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CIENCIA

Cada individuo tiene derecho a su código genético, afirma Lennart Philipson

Milagros Pérez Oliva

El misterio de la vida puede llegar a ser descifrado antes de final de siglo. Mientras prosiguen los esfuerzos para conseguirlo, descifrando los elementos del genoma humano, debe establecerse un código ético que garantice la divulgación de los conocimientos que se adquieran a la sociedad y proteja al mismo tiempo el derecho de todo individuo a su código genético y a mantener en secreto sus características, piensa el científico y sueco Lennart Philipson, director general del Laboratorio Europeo de Biología Molecular.

Philipson cree que la cartografía, clonación y secuenciación de todos los componentes del genoma humano es factible antes de fin de siglo si se mejoran sustancialmente las técnicas necesarias para ello.El genoma humano es el conjunto de genes que posee un individuo, unos 100.000 en total. Cada gen tiene como soporte químico el ácido desoxirribonucleico (ADN), que contiene toda la información genética distribuida en cadenas de cuatro elementos denominados nucleótidos.

La tarea que los científicos han emprendido es identificar cada uno de estos genes, aislarlo, clonarlo, es decir, obtener una réplica éxacta mediante ingeniería genética, y secuenciarla para averiguar exactamente las funciones que cumple en el organismo. Cada función esta regulada por uno o varios genes. Identificarlas permitirá, según Philipson, "utilizar los propios métodos de la naturaleza para resolver sus errores". Y cita un ejemplo: la diabetes se caracteriza por la falta de producción de insulina. Si se identificara el gen -o los genes- responsable de producir insulina, podría obtenerse uno igual mediante ingenieria genética e introducirlo en la célula del organismo del enfermo. La célula incorporaría plenamente la función de este gen y el organismo volvería a producir insulina.

Éste es el reto más importante de la biología para finales de este siglo, según Philipson, pero la infraestructura disponible no garantiza todavía que el objetivo se alcance: "Hemos descubierto miles de genes, sabemos cómo funcionan, pero nos falta el diccionario que nos permita entender qué es la vida. A finales de este siglo podremos intentarlo. Pero para ello necesitamos aumentar nuestra capacidad de almacenar información, porque el volumen de datos que podemos generar no cabe en los ordenadores de que ahora disponemos. Hay que tener en cuenta que el ADN más pequeño, el de la célula de un virus, tiene 5.000 bloques de nucleótidos; las bacterias intestinales, cinco millones, y la levadura que utilizamos para fabricar el pan, 15 millones de bloques. El ADN de una célula humana tiene 3.500 millones de bloques de nucleótidos. Se pensaba que el ADN humano era el más extenso, pero se ha descubierto que las células de las salamandras o de algunes flores todavía tienen un ADN mayor".

Miedo comprensible

El proyecto de genoma humano ha despertado en la opinión pública tantos temores como entusiasmo en la comunidad científica. La idea de que algún día se pueda llegar a conocer los genes relacionados con la actividad intelectual, con el deseo sexual, o con cualquier otra función humana, y en consecuencia, manipularlos, provoca una especie de vértigo existencial. "Es comprensible que la gente esté asustada", afirma Philipson, "sobre todo si tienen más detalles de lo que puede llegar a hacerse con la genética. Por eso es tan importante que toda la sociedad se plantee antes de este fin de siglo un código ético sobre la utilización de las investigaciones que realicemos. Porque la ciencia se puede utilizar bien o mal.Es evidente que la descripción del genoma humano permitirá una utilización terapéutica muy importante, y es fácil llegar al acuerdo de que esa utilización es socialmente buena. Pero hay muchas formas de utilizar la tecnología y creo que es necesario un debate. En general, creo que existe consenso en que no deben manipularse las células germinales, es decir, que no es lícito introducir genes en los gametos". Manipular las células germinales implicaría una alteración de la especie humana.

Tanto como los límites lícitos de intervención, Lennart Philipson considera importante plantear y resolver el problema de la información: "Ha de elaborarse un código que establezca el derecho del individuo a su propio genoma. Es decir, que la información que pueda obtenerse sobre las característícas genéticas de cada persona le pertenecen a ella y sólo a ella.

Este código debe impedir usos ilícitos de esta información. Y al mismo tiempo, debe establecerse que ninguna información sobre el genoma humano pueda ser secreta, con el fin de que no pueda tampoco utilizarse con fines ilícitos. Es muy importante garantizar que toda la información será distribuida a toda la comunidad científica y a toda la sociedad. Sólo así, la sociedad podrá decidir si establece o no límites en la aplicación práctica de los conocimientos que vayamos adquiriendo".

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