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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nada que celebrar

EN POCAS ocasiones, las pruebas de un fracaso histórico han sido tan evidentes como en el 40º aniversario de la creación de la República Democrática Alemana (RDA), que acaba de conmemorarse en Berlín Este en presencia de numerosas delegaciones del mundo socialista. Al éxodo de unas 50.000 personas a Alemania Occidental hay que agregar las decenas de miles de manifestantes que, a pesar de brutales medidas policiacas, han expresado su repudio al régimen de Honecker en las calles de Berlín, Leipzig, Dresde, Jena, Potsdam y otras ciudades.Los manifestantes gritaban que ellos se quedan en la RDA, pero que aspiran a vivir en un país con libertad, diálogo, sin represión ni censura, significando a la vez su simpatía por Gorbachov como símbolo de la reforma. Desde 1953, cuando los tanques soviéticos aplastaron la revuelta de los obreros de Berlín, ha sido la mayor demostración popular y juvenil de protesta contra el régimen.

En esta situación, Gorbachov ha ido a Berlín Este con un doble mensaje: primero, que la RDA es el "aliado geoestratégico" de la URSS; que no se debe tocar el statu quo -división de Alemania- surgido de la II Guerra Mundial. Y en segundo lugar, que el Partido Comunista de la RDA debe tomar el camino de la reforma. Recalcó este punto al decir que era preciso "cooperar con todas las fuerzas de la sociedad para encontrar solución a las cuestiones que surgen del desarrollo de la República"; que todos los países se hallan arrastrados a "los cambios en el orden económico y político mundial", y que "quien llega con retraso es castigado por la vida". Si la brutalidad de que ha hecho gala la policía contra los manifestantes ha sido una primera respuesta negativa de Honecker a estos consejos refornústas, cumple subrayar, en cambio, que la tesis defendida por el líder soviético de que la RDA necesita "una reforma sin caos" que permita estrechar las relaciones entre las dos Alemanias sin poner sobre la mesa el tema, aún escabroso, de la reunificación coincide con los deseos de los Gobiernos occidentales.

Incluso al presidente Bush -como ha explicado recientemente un editorial de The New York Times- le interesa una reforma pragmática en la RDA, no la unificación alemana. En Bonn, el ministro de Exteriores, Genscher, enfrentándose con los que hablan de unificación, preconiza un "federalismo europeo y un federalismo alemán". Solamente los grupos de extrema derecha de la República Federal de Alemania (RFA), utilizando el éxodo de los alemanes del Este, insisten en su campaña pidiendo la unificación alemana ahora. Y existe una coincidencia objetiva -por paradójica que parezca- entre esa campaña revanchista y la política de cerrazón de Honecker, su negativa a las reformas, que puede ser la fuente de una desestabilización sumamente peligrosa para Europa en su conjunto.

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El prusiano-comunismo de la RDA es uno de los fenómenos más anacrónicos de la Europa actual. Y lo ocurrido durante la conmemoración del 40º aniversario demuestra que, para sostenerlo, el recurso a la fuerza tendría que ser cada vez más duro. Pero la Europa de hoy no toleraría un Tiananmen en Berlín. Por ese camino, Honecker está condenado. Ha podido pensar que su salvación estaba en el fracaso de la perestroika en la URSS. Tales cálculos cada vez responden menos a la realidad. A la luz de lo que está ocurriendo en Varsovia y Budapest, es obvio que -al margen incluso de la suerte de la perestroika- no habrá retorno a un campo socialista homogéneo basado en el socialismo de cuartel.

El paso histórico dado por el partido comunista húngaro al decidir transformarse en un partido socialista europeo, enterrando concepciones caducas que le han llevado a terribles fracasos, no es sólo un fenómeno nacional. Refleja una evolución que se opera, más o menos deprisa, en los sectores más abiertos de las direcciones comunistas de los países del Este. Si Honecker es impermeable a los aires de lo nuevo, cabe esperar que personas de su equipo sean capaces de abrir cuanto antes la vía de una reforma necesaria e inevitable.

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