_
_
_
_
_
Tribuna:LA MUERTE DE HERBERT VON KARAJAN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El adiós de un mito musical de nuestro siglo

El director de orquesta austriaco Herbert von Karajan murió ayer de un fallo cardiaco, a la edad de 81 años, en SaIzburgo, su ciudad natal, tras una larga historia de problemas de la columna vertebral que desde hace algún tiempo dificultaban sus movimientos. Aun así, este hombre, de extraordinaria vitalidad, estaba dispuesto a inaugurar el próximo 27 de julio los Festivales, de Verano de Salzburgo, dirigiendo a la Filarmónica de Viena. Criticado y admirado, envidiado y amado, Karajan está considerado como el más importante director de orquesta de la posguerra.

Más información
El fin de una época
Asombro talento
Tradición romántica

La muerte de Herbert von Karajan significa algo más que la desaparición de un hombre de gemo o el adiós de un mito. Con él termina un largo capítulo de la dirección orquestal europea: el de los herederos del romanticismo, el de los maestros estables pegados a su orquesta como un padre a un hijo, tratando de que el gran instrumento sinfónico, en este caso uno de los mejores de la historia como es la Filarmónica de Berlín, se identifique con sus ideas. "Estoy acostumbrado", decía Karajan, "a escuchar cuando dirijo dos orquestas diferentes: ia que ante mí hace cuanto puede para realizar mis indicaciones y la que habita en el pensamiento como una sonoridad ideal".El maestro salzburgués pudo hacer realidad su ideal, pues creó ,.na materia que se conoce en el mundo como sonido Karajan: rica en frecuencias graves, casi rugiente, tensa e intensa, dinámica y palpitante, algo así como una rara potencia biológica.Domeñar a lafiera de las cien voces, conseguir su obediencia con el leve caer de la mano í2quierda, acaudillarla con los ojos cerrados, como acostumbraba a tenerlos Karajan cuando dirigía a sus filarmónicos, tenía algo de milagroso si no fuera porque se trataba de unos resultados perseguidos y elaborados a través de muchos años.Multinacional

Herbert von Karajan, desde Berlín, Viena o Milán, desde la organización de conciertos o de producciones fillmicas o discográficas, se convirtió en una fuerza tremenda que, sobrepasando las fronteras de lo artístico, pisaba el terreno de la gran economía: era, en sí mismo, una multinacional. Muchos músicos, en vez de celebrar que esto se diera, por excepción, en nuestro arte, cayeron en la tentación de criticarle hasta negarle incluso méritos musicales. Cierto director de segunda categoría, suficientemente conocido como para citarlo, aseguraba: "Pero si Karajan no sabe ni solfeo". Por el contrario, una exigencia tan rigurosa y un caráctertan irónico como el de Sergiu Celibidache contestó a quien le preguntaba quién hacía el mejor Mozart: "Karajan", se limitó a responder con laconismo. Y los viejos berlineses de los años cincuenta, que habían conocido no sólo a Furtwángler, sino también a Nikisch, consideraban a Herbert von Karajan su fiel sucesor y continuador.Hace poco, Karajan dejó su Filarmónica, después de dirigirla durante 34 años. Todavía pensábamos escucharle, si llegaba a actuar en el festival de Berlín, su Brückner antológico. Pero la biografía terminó arrastrando, como todas las de los grandes hombres, una crecida porción de historia, y dejando en nuestra memoria recuerdos tan impresionantes que dificilmente perderán su viveza, su casi-realidad: La valkiria, El crepúsculo de los dioses, las sinfonías de Beethoven o Brahms, la sorprendente Bohelme, la Lucia con la Callas y Di Stefano, La consagración de la pri . mavera, los poemas de Strauss, y también Schoeriberg o Webern, cuyas obras montaba con la minuciosidad de un inspirado ingeniero.

Impresiones distintas, porque no se trataba de grandes orquestas, fueron su sorpresiva actuación al frente de la Orquesta Filarmónica de Madrid, dañada por la guerra civil, en 1941 o 1942, o el final de sus concursos de dirección con una agrupación internacional de músicos jóvenes. Se convertía en otro maestro: los ojos bien abiertos, el gesto bien marcado y detallista, y los resultados, increíbles.

Cadencia final

La vida de Karajan fue extraordinariamente fecunda porque en realidad dispuso de más horas útiles que muchos otros. Estaba en pie cada día a las seis de la mañana porque si no el tiempo no le daba para nada. Y afirmaba: "Sólo una organización precisa de la vida permite el cumplimiento de una tarea'.

La tarea acabó: nos quedan testimonios sonoros y filmicos que poseerán siempre valor de lecciones magistrales. En muchos directores posteriores descubriremos, como ya sucede, formas gestuales y conceptuales heredadas de quien hizo largo magisterio con el ejemplo de su manera de pensar y comunicar la música.

Y fue llegar Karajan, hasta 800 obras, a más de 100 millones de personas, sólo a través de medios como el disco, la casete o el compacto, con lo que provocó lo que él mismo denominaba una "explosión musical en el mundo". Desde ella actuó en sentido muy contrario a los artistas de elite sin necesidad de caer en grave demagogia. Recibid, pues, el pésame, queridos Mozart, Brahms, Beethoven, Schumann, Strauss, Brückner, Ravel, Stravinski. Habéis perdido a un gran mensajero. .

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_