Homenaje a Carmelo Bernaola
El Festival de Otoño celebró el martes en el Auditorio Nacional un concierto homenaje a Carmelo Bernaola, uno de los campeones de nuestra música contemporánea por su largo saber y su espíritu siempre alerta y juvenil. Pero es el caso que los "jóvenes" empiezan a cumplir 60 años y lo curioso de esta generación de 1931 (de los nacidos siete años antes y siete después de esa cifra) es su temple juvenil, cualquiera que sea la edad que el almanaque les señale.En toda generación hay quienes se caracterizan por su condición creativa y quienes se inclinan hacia diversas formas de magisterio; otros saben juntar, en buen equilibrio, los dos rasgos fundacionales. Éste es el caso de Carmelo Bernaola, nacido en Ochandiano el 19 de julio de 1929, habitante entusiasta de Castilla por su residencia en la misma cabeza burgalesa, vasco insobornable y cordial amante de Bilbao, se trate de la capital vizcaína o de la glorieta chamberilera de Madrid.
Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid
Orquesta Sinfónica Arbós. Director: J. R. Encinar. Solistas: Joaquín Soriano, piano; Rafael Ángel, fagot; Adolfo Garcés, clarinete; Carmen Guillem, oboe, y Pedro González, flauta. Obras de Carmelo Bernaola.Auditorio Nacional. Madrid, 31 de octubre.
Habitante en la calle de Ruiz, en una casa en la que vivió Jerónimo Jiménez, lo que satisface mucho a Bernaola; clarinete, durante muchos años, de nuestra banda municipal; profesor en sus cursos especializados del conservatorio; protagonista en la música para el cine, la radio y la televisión.
Bernaola se merece el homenaje que la Comunidad de Madrid le ha tributado y que logró convocar la mayor cantidad posible de caras conocidas en el mundo del arte y la cultura. Se trataba de un homenaje al músico Bernaola pero en él, de modo especialísimo, no cabe posibilidad de separar al compositor y al hombre.
Plena madurez
Del compositor nos dio prolongada muestra antológica la Orquesta Sinfónica Arbós, dirigida por José Ramón Encinar, a través de cinco partituras de los años ochenta y una nacida entre 1968 y, 1972, Impulsos, valiosa por sí misma y como significativo antecedente de todas las demás. En éstas, nos enfrentamos con el Bernaola maestro de sí mismo, o sea, con el de la madurez en plenitud.Hay en todas las obras escuchadas un ideal sonoro que permanece, unido a una voluntad de comunicación que se realiza en cada caso por una vía diferente: en Abestiak, al reconstruir el legado de Anchieta y el de la tradición popular de su país; en Nostálgico, para plano y orquesta, noblemente protagonizado por quien lo estrenó, Joaquín Soriano, al evocar ciertas expresiones del sentimiento sin caer en entreguismo romántico; en la Segunda sinfonía, al jugar con lo estructural y lo repetitivo dentro de un cuadro en el que la forma es más resultante que condicionante y al que otorga perspectiva la intervención de un pequeño grupo instrumentan en lontano; en las brillantísimas Variaciones concertantes, para cuatro solistas y orquesta, al practicar un estilo flexible y personal de la variabilidad que podríamos denominar transfigurativo.
Defender un programa de tanta dificultad y enjundia fue hazaña de José Ramón Encinar y la Sinfónica, capaces de desentrañar hasta el último secreto de la obra de Bernaola. No en vano, José Ramón Encinar, sobre director es, también, un excelente compositor. A través de las muy largas ovaciones, el público testimonió su admiración entusiasta a nuestro músico y a los que fueron sus intérpretes en una de las jornadas más significativas del actual festival madrileño.
Babelia
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