_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Marina

Manuel Vicent

Hasta aquí llegaron un día los fenicios en barcas de color naranja para comerciar con el oro, los salazones y la resina de incienso. Eran navegantes desnudos y tenían diosas de arcilla en cuyo vientre guardaban el vino o el grano, siendo por ello doblemente adoradas. Ese pueblo, que aprendió idiomas en la escuela de Babel, traía inscritos los signos del alfabeto en tablillas de barro, y con las quillas también grabó en la superficie del agua azul su amor a la libertad. Antes de perderse otra vez en el horizonte, los fenicios nos legaron la balanza y el espejo. Después los griegos engendraron el mármol, lo amasaron con la luz y, navegando hacia el acantilado de Denia, dejaron el fondo del Mediterráneo sembrado de dioses naufragados, de cofres llenos de dracmas que exhibían la imagen de tres delfines saltando. Tantas ánforas derramadas, como la sangre perdida en batallas que siempre fueron ganadas, trazaron un camino de púrpura sobre la mar. Luego Roma nos deparó la ley, el caballo, el laurel y el arte del veneno. Nos enseñó a dormir de pie apoyados en la lanza, y así estábamos cuando llegó a Tarragona el Dios único, importado desde Judea por hebreos en un papiro. Entre ellos germinó también el cristianismo, y entonces la antorcha que ardía en la mano de Diana fue suplantada por una lámpara de aceite podrido.Los dioses hicieron mudanza. El Partenón se convirtió en iglesia, en mezquita, en polvorín. Del mismo modo, cada ermita blanca del Mediterráneo se levanta sobre un altar pagano y, con la edad, todas las ninfas se han visto de negro: son esas viejas que todavía se ven sentadas en una silla de enea a la puerta de casa. Sólo el alma de los moros valencianos sigue fluyendo en las acequias. Para ellos, la eternidad es el punto perenne del arroz. Ahora contemplo esta mar ineludible con las olas rebosantes de carne. Al parecer, después de tanta gloria, nuestra unidad de destino en lo universal consistía en ser Miami. En invierno, este litoral se ha convertido en un inmenso cocedero de abuelos, y en verano, esto se llena de caimanes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_