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EL EX BEATLE, 24 AÑOS DESPUÉS

Paul McCartney, 24 años después

El músico británico actuará esta noche por segunda vez en el palacio de los Deportes

Paul McCartney, 47 años, ex beatle, mostró ayer en el Palacio de Deportes de Madrid que su vitalidad musical, combinada con la onmipresencia de la nostalgia, no cesa a pesar de la edad. Alrededor de 10.000 personas, muchos muy jóvenes y otros de su misma edad, acudieron al primero de los dos conciertos que Paul, en buena forma, ofreció 24 años después de que actuara.con los suyos en la plaza de Las Ventas.McCartney interpretó antiguas canciones de los Beatles y temas de su último álbum, y el público -animado y a veces exaltado, pero sin desbordarse- contestó a esas llamadas a la nostalgia coreando con sabiduría los estribillos. Rayos láser, películas sobre la historia de los últimos 25 años e imágenes clásicas de los Beatles fueron lo dominante de una puesta en escena concentrada en la figura del cantante.

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Un redoble de tambores marcó el inicio del espectáculo. Las pesadas cortinas de terciopelo que colgaban del fondo del escenario se subieron y, como en una sesión inesperada, comenzó la película. 1964. Los Beatles encumbrados en la fama aparecen perseguidos por fans en desorbitada histeria. Como en un espejo ajeno al tiempo transcurrido, en el Palacio de los Deportes de Madrid, los alaridos del pasado fueron inmediatamente contestados con los del momento. Y los fans ya habían empezado a cantar.Mientras las imágenes de los sesenta se sucedían en la pantalla, el gran coro asistente cantaba. La época: Cassius Clay, la minifalda, las chicas histéricas, los gurús de la India, los hippies, eran recibidos con aplausos acompasados a Love, love, love. La boda de Paul, el Che Guevara, Nixon, Onassis, Jackie, Warhol y Mao, Irlanda, All you need is love. El primer hombre en la luna, bombarderos, Vietnam, Corea, y, de pronto, se suceden una serie de imágenes bélicas, en blanco y negro, y la gente olvida por un momento que ha venido a ver un concierto, balbuceando en inglés la canción de fondo.

Pero la cosa todavía no ha empezado y pronto Regamos a los setenta. Empiezan los disparos de rayos láser, todo el mundo recuerda que pronto verá a su ídolo, aunque sigan apareciendo Nixon y Michael Jackson, Lady Di, el Papa, McEnroe y Jomeini. Para terminar, un toque actual: ballenas varadas en las playas, el antártico amenazado, Tiannamen y el Amazonas.

Hemos llegado al presente, y el presente es el concierto, por fin. McCartney y los miembros del grupo, incluida su mujer, Linda, salen al escenario bañados en una luz celestial. Apoteosis. Sin embargo, no se veían las escenas de presión mortífera en las primeras filas, tan comunes en otros conciertos. La gente que se agolpaba en la baranda de contención parecía encontrarse hasta holgada, dentro de la incomodidad evidente.

Histerias

Desde el primer momento se veía que no habría ninguna víctima de asfixia, ni de histeria desbocada. Había gritos, sí, los viejos gritos asociados para siempre con la presencia de algún Beatle. Pero no se palpaba esa histeria auto destructiva que" se veía minutos antes en la película, cuando jovencitas embobadas, como zombis, miraban al vacío. No, ésta era una histeria constructiva, si cabe el término, dosificada. Poco a poco se iban soltando, como alguien que ensaya por primera vez hasta dónde puede llegar en ese desahogo.

Durante la actuación Linda McCartney tocaba los teclados con una seriedad casi ausente, pero en determinado momento, se levantó, empuñó una pequeña cámara de vídeo y se paseó por el escenario.

Hubo tiempo para recordarlo todo. Paul McCartney jugó con la estética de Yellow submarine y se elevó con su piano de colores como un en carrusel iluminado. Hubo tiempo para el rock n'roll y para las baladas. Se le gritó ¡Torero! y se elevaron cientos de brazos desnudos para saludarlo.

El concierto terminó a las doce en punto de la noche y la gente se llevó encima el Yesterday de Paul, acompañado solo con su guitarra.

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