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Amor y odio hacia Moscú

Las relaciones con la Unión Soviética evocan en el general algo más que dificultades pasadas y promesas para el futuro. El joven polaco de 16 años que él era entonces fue deportado a la URSS tras la invasión soviética de la parte oriental de su país en 1939. Sin embargo, trata de sonreír cuando dice que aquello no fue, desde luego, un viaje de turismo. Su padre se quedó allí para siempre.Regresó, no obstante, como un admirador sin reserva del poderoso vecino y ese juicio no ha cambiado desde entonces, de forma que no titubea ni un segundo cuando asegura que las relaciones con Moscú son un asunto clave para Polonia. Y reconocer el papel jugado por Gorbachov no es, en ningún caso, una mera alusión protocolaria. Nosotros, los españoles, hemos sido también invadidos en ocasiones, pero estamos en un lugar mucho más seguro. Lo dice con un punto de envidia mientras recuerda de paso que Polonia ha sido lugar de tránsito en todas las guerras europeas.

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Jaruzelski no quiere ni oír hablar de una Alemania unida

En relación con vecinos más recalcitrantes, Jaruzelski asegura que tanto el primer ministro como el ministro de Exteriores polaco han asegurado suficientemente en estos días que Polonia respetará sus compromisos con el Pacto de Varsovia y con la comunidad económica de los países socialistas. El presidente polaco es consciente de las dificultades que se pueden crear porque en unos países del Este las reformas hayan avanzado más que en otro y de que Polonia sea considerada en este sentido como una especie de campo de prueba. Jaruzelski admite que, aunque es cierto que Polonia ha avanzado mucho en lo que respecta a la dimensión política, no ocurre así con la economía, campo en el que tendría que aprender de algunos vecinos. Y, no se sabe si como un gesto cargado de segundas intenciones, no duda en reconocer que en Checoslovaquia se vive mejor que en su país.

De todas maneras, le cuesta trabajo renegar del pasado y no admite en términos absolutos la superioridad de los sistemas occidentales; así que las reformas deberán ser todo lo profundas que sea necesario, sobre todo para conseguir la eficacia económica de Occidente, pero no le gustaría que se perdieran los valores de "color socialista" que se han ido creando en los países del Este.

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