La velocidad del 'best seller'
Los lectores masivos se comportan como agentes de un fenómeno de masas
Lo importante no es comprar El péndulo de Foucault, sino comprarlo a toda prisa. ¿Qué podría pensarse de alguien que en el mes de mayo del año que viene se nos acercara con la noticia de que acaba de leer la última novela de Eco y le parece bien o le parece mal? ¿La última novela de Eco? ¿A qué podría referirse el interlocutor? ¿No le sería mejor callar?
El fenómeno del best seller tiene sus reglas no sólo para el que lo escribe, para quien lo edita y para quien lo distribuye, sino también para los lectores. Productores y consumidores se encuentran incluidos en un mismo sistema de producción general con sus derechos y también con sus obligaciones. Un libro como el de Eco no puede ser un éxito perfecto a estas alturas si sólo se vende mucho; es necesario que se venda al máximo en la mínima cantidad de tiempo. El éxito es algo que se forma colectivamente y no puede faltar la debida aportación de cada uno. Los lectores han sido convocados para responder, y la confianza del autor y del editor no puede ser decepcionada en lo que conlleva de propuesta para lo extraordinario.Nos encontramos ante la oferta de un acontecimiento y en ese caso ¿cómo podría serlo si no colaborara el público, lector o no, a que efectivamente lo fuera?
El best seller sigue el orden de las catástrofes. Es decir, aquel único modelo capaz de despertar hoy fenómenos de solidaridad por encima de las señas nacionales, los idiomas y las diferencias sexuales, políticas, religiosas y raciales. Ante la catástrofe, se trate del agujero de ozono, del hambre en Etiopía, Chernobil, un terremoto o un huracán, todo el mundo encuentra la oportunidad de revelar su carné de socio de la condición humana. La cultura ha ingresado también en este sistema humanitarista inspirado en la hecatombe. Es sólo necesario que el fenómeno, una vez en marcha, vaya adquiriendo las características que lo aproximen en su comportamiento a la conducta de la naturaleza. El péndulo de Foucault es un producto cultural, se dice, pero se transforma en fenómeno paranatural, bajo la eficaz asimilación con el cataclismo. Efectivamente, la publicación al final del siglo XX sobre la época de los templarios no tendría por qué constituir un cataclismo en sí. Pero ¿por qué no si revierte en una nueva vivencia de lo fatal? La fatalidad y la fraternidad colaboran estrechamente en la experiencia de que el mundo es una excitante reunión de vecinos con problemas.
Un acto de lectura
La lectura siempre constituye un acto aislado e individual, se acerca a una meditación interior que excluye a los otros. La lectura es un ejercicio de afirmación individual y sin testigos. ¿Cómo explicar, por tanto, la paradoja de que un acto de lectura (y de una narración) se protagonice masivamente hasta convertirla en un ceremonial de multitudes? La explicación probablemente radica en la atracción por el desorden. Lo importante en cuanto a la novela de Umberto Eco no es tanto que sea buena o mala, que proporcione gratificaciones individuales o familiares, que permita matar o revivir el tiempo. Lo decisivo se centra en que se convierta en un fenómeno extraordinario. La reunión del público no se produce en la connivencia con los valores de la novela sino con su ruido. Y más aún con la duración de su explosión. La efusión de las masas no se recrea uno a uno en la comunicación con el libro sino en la comunicación con el huracán que ellas mismas producen. Ninguna complicidad en cuanto, al contenido del libro, ninguna complicidad en cuanto a las sugerencias íntimas que ha suscitado el libro. El sentimiento cómplice de las masas se encuentra en el fenómeno de masas. Los lectores masivos se comportan como agentes de un fenómeno de masas. En esto se iguala al juego de hacer la ola en los estadios deportivos. Cuando en ese momento no existe acontecimiento sobre la cancha la masa crea su propio acontecimiento en las gradas. Lo que uno a uno, como lectores individuales no es nada, llega a ser extraordinario en el acuerdo de muchos. Cada uno, al margen de su individualidad, de sus opiniones particulares, proporciona a los demás no tanto su opinión como el acto de su consumo extraordinario. Lo extraordinario del libro de Eco no necesita ser ya su valor intrínseco sino el valor de la muchedumbre que los lectores se apresuran a producir.
Cualquier consumidor en la sociedad de capitalismo de consumo no es sólo productor de valor cuando se encuentra en la fábrica y en la oficina sino cuando trabaja como consumidor. Igualmente, el lector de libros no es sólo productor en cuanto productor de sentido del libro sino en cuanto masivo consumidor de él.
El 'mes de Eco'
Pero volvemos al principio. No basta con ser consumidor de un producto determinado como no basta fabricar una mercancía determinada. En la sociedad poscapitalista es inexcusable producir y vender con rapidez, crear fenómeno. Tras un mundo de racionalidad y de historia, lo decisivo es el suceso sorprendente. La atracción por El péndulo de Foucault pertenece a lo inexplicable. Los críticos, racionalizadores de la creación, prospectores de la realidad, no se lo explican. Se trata de un fenómeno que halla precisamente su reproducción en su falta de explicación racional. Pero es necesario apresurarse. Si la venta de El péndulo de Foucault se consiguiera mediante una difusión de la información y del boca a boca, lentamente, caeríamos en un desarrollo sin relieve. El fenómeno obedecería a la razón antes que a la fascinante ley de las catástrofes. En las librerías, en los VIPS, el libro se expone por cientos de ejemplares, pero hay una indicación complementaria que le presta su sentido. En los VIPS se anuncia mediante carteles que éste y no otro es el mes de Eco. La incitación al choque está garantizada. Todo en un mes. Un lapso en el que apenas queda tiempo para traspasar la impresión del libro a otro potencial lector. Todos, y a la vez, están impresos en la ola. Trescientos mil lectores, un millón de lectores devorados en seis meses. El libro no es esencialmente un libro, sino ante todo una noticia. Una noticia en manos de los compradores y tanto mayor cuantos más compradores devoradores se sumen. El beneficio del fenómeno actúa retrospectivamente y dibuja la espiral fantástica de los tornados.
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