Mitterrand y el mingo de Thatcher
El discurso adversativo ha mostrado ser en tiempos de paz un arma de extraordinaria eficacia política. Para las gentes de mi generación, la práctica del niet soviético representa su expresión más lograda. En los últimos años la construcción europea ha encallado en otro niet, el dique sonriente e implacable que le opone el liberalismo conservador y angloinsular de la señora Thatcher.Desde que el Acta única dio carta de naturaleza jurídica al Consejo Europeo sus reuniones se han desarrollado de acuerdo con un rito inmutable. Sean cuales fueren los temas del momento, la responsable del Ejecutivo británico deja filtrar a los medios de comunicación su intransigente oposición a todo aquello que pueda favorecer la emergencia de una Europa política y obliga a los otros once a pronunciarse reactivamente frente a sus posiciones antieuropeas. En términos más cotidianos: pone el mingo y ordena la partida en su torno, con lo que la menor concesión que haga luego, siempre en el último minuto y sin debilitar su posición inicial, aparece como un notable gesto de buena voluntad y un acuerdo satisfactorio para todos. El happy end de la foto y las conclusiones sirven de coartada a la parvedad de los resultados, a su condición de victoria pírrica para Europa.
Las cartas de Madrid
La cumbre comunitaria del pasado mes de junio no podía escapar a este destino, y Mitterrand tiene ahora que jugar con las cartas repartidas por la señora Thatcher en Madrid. ¿Cuáles son éstas y de qué va el juego?
La unión económica y monetaria, la Europa social, la protección comunitaria del medio ambiente y la promoción del espacio audiovisual europeo eran y son los grandes temas del momento. Durante la presidencia española la supresión de las cuotas obligatorias para la producción europea permitió el discutible y precario acuerdo que representa la directiva Televisión sin Fronteras, poco tiempo después puesta en entredicho, tanto por pretendido exceso curopeísta -Reino Unido, Alemania Occidental, Dinamarca, Luxemburgocomo por previsible insuficiencia europea -Francia con Italia y España de tímidos compañeros de viaje.
Las dimensiones ecológica y social, por su parte, permanecieron cuidadosamente entre paréntesis, y el envite se concentró en el proyecto de unión monetaria de Jacques Delors, con el conocido y esperado enfrentamiento de las posiciones Thatcher versus Mitterrand, grandes protagonistas de la cumbre madrileña.
Centrémonos en la lectura de los resultados de la cumbre madrileña, según su s dos priricipales protagonistas, por lo que toca a la unión económica y monetaría. Para el jefe del Estado francés, la confirmación del comienzo de la primera etapa del Plan Delors el 1 de julio de 1990 y la celebración de una conferencia intergubernamental en el segundo semestre de ese año, con el fin de establecer las fases ulteriores de la unión monetaria europea y el acuerdo del Reino Unido para incorporar la, libra al Sistema Monetario Europeo, representan un éxito notable.
Para la señora Thatcher, por el contrario, haber logiado que el comienzo de la unión monetaria el 1 de julio de 1990 consista exclusivamente en la liberalización total de los movimientos de capitales, es un triunfo decisivo. Tanto más cuanto que consiguió que no se fijase una fecha precisa para la elaboración de un nuevo tratado de unión monetaria y que el paso de la primera a la segunda fase del proyecto Delors, esté sometido al acuerdo futuro de los doce que, evidentemente, deberá tomarse por unanimidad.
Estas contradictorias interpretaciones de unos resultados tan simples reflejan la profundidad del enftentamiento. Sin olvidar que trás de la armadura de la dama de hierro se cobíjan otros países oponentes a cualquier supranacionalidad económica y monetaria: Dinamarca, Países Bajos Y Luxemburgo. Frente a esta situación, el presidente francés quiere intervenir en los cuatro frentes abiertos: audiovisual, ecológico, monetario y social. Pero ¿qué puede hacer?
Las disposiciones de Televisi¿n sin Fronteras muy probablemente no dejarán de ser letra muerta, y tal vez sea lo mejor que pueda sucederles. Por eso, para confrontar y dinamizar el espacio europeo de la comunicación, habrá que recurrir una vez más a artilugios extracomunit arios. Mitterrand, inventor de la fórmula Eureka, ha previsto ya el lanzamiento por parte de Francia, en el otoño próximo, de un Eureka audiovisual, cuyos eventuales resultados sólo serán visibles a medio plazo. Por lo que toca a la problemática ecológica, ésta ha encontrado un importante vector de origen comunitario en la Agenda Europea del Medio Ambiente, cuya ambición es desbordar el espacio de los doce y que los franceses intentarán presentar como operativa durante su presidencia, para apuntarse de alguna manera el tanto.
El 'plan Delors'
En el tema unión económica y monetaria, el objetivo de Mitterrand consistirá en preparar de tal modo la conferencia intergubernamental del otoño de 1990 que devuelva al plan Delors el encadenamiento automático de las tres fases, es decir, su irreversibilidad. Para lo que habrá que eliminar la exigencia de unanimidad en las decisiones que defiende la señora Thatcher.
La Europa social es la gran reivindicación pendiente. Sobre todo para los socialistas, después de dos presidencias bajo ese signo -la griega y la española que han dejado las cosas como estaban, casi en el punto cero. El proyecto de Carta Social Europea, aprobado por el Comité Económico y Social de la Comunidad y por el Parlamento Europeo, tropezó en Madrid, a pesar de su extrema moderación y de sus timideces sociales, con el niet británico. Por otra parte, los niveles mínimos de su planteamiento no permiten reducción alguna de su perfil, como estamos viendo esta semana en los cursos de verano de la universidad Complutense en El Escorial de la mano de tan calificados expertos como Didier Motchane y Hughes de Jouvenel.
En esas condiciones, ¿será capaz el Mitterrand post-1983, tan pragmático y consensual, de acabar con el mingo de la señora Thatcher?. La respuesta, con las uvas de fin de año.
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