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Jaruzelski no quiere ni oír hablar de una Alemania unida

El presidente de Polonia apunta a la celebración de elecciones libres en cuatro años

Sólo una vez se pone tan serio como se le supone en la Prensa occidental: cuando hablamos de Alemania. Hasta entonces ha mantenido el tipo con un deseo, no se sabe si consciente, de romper el estereotipo. Es más alto de lo que aparenta, y las eternas gafas oscuras -imborrable recuerdo de su deportación siberiana- no le prestan un aspecto tan tétrico como reflejan las fotografías. Hay, sin embargo, una cosa que no puede evitar, a pesar de las sonrisas y de los chistes: Jaruzelski siempre parecerá lo que es, un militar de paisano. El pulido terno gris y la discretísima corbata son, en este sentido, más delatores que cualquier uniforme. En todo caso, se revela como un buen encajador y trata de no perder el buen humor ni siquiera cuando uno de los periodistas españoles presentes trata de sorprenderle con una inesperada comparación con Franco.

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La lógica del proceso lleva a que en Polonia haya unas elecciones totalmente libres en unos cuatro años. El general Jaruzelski alude así, por primera vez de una manera tan clara, a la perspectiva democrática en Polonia. Para el presidente polaco, que hoy recibe la visita de los reyes de España, el actual proceso es el resultado de unas necesidades objetivas cuya permanencia garantiza la profundidad y determinación de los propios cambios. En el antedespacho han quedado -resabios de un pasado aún demasiado reciente- las extremas cautelas de los funcionarios que le protegen. Les preocupaba que fuéramos "como los periodistas americanos. Son muy tajantes". Debíamos comportarnos "como buenos mediterráneos" -gente poco seria, sin duda- y descubrir por adelantado nuestras preguntas. No es muy seguro que el presidente fuera informado de ellas. En cualquier caso, no les debe haber prestado mucha atención.El orgullo polaco -"somos muy parecidos a ustedes"- le impide aceptar de buen modo la influencia de acontecimientos exteriores sobre el curso político de su país. Pero no tiene más remedio que admitirlo. Así fue en el pasado -el general cita largamente la proclamación de la ley marcial en 1981- y será sin duda para el futuro -Polonia está en una cuerda de la que puede caer si los "vientos exteriores" soplan demasiado fuerte-. Así que para satisfacer ese orgullo, el presidente asegura que el principal peligro para la reforma polaca está dentro: la gravísima situación económica. Para Jaruzelski no hay duda sobre la terapia a aplicar en este terreno. Los remedios serán dolorosos, aunque se tratará de que lo sean lo menos posible. El primer mandatario polaco dice sentir escalofríos cuando escucha la expresión guerra civil pronunciada por interlocutores españoles, pero admite que las emociones populares son difíciles de prever. Sin embargo, para el presidente polaco, el hecho de que las dura medidas de ajuste a tomar sean decididas por un Gobierno de gran coalición es una garantía de que no se pasarán determinados límites y de que las reformas económicas se realizarán con la comprensión de la sociedad.

El orgullo del general

El orgullo del general no se agota ahí. Y le preocupa muy especialmente en esta hora que el polaco pase por aparecer como un pueblo de pedigüeños mendigando una ayuda exterior que, a pesar de todo, necesitan. No quieren ser presentados con una mano permanentemente extendida y lo que piden son proyectos de colaboración económica. Y es que tienen una amarga memoria de los créditos recibidos en los años setenta. Los 47.000 millones de dólares recibidos entonces se han convertido, con el paso del tiempo y la desproporcionada agregación de intereses, en los 45.000 millones que ya se han pagado y los 40.000 millones que aún quedan por liquidar. La palabra usura no le parece al general demasiado fuerte para describir el fenómeno. Jaruzelski cree que los Gobiernos occidentales comprenden el tipo de ayuda que quiere ahora Polonia, pero se lamenta de que hasta el momento esa actitud no haya tenido una expresión clara.Al presidente polaco le halaga que se le compare con François Mitterrand cuando alguien alude a su cohabitación con un primer ministro no comunista. Una experiencia que él califica de histórica. Considera además que Solidaridad no le hizo ningún regalo cuando la actitud pasiva de algunos de sus diputados facilitó su elección por el Parlamento el pasado mes de julio. No fue una muestra de simpatía, dice, sino producto de un cálculo de lo que era oportuno en ese momento, también calificado de histórico por él. El general Jaruzelski gusta de la palabra consenso.

Polonia no conoce desde hace mil años unas fronteras tan seguras como las de ahora. El general está ahora más serio. Por esa razón prefiere ser extremadamente cauto cuando se habla de la reunificación alemana.

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El presidente rechaza cualquier comparación entre la partición de Polonia a finales del siglo XVIII y la actual división de Alemania, tal como se ha expresado en algunos sectores de Alemania Occidental. En este sentido, Jaruzelski recuerda que la partición de Polonia no fue consecuencia de un ataque polaco contra las potencias vecinas, sino al contrario, y que las tres partes en que fue dividido su país fueron anexionadas por otros Estados. De todas formas, considera que el problema alemán, aunque puede interesar particularmente a Polonia, debe ser contemplado desde una perspectiva europea. Y ni desde esa perspectiva ni desde el punto polaco interesa la reunificación alemana.

El símil que sigue no ha puesto fin a la conversación, pero la resume bien: Polonia es como un coche de carreras que toma una curva; sería extremadamente peligroso pisar el acelerador.

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