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Buñuel resucita en Argelia

La población del país magrebí supera sus frustraciones con el islam o el humor negro

Recién salida de un terremoto, Argelia comienza un mes decisivo para su futuro político. Faltan tres semanas para que el Frente de Liberación Nacional (FLN) decida en un congreso extraordinario su actitud respecto a las reformas democráticas emprendidas por el presidente Benyedid. Con una vida cotidiana muy dura a causa de la crisis económica, desencantados respecto al proceso mismo de cambio, temerosos de nuevos acontecimientos dramáticos, muchos ar gelinos encuentran refugio en el islam o en el humor negro.

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En la medianoche que dio paso al primer día de noviembre, los barcos hicieron sonar sus sirenas en la bahía de Argel y se escucharon 35 cañonazos, uno por cada año transcurrido desde el comienzo de 1954 de la lucha armada contra el dominio francés. Un Argel engalanado con banderines y bombillas de colores comenzó así a festejar una de sus grandes fiestas nacionales contemporáneas, la conmemoración del inicio de su lucha por la independencia. Atrás quedaba el segundo octubre negro consecutivo. Si el de 1988 había sido ensangrentado por la revuelta de la sémola, el de 1989 acababa de tener un trágico colofón con el terremoto que había asolado las regiones centrales.Viendo en la televisión una película de tipo histórico en la que paracaidistas franceses fusilaban sumariamente a campesinos argelinos y violaban a sus mujeres, escuchando las sirenas y los cañonazos anunciadores de la fiesta nacional, las gentes de Argel se felicitaban por el final de ese período gafe para su país en que parece haberse convertido octubre. Sin embargo, los más auguraban que el nuevo mes tampoco iba a serles demasiado tranquilo. Y no sólo porque temieran repeticiones de los temblores que días atrás les echaron a la calle, que las temían, sino también porque sabían que el futuro de las reformas políticas y económicas emprendidas por el presidente Chadli Benyedid se decidirá en las próximas semanas.

A finales de noviembre, el Frente de Liberación Nacional, la organización político-militar que arrancó la independencia de Argelia y la ha gobernado como partido único durante toda su existencia moderna, celebrará un congreso extraordinario para decidir su posición respecto a la democratización del país y su conversión en una economía de mercado. La batalla entre los reformistas de Chadli Benyedid y ia vieja guardia promete ser dura.

Muchas cosas han cambiado en Argelia desde la revuelta de la sémola, aquella explosión de ira en que la juventud expresó su hastío por la falta de libertades, la ausencia de empleos y viviendas, la carestía de productos elementales de consumo, el lujo desvergonzado de tantos políticos y hombres de negocios del régímen socialista del FLN. El presidente Chadli Benyedid, cuya promesa de cambio contribuyó más que los tanques y las metralletas a detener la revuelta, ha ido afianzando su control del Ejército y del FLN; ha elaborado y hecho aprobar por referéndum una Constitución que consagra el multipartidismo y abandona el modelo económico socialista; ha conseguido que la Asamblea Nacional, compuesta en su totalidad por militantes del FLN, vote leyes que instituyen la libertad de partidos y de prensa, la apertura al extranjero y la economía liberal.

Amplio espectro político

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En la Argelia del otoño de 1989 operan ya legalmente los partidos socialdemócrata, comunista, islamista, trotskista y bereberísta, lo que constituye el más amplio espectro político del mundo árabe, excepción hecha de Líbano. El periódico El Moudjahid, portavoz del FLN y hasta ahora único matutíno del país, publica los comunicados de la oposición. En la radio oficial, un programa emitido los miércoles bajo el título de Transparencia da cabida a entrevistas y debates inimaginables hace unos meses. Muchas cosas han cambiado, y, sin embargo, los argelinos de a pie afirman no haberlo notado. Para ellos, el país está donde estaba en octubre del pasado año. O peor.Anuar Ben Malek, uno de los dirigentes del aún no legalizado Comité Nacional contra la Tortura, lo ve así: "Es surrealista. Chadli Benyedid, elegido presidente en su calidad de candidato único del FLN, comienza su tercer mandato criticando el antiguo régimen y predicando el Estado de derecho. En cambio, pese a los testimonios precisos contra los torturadores de octubre de 1988, ni uno solo de ellos ha sido inquietado. Peor aún, a algunas víctimas de la represión de la revuelta se las ha indemnizado como si hubieran sufrido accidentes de trabajo. Lo dicho: surrealista".

En los mugrientos barrios populares de Argel, en Bab el Ued o Belcurt, ese surrealismo es el de Bufluel. Millares de jóvenes varones pasan allí los días sin otra cosa que hacer que sostener las paredes, como dicen ellos. Desempleados sin subsidio, miembros de familias que pueden llegar a alcanzar la docena de seres en viviendas de dos o tres piezas, los jóvenes de Bab el Ued y Belcurt tienen la decepción pintada en los ojos. Muchos cuentan que no regresan a sus sobresaturados hogares hasta pasada la medianoche, y no porque anden de bares y discotecas, que no los hay y aunque los hubiera, no podrían pagárselos, sino para permitir que sus madres y hermanas pue dan lavarse en paz y con decoro Y es que el agua corriente sólo comienza a salir de los grifos a partir de las diez de la noche.

Hace unas semanas, esos jóvenes -en realidad toda la población argelina, salvo los que podían comprar en el trabando (palabra castellana corrompida con que es conocido en Argelia el mercado negro)- ni tan siquiera podían fumar.

Por razones nunca aclaradas, la Sociedad Nacional de Tabacos y Cerillas dejó de distribuir cigarrillos. Hasta Revolution Africaine puso el grito en el cielo "Un paquete de tabaco rubio" denunció el semanario del FLN "cuesta ahora más caro que un kilo de carne". Y un kilo de carne cuesta en Argelia la décima parte del salario mínimo interprofesional.

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