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Temor de Washington ante las reformas en el Este

El presidente George Bush recibe hoy, jueves, en el famoso despacho Oval de la Casa Blanca, al ministro de Asuntos Exteriores soviético, Edvard Shevardnadze, para continuar "un diálogo de alto nivel destinado a conseguir unas relaciones constructivas y mutuamente ventajosas entre Estados Unidos y la Unión Soviética". Hasta aquí la retórica oficial pública. La privada es más sinuosa y puede resumirse en una palabra: preocupación de que el proceso de reformas iniciado por Mijaíl Gorbachov haya abierto una caja de Pandora de consecuencias impredecibles para la estabilidad futura de la URSS, y de Europa en general.

Oficialmente, la Casa Blanca apoya sin reservas la perestroika, y su titular declaró en mayo el fin de la guerra fría al anunciar un giro de 180 grados en las relaciones Washington-Moscú. "Pasaremos de una política de contención, como la practicada con la Unión Soviética desde finales de la II Guerra Mundial, a una de cooperación e integración de la URSS en las estructuras mundiales", manifestó entonces Bush.Pero la realidad es que los estrategas de la actual Administración no tienen todavía muy claro las líneas maestras sobre las que deben basar su política con relación a la Unión Soviética. La pregunta aún sin respuesta definitiva es la siguiente: ¿triunfará Gorbachov en sus intentos de reformar el sistema? Y si triunfa, ¿merece en este empeño la ayuda de Estados Unidos si, después de todo, lo que persigue el líder soviético no es otra cosa que conseguir un reforzamiento de las estructuras de su país?

En una ciudad como Washington, donde nada es casual, un discurso pronunciado el miércoles 13 por el secretario de Estado adjunto, Lawrence Eagleburger, en la universidad de Georgetown ilustra con claridad meridiana los temores y recelos de la Administración de Bush. Eagleburger, que goza de la absoluta confianza presidencial y se sienta en las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad, advirtió contra "el peligro de que los cambios que se están operando en el Este sean demasiado desestabilizadores para que puedan ser mantenidos".

Elogio de la guerra fría

A continuación hizo un curioso canto a la estabilidad conseguida durante el período de guerra fría. "A pesar de todos sus riesgos e incertidumbres, la guerra fría se caracterizó por unas relaciones entre las superpotencias notablemente estables y predecibles". En cuanto a la posible ayuda a Gorbachov en sus intentos reformistas, Eagleburger manifestó que la finalidad de la política exterior norteamericana y de los aliados occidentales no debía consistir en asegurar el triunfo del líder soviético. "Nuestra tarea, después de todo, debe estar enfocada a conseguir la formulación de una política que sirva a nuestros intereses, sin tener en cuenta el eventual triunfo o fracaso de Gorbachov. Nuestro objetivo final debe ser el mantenimiento del consenso de seguridad que tan bien ha servido a Occidente en los últimos 40 años hasta que el proceso de reforma democrática en el Este sea irreversible".Un funcionario de la Administración resumió la filosofía de la Casa Blanca con esta frase: "Son ellos [los soviéticos] los que tienen prisa; nosotros, no". Esta lentitud deliberada provocó una queja pública soviética la pasada semana, cuando Shevardnadze, en declaraciones al periódico Izvestia, manifestó que, "debido a la indecisión norteamericana en el tema del desarme nuclear, la URSS, Estados Unidos y el mundo han perdido muchas oportunidades". La queja soviética provocó airadas, pero poco convincentes, negativas por parte de los portavoces de la Casa Blanca y del Departamento de Estado.

[Guenadi Guerasimov, portavoz del ministro de Exteriores soviético, declaró ayer que el Gobierno de Washington es "demasiado lento" en el desarrollo de sus relaciones con Moscú, informa Reuter].

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Washington es consciente de que, debido a los problemas internos en la URSS, Gorbachov necesita presentar al Politburó y al país algún éxito en política exterior. Y ese éxito parece que Bush está dispuesto a concedérselo en la forma de un acuerdo sobre reducción de armas químicas y otro sobre la verificación de explosiones nucleares subterráneas. Los acuerdos, si no surgen inconvenientes de última hora, podrían firmarse al término de la reunión de dos días que Shevardnadze mantendrá a partir de mañana, viernes, con el secretario de Estado, James Baker, en el rancho que este último posee en pleno Oeste, en el Estado de Wyoming.

En la reunión del dirigente soviético con Bush Shevardnadze entregará a su interlocutor una carta personal de Gorbachov cuyo contenido no ha sido filtrado por los medios oficiales soviéticos, aunque es muy posible que se centre en la urgencia de llegar a acuerdos tangibles en la reducción de armas estratégicas y no invencionales. sólo químicas o convencionales. Los puntos sobre los que giran las relaciones soviético-norteamericanas, y a los que pasaran revista Bush y Shevardnadze, son los siguientes: relaciones bilaterales, derechos humanos, control de armamentos y, por último, asuntos transnacionales, que incluyen terrorismo, medio ambiente, lucha antidroga y temas económicos.

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