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Tribuna:FIESTA Y 'CUMBRE' EN PARÍS
Tribuna
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La revolución de las mochilas

Juan Cruz

La cumbre de los siete grandes se clausuró ayer en París sin haber logrado grandes avances en una de las cuestiones que había suscitado más expectativas: la de la deuda externa de los países subdesarrollados. El otro gran tema de la reunión, la protección del medio ambiente, mereció al menos una larga enumeración de los problemas ecológicos y una declaración de que los siete cuentan con la voluntad política para afrontarlos. Pese a la falta de resultados concretos en las grandes cuestiones, los principales dirigentes mundiales coincidieron en señalar que la cumbre del Arco de La Défense abre un nuevo ciclo en este tipo de encuentros. La reunión del G-7 terminó, por otra parte, sin una respuesta a la carta del presidente soviético, Mijaìl Gorbachov, que había constituido una iniciativa sin precedentes.

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Mitterrand camina como en coche de Dustin Hoffmam en el momento en que Benjamin se queda sin gasolina en El graduado. Comienza un andar de pato perdido en los Campos Elíseos. Mitterrand ha cometido la inteligencia de organizar dos cumbres paralelas, de ricos y de pobres, y una conmemoración pantagruélica, y ha pasado por los tres acontecimientos como un héroe rodeado de villanos. Impidió que los herederos de los revolucionarios de hace 200 años empalidecieran. con la memoria de sus antepasados sangrientos, la atmósfera lúdica de esta celebración ¡limitada, y no les dejó acudir, e hizo un milagro que sólo puede ser atribuido a las armas secretas de este gran comunicador: convirtió París en la sede gigantesca de un concierto de rock inexistente. Desde 1968 no se veían tantas mochilas y jóvenes en las calles de la capital de Francia. Los carteles publicitarios, los eslóganes de las casas comerciales y la propia-estructura callejera de esta megalópolis se adaptaron como un guiño de ojos a los que venían: qué importa ya la Revolución, esto es una fiesta. Ni los dignatarios ricos ni los pobres que acudieron con sus Mercedes prestados a esta boda de Mitterrand con la historia, ni siquiera la presente María Antonieta de Francia, que es la señora Thatcher del Reino Unido, han llegado a percibir el verdadero objetivo que ha animado a Mitterrand a organizar este festejo: los chicos de todo el mundo han venido a Francia a ver si aún es posible poner sobre las caras de Danton y Robespierre los rostros dudosos de los ídolos de hoy. Como ni John Lennon es Danton ni Robespierre es Elvis Presley, y además unos y otros están muertos, la revolución que les ha propuesto Mitterrand como fiesta ha parecido responder una vez más al viejo grito: la revolución ha muerto, viva la revolución.

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