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El camino de los mártires

En Bab el Ued y Belcurt, los más de 500 muertos en la represión de la revuelta de la sémola son llamados chuhada, o sea, mártires.

"Ellos ya están en el paraíso, y lo mejor que podríamos hacer nosotros es seguirlos allí", dice Sadek, de 21 años, sin oficio ni beneficio. El riesgo de una segunda explosión popular en Argelia es evidente, porque siguen persistiendo las colas kilométricas, el trabando, las penurias, el dinar sobrevaluado oficialmente, la sequía, la alegre vida de los chichis (los hijos de los ricachones del régimen), en fin, los elementos que provocaron la de 1988.

Las autoridades se han preparado para, en caso de una eventualidad semejante, no tener que recurrir otra vez al Ejército, no fuera a ser que en este caso se negara a volver a sus cuarteles. La policía argelina ha trabajado en los últimos meses con especialistas británicos en disolver manifestaciones y ha recibido de Alemania Occidental gases lacrimógenos, balas de caucho, perros y camiones blindados con cañones de agua. El agua que quema, como la llaman los jóvenes, fue empleada por primera vez el pasado julio en una sentada en el barrio de Am Benian.

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Buñuel resucita en Argelia

"La democracia argelina es aún muy frágil y no tenemos otro remedio que apoyar a Chadli Benyedid", dice el doctor Said Saadi, dirigente de la bereberista Agrupación para la Cultura y la Democracia. Esa actitud revela el temor a un posible regreso al pasado por medio de un golpe militar.

El nuevo primer ministro, Mulud Hamruch, es un hombre fiel a Benyedid y está unánimemente considerado como una persona honesta. Pero no ha logrado superar el profundo desencanto de la juventud respecto al proceso de cambio.

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El jueves siguiente al nombramiento de Hamruch, miles y miles de jóvenes de Bab el Ued fueron a ver un partido de fútbol llevando paraguas, y eso que lucía un sol radiante. Habían oído en la radio que Hamruch fue jefe de protocolo de Huari Bumedian y ellos lo interpretaron como que era el tipo que sostenía el paraguas del antiguo presidente cuando éste bajaba de los aviones en días. "Queremos ser primer ministro", gritaban con alborozo los jóvenes de Bab el Ued enseñando sus propios paraguas. Buñuel resucitó en Argel.

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