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Una nueva era

Si los occidentales se congratulan ante la etapa histórica que acaba de franquear Polonia con la formación de un Gobierno dirigido por un hombre de Solidaridad, no lo proclaman a los cuatro vientos. Tanto en Washington como en Londres, París o Bruselas se nota que los responsables intentan no acrecentar los problemas haciendo declaraciones triunfalistas sobre este duro golpe asestado al poder comunista por primera vez desde hace 40 años en un país del Este. Ello no ayudaría al nuevo presidente del Consejo, Tadeusz Mazowiecki, cuya labor va a ser extremadamente difícil: el país está al borde de la quiebra, el programa de recuperación económica del sindicato es aún muy vago y el efecto de choque con el que cuenta para movilizar a la población parece aleatorio. También hay que evitar toda declaración excesiva que pudiera ser interpretada en el Este como una injerencia en los asuntos internos polacos y que haría correr el riesgo de complicar las relaciones con la Unión Soviética antes de la primera entrevista en la cumbre entre George Bush y Mijail Gorbachov. Se observa lo mismo en Moscú, en donde Izvestia ha informado más bien lacónicamente del nombramiento de Tadeusz Mazowiecki. Los demás miembros de la familia comunista de Europa oriental están francamente indignados, con la excepción de Hungría, en la que un periódico de Budapest, el Vasarnapi Hirek, no duda en hablar en primera plana de una nueva era. 21 de agosto

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