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La deuda mexicana

No es divertido gobernar México. Los pobres son cada vez más pobres y cada día más numerosos. Los ricos invierten fuera su dinero. Los bancos extranjeros exigen la devolución del dinero y aseguran que volverán a conceder préstamos cuando suban los precios del petróleo. El Gobierno de Estados Unidos afirma que quiere dar un respiro a la deuda, pero no hace nada en la práctica. Otros potenciales prestamistas, incluido el Fondo Monetario Internacional, exigen reformas económicas -programas de austeridad, reducción de los subsidios, privatizaciones- como condición para otorgar nuevos préstamos. Mientras el presidente Carlos Salinas lucha con la necesidad de tomar medidas impopulares, los votos se vuelven contra él. La elección de los ministros que componen el Gobierno de Salinas demuestra que esperaba problemas desde el principio. Los ministros económicos son tecnócratas brillantes que estudiaron en Estados Unidos, como el presidente. Si no manipula las elecciones, Salinas seguirá perdiéndolas hasta que su programa de austeridad dé sus frutos. Ese día estará más cerca si vuelve el capital de los ricos mexicanos, atraído por una economía en la cual la inversión privada resulte tan rentable como prestar al Gobierno. Pero es la propia deuda la que lo impide: el país se tambalea entre una negociación de la deuda tras otra y perpetúa la inestabilidad que aleja los dólares., 15 de julío

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