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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Comedia amarga

Carles Aguilar, un brillante periodista de 45 años, ve una tarde invadido su estudio por su padre, un arteriosclerótico; por el desgraciado Antoni, un ex sindicalista en el paro, amigo de la infancia que acaba de atracar un banco, y, por si ello fuera poco, se encuentra con que su hijo, David, un chico de 18 años, está a punto de escaparse a Estados Unidos con la amante del brillante periodista, una real moza de 25 años, también periodista, la cual tan sólo tiene un objetivo en la vida: convertirse en la mejor periodista del mundo.Tal es el arranque de esa comedia... amarga; un arranque de contundencia que recuerda el buen teatro "comercial" de 40 años atrás: Carles Aguilar (personaje interpretado por Enric Arredondo) podría ser un personaje de Roussin, y Antoni (Francese Lucchetti) una criatura de Eduardo de Filippo. En el caso, claro está, de que el brillante periodista hiciese gala en sus réplicas de la misma brillantez, del mismo ingenio que probablemente atesoran sus artículos, lo cual, ay, no es así.

Ai, carai!

De Josep M. Benet i Jornet.Intérpretes: Francesc Lucchetti, Pau Garsabail, Enric Arredondo, Montse Guallar y Santí Ricart. Escenografia y vestuario: Fabiá Puigserver. Dirección: Rosa Maria Sardá. Barcelona, Teatre Lliure, 11 de octubre.

Escribir una buena comedia es una de les cosas más difíciles que hay en el teatro. El arranque de la de Benet i Jornet es bueno. El autor se defiende muy bien y avanza seguro, coloca bien las frases, haciendo gags con ellas o utilizándolas para iluminar o subrayar otros gags que nacen del enfrentamiento de los actores con el mobilario de la escena .Hay en esos juegos un amago de vodevil, potenciado por la directora Rosa Maria Sardá, que cumple, con creces, su objetivo: arrancar la risa de los espectadores. Pero llega un momento en, que el espinazo de la comedia se dobla, se quiebra, y el posible Roussin o De Filippo da paso a una realidad infinitamente más pobre.

He calificado la comedia de amarga porque, en medio de este juego entre divertido e ingenuo, el autor, desde una óptica intergeneracional, apunta una serie de reproches y autojustificaciones que los personajes se lanzan unos a otros.

Reproches / autojustificaciones que son fruto de la erosión que los años producen en los sentimientos, en los afectos mutuos; fruto también del miedo, de la inseguridad, de la codicia o del fracaso. Y es ahí, después del descalabro sufrido por la estructura misma de la comedia, cuando asoma el mejor Benet i Jornet.

La interpretación es muy correcta. Garsaball realiza una buena composición; Santi Ricart es un David con todo el encanto y la inseguridad de sus 18 años; Lucehetti logra una excelente patética creación de su personaje, uno de los mejores que le hemos visto últimamente, y Montse Guallar defiende como sabe y puede su personaje, un personaje al que: sin duda podría sacarle más partido, al menos hasta llegar al increíble interrogatorio para "salvar" a Antoni.

Excelente también la dirección de la Sardá. Dirección de actores (que no otra cosa pide esa comedia), atenta al ritmo y a la colocación precisa de cada frase, de cada gesto; dirección consciente de esa amargura que rezuma el texto y que la directora sabe destacar, utilizándola como contrapunto del ritmo interno de la comedia, un ritmo que no pocas veces roza el vodevil, con gran eficacia.

El espectáculo fue muy bien recibido por el público del Lliure. Se aplaudió mucho y se oyeron algunos bravos.

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