Representantes— quien había señalado que México haría lo que Estados Unidos quisiera, López Obrador no se contuvo. Respondió molesto. Llamó al legislador irrespetuoso, vulgar, majadero y oportunista.

—Nosotros somos un país libre, independiente, soberano, no somos colonia, protectorado de ningún país extranjero. Tenemos muy buena relación, pero no de subordinación —soltó un golpe en la mesa.

Además, sacando a relucir un viejo agravio —aquel falso reportaje del New York Times que lo vinculaba con el crimen organizado— sentenció que un presidente, de cualquier país, no puede permitirse ser ninguneado.

En el mismo aprendido tono, Sheinbaum respondió este primero de febrero. La explicación que justificaba la imposición de aranceles era infamante: una “alianza con cárteles”. En un bravo mensaje en X, la presidenta rechazó la calumnia sin rodeos. Y el país retumbó.

El segundo piso de la transformación no será acusado de tibieza ni de traición.

Contrario a la actitud tomada por Xóchitl Gálvez ante la imposición de aranceles por parte de Trump —otro de sus inútiles golpeteos políticos contra el fantasma macuspano— Sheinbaum reviró.

Lo que el mensaje en la botella de Andrés evoca es equilibrio. La serenidad que danza entre la defensa del honor nacional y la posibilidad de colaborar con el adversario: un punto medio (casi) imposible que descansa en la intersección entre ceder y defender.

Respetuosos pero firmes. Nada de ser gelatinoso como Trudeau ni irreverente como Petro. Palillos chinos.

—Coordinamos, colaboramos, pero nunca nos subordinamos —señaló Sheinbaum durante el mensaje por sus 100 días de gobierno.

El mensaje presidencial del sábado por la noche cerró con las mismas palabras con las que, en su momento, Obrador terminó la carta que este enviara a Trump en 2019 ante la misma amenaza tarifaria. 11 palabras que sonaban a susurro: nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho.

A juzgar por lo acontecido esta semana, es justo decir que las olas trajeron con bien la botella a su destino. Justo a tiempo. Bendito mar.

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